Capitulo diez

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El adulto sentó al rubio sobre su regazo mientras movía su pierna, de arriba hacia abajo y lo hacía rebotar cómodamente en paz pretendiendo evocar un sentimiento de resiliencia o sencilla templanza, intentando que se relajara pues parecía estar bastante nervioso con todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Y allí estaba, tan dulce como siempre, con uno de sus dedos dentro de su boca, sujetando un tenedor-cuchara de plástico con la otra mano, limpio ya de cualquier rastro de comida. Pero de todas maneras parecía más curioso de lo que le rodeaba que otra cosa, quizás ligeramente más cansado que con anterioridad, reconocía entonces lo poco que la energía le duraba para llegar a ese casi vomitivo ensueño de la tarde, rogando por una siesta. Balanceándose sobre la rodilla del hombre, se limitaba a observar como el dispenser de agua en la sala profería pequeñas, regordetas y casi divinas burbujas de todos los tamaños. Ignorando entonces todo lo que parecían hablar sobre su cabeza al tanto confundía los recuerdos del pasado con el futuro, concentrándose en chupar su dedo pulgar y hacer girar el pequeño objeto de plástico en su mano, dando pequeños golpecitos sobre la mesa al tanto parecía coronado en la gloria absoluta de saberse contenido en lo que sucedía. Si desde lejos cualquiera atinara a observar a los tres allí sentados en el comedor del establecimiento, ignorando sus cargos, pensarían de qué se trata de una joven pareja enamorada, en los cimientos de una relación que recién comenzaba y su más tierna criatura, fruto de su amor. Es decir, el niño tenía el lacio cabello rubio de la madre y ese candor en la mirada, que contrastaba con el fuego que su padre le había heredado ¡Tan plenos en su felicidad y dulzura! El menor finalmente se recostó contra el pecho del adulto, de costado, es decir, sus pequeños pies rozaban casi el suelo mientras sentía como el hombre le daba un par de golpecitos en la espalda de manera cariñosa, acunándolo de manera casi perfecta, casi arrebatándole la inquietud que era propia del menor llegados esos momentos, cualquier cosa que pudiera esperarse de un niño de esa edad. Se metió el tenedor-cuchara a la boca antes de suspirar ruidosamente, moviendo sus piecitos en el aire Riza estaba platicándole algo de forma animada, de toda maneras no parecía estar escuchando pero le alegraba demasiado escucharla allí frente a él, se sentía tan tranquilo que no podía recordar de ninguna manera otra situación que le transmitiese las mismas emociones. Quizás en el comienzo de su vida, con un par de añitos, sentado en el regazo de su padre en la sala de su antigua casa en el campo, mientras su madre amamantaba a su hermano, cantando una canción de cuna, casi tan dulce como su recuerdo. Mantuvo la cuchara dentro de su boca antes de tomar el borde inferior de su abrigo y jalarlo hacia abajo, por alguna razón que no sabría explicar qué era lo que le motivaba, pero se detuvo cuando Roy sujetó su mano para apartarla de aquella tarea infructuosa. No volvió a intentarlo después, decidió que lo mejor sería relajarse en ese regazo un poco más, deslizando entonces una de sus manos por las insignias puestas en el uniforme del mayor.

-Dentro de un rato sería prudente que le dejásemos dormir una siesta- murmuró la mujer mientras observaba el ensueño en el rostro del menor tintándose con la gracia de un amanecer genuinamente radiante- para que esté más tranquilo y no se pongas de mal humor- explicó mientras sonreía cuando el hombre se limitaba a tomarle de la mano de manera cariñosa, Edward estaba demasiado absorto con la tela del uniforme del adulto como para darse cuenta de que estaban hablando de él- no quiero tener más un enfrentamiento como el de esta mañana- acordó ella con una sonrisita mientras se llevaba la taza de café a la boca, con el cabello como una corona real deslizándose por sus hombros y haciendo vibrar sus ojos. Roy simplemente la miró con una sonrisa sincera.

-¿Tan mal fue esta mañana para ustedes?- preguntó aún sabiendo la respuesta, recordaba lidiar con el menor para lograr ponerle la ropa, así que ni siquiera quería pensar en lo que había sido tratar de darle de desayunar ni nada de eso. Ella asintió con la cabeza mientras daba otro trago al contenido de la taza, dejando que el vaho de aire caliente de vueltas alrededor de su cabeza mientras sonreía dulcemente- lamentó no haber estado ahí, entonces- se dio aires de grandeza al tanto deslizaba sus dedos por el rostro de la mujer, haciéndola reír.

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