Capitulo 8

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CAPÍTULO 8: Amanda

Amanda

No podía creer que la persona en frente mío era Eli. Su rostro tenía más forma, más carne, más color. No había forma de que se tratara de la persona con quien compartía no solo mi habitación, si no que también una amistad.

Su cabello era castaño, largo, con algunos de ellos más claros que los otros. Su color era ese que muchas mujeres buscan tener artificialmente, haciéndose reflejos y poniéndose productos, pero el de Eli era natural.

Aunque nadie la llamaba así. Ella no era Eli, era Elle(*), era otra persona.

Elle sonreía abiertamente, sus cachetes tenían una forma redondita, tierna y saludable. Sus ojos estaban llenos de luz, negros, profundos, atrapantes. Su piel, de un brillante color dorado, parejo y casi que perfecto. Su labios eran delicados, lisos y de un parejo color rosado, con un poco de brillos. En sus orejas tenía aritos pequeños, una perla en cada una, delicadas y simples, que hacían que su rostro brillara más, si eso era posible. Todo en su ser aparentaba gentileza, bondad, caridad y alegría.

Pero Eli... sus cachetes tenían hoyos como si se los estuviera mordiendo todo el tiempo, como si no tuviera la carne necesaria para rellenarlos, resaltando sus pómulos de una manera maléfica. Sus ojos oscuros, ensombrecidos, se asemejaban a fuertes muros del metal más negro y fuerte, evitando dejar ver que hay detrás, opacos, furiosos, con sed de venganza, imponentes y temerarios, con bolsas negras de cansancio debajo. Su piel ya no brillaba, y había perdido toda la calidez que tuvo en algún momento. Sus labios estaban resquebrajados, mordidos constantemente, paspados, pálidos y sin vida. Sus orejas habían sido perforadas múltiples veces, con aros de todos tamaños y formas, de acero inoxidable, sin ninguna perla o brillo. Y su cabello ya no era castaño y largo, si no que era, de un lado, corto por el hombro, negro con dejos de azul eléctrico, ondulado y agresivo; del otro lado, estaba cortado muy cerca de su cuero cabelludo, dejando solo uno o dos milímetros de cabello crecer. De ella emanaban aires de grandeza, orgullo, ferocidad, imponencia, superioridad, y sobre todo, lo que más se notaba, eran las sombras de su pasado.

Eran dos personas totalmente diferentes, pero al mismo tiempo se trataba de la misma persona.

De alguna forma ver la manera en que se trataban ellos dos me hizo recordar a cuando mi vida era más simple, cuando lo único que importaba era terminar el colegio para conseguir un trabajo y seguir contactado con tus amigos. Esos amigos que me habían ayudado a seguir adelante cada vez que caí, y que hace más de 2 meses no había visto, totalmente olvidado o ignorado.

Sentir la lengua de Elle en mi cara me sacó de mis pensamientos de Amanda y me metió más en los de Code.

Sentí la cantidad de cariño que sentía por ella, la felicidad que me generaba, y las ganas que tenía de estar todo el tiempo pegado a ella. Las mariposas se formaban en mi ser, mariposas que pasaban a ser elefantes intentando salir bailando por mi garganta. Los sentimientos que sentía eran imparables.

Eso era amor, y cómo es que todo esto había terminado, cómo había sido que estas dos personas tan cariñosas, jóvenes, divertidas, y diferentes habían terminado siendo guerreros sin sentimientos, condenados a la amargura de la guerra y la continua fatiga de entrenar, luchar y liderar.

Liderar, eso los cambió drásticamente.

En el siguiente gran salto lo entendí.

Habían pasado meses desde que Elle y yo habíamos empezado a salir secreta, y oficialmente.

La verdad era que no queríamos que nadie se entere porque una relación cercana es una razón para que nuestros líderes nos cambiaran de división. El amor genera distracciones, y más cuando no son relaciones de sangre.

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