capitulo 12

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CAPÍTULO 12:

Will

Miré por el vidrio de la puerta, esperando ver a Gina, esperando alguna señal de explicaciones, esperando a encontrar a alguien que pudiera usar por lo menos un poco de inteligencia para decirle a los recién llegados lo que pasaba.

Miré a Hens. Estaba devastado por nuestras mentiras, pero yo estaba aún peor. Sabía que mentir era algo que entre nosotros estaba prohibido, sabía perfectamente cuánto dolía que te mintieran, pero aún así, volvería a esconder todo este dilema, volvería a mantener secretos de él, lo volvería a hacer, pero lo que cambiaría sería que él se quedara lejos del peligro, peligro como en el que nos encontrábamos ahora.

Intenté seguir mirando, tranquilamente, pero la furia que emanaba de mí era insoportable. Me dirigí al otro lado de la habitación, toda totalmente blanca, al otro lado de este infierno de color pasivo, al otro lado de dónde se encontraba mi mejor amiga, ahora inconsciente, reposando en una estúpida cama blanquecina.

Todo. Todo tenía que ser blanco. Como si esto fuera un lugar pulcro, perfecto, intocable, pero... ¡Buenas nuevas! Aquí no hay más que sucios mentirosos, anormales e insensibles, y me incluyo entre ellos.

La rabia me carcomía, estaba seguro de que si me quedaba sentado en esa silla, que no era más que blanca, quedaría hecha cenizas, y no quería que Hens corriera el riesgo de quedar bajo llamas, otra vez, por mi culpa.

-Hens, lo lamento, pero ya no lo aguanto, tengo que largarme.-

-No puedes, la puerta está cerrada.- Dijo monótono, sin ni siquiera despegar la mirada de Andy.

Una punzada de dolor recorrió todo mi cuerpo. Verlo de la manera en que estaba me rompía en dos, y lo peor es que en ese momento no pude hacer nada más que recordar el momento en que besar a Andy parecía lo más tentador del mundo. Me pegué mentalmente.

Decidí no prestar atención a lo que mi amigo decía, ya era hora de usar mis habilidades para algo productivo.

Tomé el pomo de la puerta y lo apreté fuertemente, buscando mi fuente de calor. Y con suerte, pude derretir el cerrojo, sin causar ningún otro daño.

-Yo me voy a buscar respuestas.- Avisé antes de salir, esperanzado de que mi amigo quisiese venir conmigo, o que por lo menos levantara su mirada hacia mí. Nada pasó.

Cerré la puerta detrás mío, y retome el camino a lo que me dijeron era el "área común" también conocido como comedor. Había memorizado el camino al cuarto por si teníamos algún inconveniente, y agradezco mucho que lo hice.

Llegué, y con la mirada intenté encontrar a alguien de los superiores. Normalmente son fáciles de encontrar, tienen medallitas, o son rectos, usan boinas, y se visten de uniforme verde, pero estaba totalmente seguro de que esas descripciones no califican para los altos mandos de dónde sea nos encontrábamos.

-¿Quien es el líder?- Pregunté intimidantemente a una chica que pasaba frente a mí, y recién luego de que ella dirigiera su mirada, asustada, hacia mi fuerte agarre en su brazo, pude notar que la estaba lastimando.

La solté, e intenté pedir disculpas, pero las palabras no salían de mi boca. Esperaba ansioso la respuesta de la pobre chica que se había cruzado en mi camino. Atemorizada, no pudo responder con palabras, sino que señaló a una esquina del lugar cerca de 20 mts a mi frente, donde se encontraba un hombre, de aspecto militar al igual que casi todos en el lugar, de uniforme gris, al cuerpo pero no apretado, de por lo menos 1,89 mts.

Hubiera jurado que su semblante reflejaba tranquilidad y confianza cuando se encontraba pasivo, pero cuando me vió a mi.. Sus cejas se arquearon, fuertemente dobladas hacia el medio de su rostro. Unas arrugas se formaron en su frente, su cabello, corto al ras, había perdido todo toque de brillo que dos segundo antes había tenido, su boca se fruncía y parecían dos delgadas líneas tratando de desaparecer.

Pude notar un tatuaje de una especie de estrella en dónde se unían su oreja y su cuello, el cual me pareció muy conocido, pero no recordaba de dónde.

-¿Qué crees que haces novato? ¡Sabes perfectamente que las agresiones físicas están restringidas en el área común, al igual que ir por todos lados sin una placa de identidad! Tendrás 36 horas de trabajo en las afueras, y corregirás todo inmediatamente si no quieres que le baje la temperatura al agua cuando te toque el baño.-

-¡No sé quién carajo te crees que eres, o quien carajo crees que soy yo, pero a mi no me das ordenes inútil!- Grité a su estúpida y bien formada cara. Puede ser que me llevaba por lo menos cinco centímetros, pero algo hacía que no le tuviera miedo.

Una parte de mí se sorprendió de cómo me comportaba. Me sorprendí de cómo había cambiado, de como estas estúpidas anomalías me habían cambiado, pero aún así, no dejé que ni una misera pizca de lo que me pasaba saliera a la superficie.

-¡Cadete!- Reaccionó como lo que entendí como ofendido.

-No soy ningún estúpido cadete o siquiera novato. No sé quien mierda son ustedes, pero si no me dices te juro que quemaré hasta el último centímetro de este lugar, y dejame decirte que no tengo ningún problema haciendo un pequeño revoltijo.- Dije irónicamente.

El imbécil pareció asustado, más de lo que imaginaba, y fue cuando ví a dónde dirigía su vista cuando entendí por qué tanto miedo.

-Ah ¿Esto?- Jugué con él mientras levantaba mi mano. El general hizo un paso hacia atrás, alejándose del peligro inminente.

-No tienes idea de lo que eres capaz, apaga eso.-

-No hasta que me expliquen dónde carajo estoy y quien mierda son ustedes.- Amenacé embroncado.

Will, por favor baja tu mano. Lo escuché como si estuviera en mi cabeza.

No intenté siquiera seguir su recomendación, o así es como lo tomé.

Mantuve mi vista en el asustado general, y pude notar como ya la sala había quedado vacía.

-¡Wallowatz! ¡Es una puta orden! Lo haces o te juro que nunca volveré a hablarte en mi maldita vida.

Bajé la mano y me dí la vuelta.

Ver las ojeras bajo sus ojos me dio escalofríos, y de repente me sentí atemorizado por lo que acababa de hacer.

Amenace a un hombre, lo amenacé con prender fuego todo este maldito lugar, y lo pero esque nunca dudé de hacerlo.

El cansancio que emanaba... sus hombros caídos, su cabello despeinado, su pulcra vestimenta blanca toda arrugada, su postura derrotada... Pero lo peor de todo fue ver la vergüenza y humillación en su rostro, y saber que era por mí.

Caí al piso en mis rodillas, dándome cuenta de lo que había hecho, de cómo había actuado, de lo estúpido que fui al amenazar a la pobre chica cuando pude haber sido mucho más gentil. De lo ingenuos que fueron mis actos intimidando a quien todos aquí admiran y siguen. De lo idiota que fui al dejar a mi amigo con el corazón destrozado viendo a la persona que más ama en el mundo postrada en una cama con los ojos cerrados, dejándolo solo lleno de mentiras y decepciones, solo ahí, en medio de la penumbra blanquecina, sabiendo perfectamente en qué clase de pensamientos se metería.

Sufriendo, por mi culpa mi mejor amigo estaba sufriendo.

Y todo ese peso, todas esas preguntas, todas esas acciones idiotas cayeron sobre mis hombros, tirándome al suelo.

Pude notar los pasos de lo que reconocí como guardias, pero parecían más un equipo de contención de radiación, como si los fuera a quemar vivos... y si, yo hubiera hecho lo mismo.

-Hens ¿Que carajo me pasa?- Pregunté suplicante de una respuesta mientras me sostenían para dirigirme a lo que después conocí como gatsico, el infierno en la tierra.  

DaimondiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora