Espantó quizás aquel encanto infantil mientras deslizaba por el suelo alfombrado la caja vacía de jugos que hacía tiempo había tenido el encanto de disfrutar en su paladar, mientras que ciertamente para nada silencioso imitaba el ruido de un auto, procurando usar un libro como esquina en la cual el automóvil doblaría. Fue también ese libro aburrido de política una buena rampa para deslizar la caja y un buen muro en el cual finalmente chocó, soltando un chillido que emulaba el de las llantas el coche, ruido de la explosión y un coro (ciertamente completo) de gritos. Luego todo comenzaría nuevamente en un bucle interminable que procedía a llevarlo gateando sobre sus manos y rodillas hasta alguna parte del sillón, donde sea, tropezaría con un estante o (dios no quiera) vería el libro rojo, cualquier cosa que le llamara la atención a decir verdad, tras ello se pondría a llorar y demandaría que a su alcance quedara determinado objeto. Había un caos dentro de aquella oficina, en la cual ambos adultos con una paciencia envidiable trataban de mantenerse tranquilos al verse invadidos en su propio espacio reconociendo ciertamente que el muchacho debía de encontrar una manera de liberar la frustración y que mantenerlo sentado en un sitio resultaba contraproducente. Mejor era que se moviera, que jugara un poco hasta cansarse, tras ello tendrían unas muy buenas tres horas de silencio absoluto, luego seguramente se despertaría para repetir el ciclo. En un resultado entendiblemente amable y comprensivo (quizás hasta humano) nadie que rodeara el recinto se había quejado de los ruidos molestos que el pequeño hacía simplemente siendo, pero estaban seguros de que debían de buscar una nueva manera de actuar con el chico sabiendo que no podían abusar de esa amabilidad. Siendo el paso de los días y el temor constante algo bastante cansino para ambos que luchaban con el poder entre sus manos, rodeados de enemigos que habían dejado entrar y amigos que a menudo flaqueaban ante la tensión. Costaba bastante organizarse teniendo que cuidar al menor constantemente, ya bastante difícil era mantenerlo alejado de los problemas en su tamaño normal, ahora se volvía insoportable de mantener en el tiempo tenerlo bien y seguro, con las ganas que tenía de devorarse el mundo. Por otro lado la idea clara que les estaba presentando no podía ser ignorada de una manera u otra, el chico aunque no lo admitiese claramente quería juguetes para dar vueltas por allí como cualquier otro niño de su edad, para tener algo con qué dormir o hablar cuando los adultos ciertamente no podían suplir el lugar de otro niño. De todas maneras resultaba sorprendente ver brillar sus ojos cautivados por lo que sea que estuviera viendo en ese preciso momento, escapando de la habitación en la que estaba, superando la tormenta y ciertamente perdiéndose en los recovecos, esquinas sin explorar de su amplia, diversa e incomprensible imaginación.
-Ed- habló finalmente Roy observándole por encima de su papeleo- ¿puedes bajar un poco la voz?- insistió por tercera vez haciendo que el chico simplemente lo mirase sin entender le enseñó la caja de jugos vacía- es genial que sea un auto de carreras o lo que sea, pero no puedo trabajar con tu voz de fondo- continuó viendo los enormes ojos del menor fijos en él- ¿puedes jugar un poco más silencioso?- Edward asintió suavemente con la cabeza y cumplió su promesa durante una media hora más, hasta que realmente el auto fue demasiado rápido y tuvo que seguirle el ritmo imitando el ruido de la bocina como el de las ruedas y el motor en movimiento. Roy apoyó su barbilla sorbe su mano antes de observarlo durante un instante suspirando ruidosamente- Edward- volvió a hablar interrumpiendo al menor- dame eso- el chico se puso de pie de un salto antes de acercarle la caja de jugos vacía con la que había estado jugando todo ese tiempo. El adulto la tomó en sus manos antes de arrojarla a la basura sin más y pasarle un par de papeles junto con un lápiz para que jugara a otra cosa más silenciosa- mejor juega con esto- le dijo viendo lo desanimado que se encontraba el menor aun mirando el tacho de basura donde se encontraba su auto súper genial.
-Pero...- suplicó haciendo pucheros mientras Roy empujaba el tacho de basura fuera de su alcance- yo quiero ese...
-Sin peros- correspondió Riza- ya escuchaste al coronel, ve a jugar con eso- el silencio también le venía como anillo al dedo ahora que estaba haciendo un par de cálculos y no podía perder el ritmo para terminar antes de la hora de volver a la casa- no lo voy a volver a repetir- Ed tomó desganado el papel antes de dejarse caer en el suelo sin más, molesto. Pasadas las horas simplemente le encontró sentido a deslizar el lápiz sobre el papel sin más, recobrando un poco más de motricidad fina lo más que sus regordetas manos de bebé le permitieran moverse contra el soso lápiz negro. Se encontraba allí sentado en el suelo, con las piernas cruzadas frente a él y la mirada fija en lo que estaba trabajando, tanteando el sabor de la magnánima música clásica dentro de su paladar, aprendiendo rápidamente lo que pudiera absorber de esa radio vieja que el adulto había encendido momentos antes, tratando de atenuar el ruido de la tormenta fuera del lugar que había teñido el cielo de un desagradable color grisáceo que daba terror a cualquiera que se encontrase fuera de casa. Los perros aullaban dentro de sus jaulas bajo tierra (los que no se encontraban en servicio por el momento) acurrucados dentro de mullidas camas y rodeados de cualquier cosa que pudiera distraerlos del mal rato. Edward estaba siendo tratado esa misma manera, con un tanto más de pedagogía que le suplicaba al oído no entrar en pánico y ponerse a llorar por los rayos que iluminaban cada tanto la habitación. Al tanto, perdido en sus pensamientos fugaces, casi repetitivos e inalcanzables, deslizaba un lápiz sobre un papel ligeramente arrugado, garabateando lo primero que se le viniera a la cabeza, casi como un tierno iniciador de una vanguardia. El adultos al parecer habían cumplido las expectativas del trabajo de ese día, dada la tormenta, la segunda parte de las evaluaciones a alquimistas estatales no podría llevarse a cabo y de poderse bajo un estricto seguimiento de reglas aparentemente pesadas e infundadas (habían sido elaboradas antes siquiera del nacimiento del propio coronel), pondrían en peligro a los jóvenes aspirantes a soldados, en vano ya, quedaban cientos de soles en el futuro para evaluarlos, lo mejor era que se mantengan lo más alejado a un reloj estatal de pudieran. Edward estornudó antes de limpiarse el rostro con su antebrazo, dejando caer el lápiz sobre su regazo antes de negar con la cabeza tras un escalofrío, para Roy, quien lo estaba observando atentamente desde su escritorio, se limitó a hacer girar su pluma sobre su escritorio, aquel inesperado acto había llenado de ternura su corazón por alguna razón. Floreció en su rostro una suave sonrisa divertida cuando comprobó la manera en la cual la pequeña nariz del niño se arrugaba para espantar el espasmo del estornudo, un pequeño momento de flexibilidad que nunca antes había visto en el chico. El menor frotó suavemente sus manos una contra otra antes de tallarse suavemente los ojos, no estaba cansado, pero tenía algo de frío aún con el vomitivo sabor de la leche dentro de su boca. Riza estaba sentada en su silla, de una manera inusual se la notaba más cansada de lo que será natural para ellos, Edward nunca la había visto abandonar la formalidad de esa manera, de alguna forma casi siempre se notaba incorruptible, como si no fuese humana, pero ahora simplemente se mostraba así como era. Con la cabeza recostada contra su mano, descansaba una taza llena de café caliente que templaba su ánimo de una manera tan certera que simplemente se quedaba quieta allí, degustando de esa eternidad de saberse contenida con cada trago. Roy mantenía sus pies sobre el escritorio, eso de cumplir horario realmente era una basura, no podía simplemente escaparse por allí y tumbarse en algún lugar para dormir una siesta, hizo girar el lápiz entre sus dedos de manera casi divertida antes de mover una pila de sobres sobre su escritorio para de ponerse de pie. Quería ir a dar una vuelta por allí, ver qué estaban haciendo todos y mostrarse un poco más para darle ánimos a los demás, quizás llevar al menor a su anterior habitación para ver si quería recuperar algo de lo que allí le aguardaba y finalmente tomar un descanso con algo de café o alguna golosina dulce, que un día de lluvia vacía de trabajo era totalmente necesaria para no caer rendido del agotamiento. Riza lo siguió con la mirada antes de ponerse de pie con lentitud tras ver como el hombre le sonreía suavemente en señal de lo que iba a suceder, ella se colocó un segundo abrigo sobre su traje antes de dejar el café sobre su escritorio y acercarse a él.
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Etéreo
FanfictionUn macabro plan sin vuelta atrás da lugar a que el joven Edward Elric se convierta en algo que le trae pesadillas, en un niño de nuevo. Este accidente debe mantenerse oculto de todo el mundo por la magnitud del problema, por lo que Roy Mustang y Riz...