Capitulo 11

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CAPÍTULO 11:

Hens

Otra vez volvía Ella, la voz dentro de Amanda, y decir que yo estaba sufriendo era poco. Las mentiras de mis amigos me habían roto el alma. Mirar a Will ya no era lo mismo que antes, ya no se ni como verlo. Nunca nos habíamos ocultado algo, por eso cada vez que alguien miente nos enojamos con ese alguien. Como con Félix, estábamos muy alterados por sus mentiras, porque eso es lo que hacen las mentiras, arruinar cosas.

Además se supone que tener poderes es increíble ¿Por qué lo ocultarían de mí?

Pero decir que no los quiero volver a ver nunca más en mi vida sería una gran mentira, y yo a diferencia de ellos no miento. No imagino por lo que deben estar pasando, y sé que debería ponerme en su lugar y ayudarlo con sus superpoderes, pero, simplemente, me duele saber que todo esto, todo por lo que estamos pasando, por lo que está pasando Amanda es porque no quisieron decirme. Prefirieron ocultarlo, de mí, de su mejor amigo. Podríamos habernos largado de ese lugar. Yo sabía que todo era raro ahí, pero pensé que estábamos de racha, no que alguien controlaba cada paso que damos.

Es ahora, cuando Will decide explicarme la situación, cuando me dice lo que nuestro "jefe" le dijo, es ahora cuando entiendo que todo este viaje fue una simple estupidez. Y si me hubieran dicho, si solo me hubieran dicho... podría haber hablado con George, puede que sea mi padre, y que la gente piensa que uno conoce a sus padres como la palma de sus manos, pero no es así. Y ahora es cuando me pongo a atar cabos sueltos. Estoy casi seguro de que él tiene algo que ver con esto.

Toda mi infancia me pregunté cómo es que él hacía esas cosas raras. De repente enfriaba todo a su paso en los días de calor, o las veces que decía "mañana nevará, porque hace mucho que no nieva" y al contrario de como decía el pronóstico nacional, se cumplía su predicción.

Ahora lo veo, ahora puedo ver sus engaños, los de mi madre. Ellos dos saben algo, y lo se.

Volví a la realidad. Admiré los increíbles ojos de Amanda, su piel, más blanquecina de lo normal, relucía bajo la luz incandescente de la sala. El sonido de su respiración me tranquilizaba, me llevaba a sueños profundos, a pensamientos indagantes como los de recién. Había un tubo plástico que se conectaba a su brazo, introduciendo lo que imaginé eran tranquilizantes para que no despertase. La situación en la que se encontraba me desesperaba, quería gritarle a ella y a Will por ocultar tantas cosas de mi, pero al mismo tiempo sabía que este era un momento muy duro para hacer eso.

La doctora Gina Ferrers había venido al instante en que ella colapsó, y me sorprendí de que conociera a Amanda, y le hablara con cariño. Ella dijo que Andy necesitaba dormir inconscientemente, que no pudiera pensar mientras soñara, o sino la voz dentro de su cabeza se despertará y podría causarle más daños como los de recién.

Dolorosamente posé mi mirada en el moretón de su brazo izquierdo, el más cercano a mí, y noté ese color violáceo característico de los moretones. Tragué el nudo en mi garganta. Sabía que tenía que ser fuerte por ella, como años antes me había dicho, aunque ahora estuviera destruido, tenía que resistir.

-¡Hens! ¡Despierta! Por favor, levántate.- Escuché la voz suplicante de Andy en la lejanía.

Intenté enfocar la vista, y noté que mi amiga estaba más cerca de lo que creí, y me asusté por la carencia de audición, y porque mi visión estaba toda difuminada.

-Hens, por favor, despierta, tienes que ayudarme, por favor.- Escuché el sollozo de ella.

-¿Amanda?- Pregunté confundido.

-¡Hens! ¡Por dios! ¿Estás bien?- Preguntó un poco más aliviada que antes.

-¿Que carajos está pasando?-

Intenté enfocar la vista, y pude ver con más nitidez.

Miré a Andy, mientras un escalofrío cruzaba por mi espalda mientras veía la realidad de la situación.

Todo estaba en llamas, humo era lo único que podía respirar, los escombros de una pared eran lo único que me mantenían vivo de que una viga de acero cayera sobre mí. Empecé a ver todo con claridad, aunque todavía, seguía sin escuchar nada que no fuera la voz de mi amiga.

Pero aunque todo parecía aguantar, mi mundo se vino abajo cuando noté que Andy no había tenido la misma suerte que yo. Un tubo de acero de por lo menos dos centimetros de diametro había atravesado su pierna baja, y sangre salía a montones de ella.

No se como fue que lo logré, pero empecé a acercarme a ella a rastras tratando de evadir todos los restos de construcción. Sentía punzadas en mis piernas mientras las arrastraba, pero estaba seguro de que no era nada comparado con lo que ella sentía.

Muy poco tiempo después me encontraba a su lado, cortando mi remera para hacerle un torniquete en la pierna.

La veía a ella, y no la escuchaba. Podía ver sus labios moverse gritando de dolor, pero no escuchaba sus gritos de dolor cada vez que hacía fuerza para sacar el tubo de su cuerpo.

Me dolía verla así, pero no de la manera física, no. Me dolía en el alma. Sentía tanta impotencia, pero aunque quisiera, no pude parar de verla sufrir.

-Hens, por favor, resiste.- La volví a escuchar, y no se como pasó eso, ya que no podía escuchar nada más que su voz.

-Andy, no puedo verte sufrir, no sé cómo saldremos de esto.-Le respondí luego de sacar eso de su pierna.

-Hagas lo que hagas, resiste, por favor Hens, eres el único que puede salvarnos. Tienes que ser fuerte por mi, y por tí, por nosotros. Por favor.- Me suplicó.

Me tomé sus palabras seriamente.

Busqué algo fuerte, con lo que pudiera hacer mucho ruído, y lo primero que encontré fué el arma que el mundo usó en contra de mi mejor amiga. Lo tomé, y parte de la sangre cayó sobre mi mano.

Lo sujeté con más fuerza, sabía que era horrible usar eso como salvación, eso que casi mata a la persona que más quiero en el mundo. Pero también estaba perfectamente consciente de que era lo único útil en por lo menos 5 metros alrededor.

Con los últimos destellos de adrenalina que me quedaban usé todas mis fuerzas para pegarle a la viga que había atentado contra mi vida.

No pude escuchar ningún ruido después del golpe, así que supuse que había perdido la audición completamente. Le volví a pegar, con menos fuerzas que antes.

Mis piernas temblaron, no tenía la capacidad de seguir parado por más tiempo.

Miré hacia la mujer detrás mío. Tenía los brazos abrazados a su pierna sana, mientras que la otra reposaba inerte, con la venda improvisada. Su cara estaba llena de polvo, y tenía raspones por todas partes. Su rubio cabello había perdido las perfectas ondas que siempre llevaba, y postura demostraba rendición.

Pero sus ojos... Sus hermosos ojos, cubiertos de lágrimas, me miraban con fe. Me miraban como si yo fuera su última opción antes de pasar para la otra vida.

No se como paso, pero de repente sentí como si una ola de fuerza me tragara, y le dí a la viga una vez más, y otra, y otra, y una última vez más, antes de caer en la oscuridad.

Una vez más había ido a parar al mundo de los recuerdos, pero como siempre, solo estaban los más tristes de todos. Aunque esta vez había sido uno de mis recuerdos más profundos.

Volví a ver su rostro. Inexpresivo.

Toqué sus manos, frías.

Mire su piel, su perfecta piel. Blanca. Blanca como la pura nieve, blanca como las nubes, un perfecto blanco, como el algodón. Pero aún así era blanco. El blanco que representa la nada mísma. El blanco que toman los cuerpos sin vida. Ese blanco que me daba tanto miedo ver en cualquiera de mis seres queridos.

Ese blanco que ahora ocupaba todo a mi alrededor, sea la sala de hospital, o su perfecto semblante.

DaimondiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora