Destrucción de Sapporo huida hacia la vieja capital del imperio

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En medio de nuestra confusión habíamos perdido de vista a June quien según un lugareño... Bueno mas bien según lo que dijo Elizabeth que había le había respondido un lugareño se había subido en una limusina y se dirigían hacía el este de allí, mas específicamente hacia un templo.
Así que siguiendo las instrucciones que le habían dado a Eli llegamos a un templo hermosamente decorado para un festival el cual aparentemente se celebraba ese día por la noche un festival de invierno al parecer y tenía un corte religioso. Como sea llegamos hasta ahí, vimos a June en Kimono y con  sus rizos muy bien arreglados lo que por cierto no era nada común en la princesa de hielo; la solía llamar así aludiendo por supuesto a su apellido y a su actitud algo consentida y mal humorada a veces.
Empezaron a sonar tambores  y una especie de sacerdote empezó recitar cantos en algún idioma que ni siquiera Eli entendía debió ser algún tipo de pronto japonés o japonés antiguo puesto que no entendía lo que decían pero algunas cosas le sonaban parecidas como sea solo estoy divagando....
De repente un aura de color rojo  inundo la  atmósfera del lugar,  el cielo se oscureció y se lleno de nubes negras...¿Qué demonios estaba pasando?
—¡Algo anda mal!—. Y tenía razón esto no era normal... Bueno tampoco había que tener buena intuición para saberlo.
—Definitivamente—. No alcancé a decir nada más el ambiente te quitaba el aliento. Cuando empezó a temblar de las nubes se dispersaron dieron lugar a un sol negro no un eclipse... Un sol negro, proyectaba una luz negra, la tierra se empezó a desgarrar los edificios se empezaron a caer a pedazos de repente del agua salió un alarido;  un monstruo gigante emergió de ella; la criatura media unos 60 metros de altura, tenía alas como las de un dragón, cuerpo humanoide tenía, tres colas cuatro ojos y siete exactamente espina en su espalda.
—¿Qué demonios es eso?—. Elizabeth se sujetó a mí brazo... Esto era malo era muy malo... No de nuevo.
—¡Debemos hacer algo!—. Vi a June atacarlo sin dudar ni un segundo, tenía sus tessen y se movía con una agilidad casi felina, era capas de saltar por encima de todo el caos que provocaba la gente que había entrado en pánico. Trató asestarle un golpe, para el gran demonio era solo un mosquito la mando a volar con un aleteo de sus gigantescas alas. No pude esconderme más y fui a ver cómo lo estaba y Elizabeth no se apartó de mi ni un segundo... No podíamos separarnos si lo hacíamos la pequeña estatura de Elizabeth haría imposible encontrarla entre el caos y ella lo sabía.
—¿¡June estas bien!?—. Se veía muy confundida, cuando me veía acercarme.
—¿¡Que demonios  haces aquí Pette!?—. Estaba muy golpeada y su kimono se hacía ensuciado y aflojado.
—Bueno...—. Me miró seriamente con una ceja levantada y los brazos cruzados, estaba sentada en el pavimento.
—Yo también estoy aquí—. Eli estaba detrás mío y sujetada de mi abrigo yo la tapaba con mi espalda eso pasaba muy a menudo, solía usarme como escondite.
—Los seguimos a ustedes dos hasta aquí—. Le respondí mirándola desde arriba
—¿Ustedes dos?—. Se veía confundida y enfadada, no sabía  de lo que hablaba. No se había dado cuenta de que James la había estado siguiendo.
—Si, a ustedes dos...—, le respondí mientras Elizabeth le ayudaba a levantarse.—Hay cierto peliblanco que te ha estado siguiendo... Nosotros solo lo seguimos a él—. Bueno era la verdad a medias no le dije por que decidimos hacerlo, además dada la situación pareció lo más sensato.
—Ja... Jam... ¿¡James!?—. Se puso muy nerviosa cuando lo mencioné. No imaginó que él la vería en kimono.
—Exactamente, querida—. Le respondió  Elizabeth. Se empezó a escuchar su flauta de entre la multitud tratando de controlar al monstruo con su melodía al puro estilo de Hamelin... ¿Qué nadie vino aquí a relajarse?  Claro que esto no duró mucho... No sé, melodía no era la correcta tal vez.
Esto claro hasta que no se de dónde  rayos salió Leonard... Bueno hasta él sabe que un monstruo de  60 metros de altura y un sol negro no son buena señal para nada; empezó a atacar con su látigo fuertemente a la enfurecida bestia y la mantuvo a raya por un tiempo...¿¡ Qué rayos!? ¿ Acaso  Eli y yo éramos los únicos que venían de vacaciones? Hubieran visto mi cara cuando vi que Elizabeth no se donde demonios sacaba su espada y había empezado a tratar de mantener a la bestia a raya y esta no hacia mas que enfurecerse... Bueno más de lo normal...
—No voy a preguntar como rayos le hiciste para pasar esa cosa por el aeropuerto Eli, y mucho menos donde la llevabas todo este tiempo—. Estaba algo confundido todos tenían sus armas y yo era el único idiota qué no pudo pasar los controles del aeropuerto. A Eli pareció enfadarle bastante mi comentario y que me quedara viéndolos con cara de idiota pelear
—¡No seas idiota!—, exclamó desde lejos,—al menos dale un par de puñetazos—. ¿Cómo  pretendía que lo hiciera ?.. Eso aparentemente era mi problema.
—Ok, ok, no te enojes querida  ya voy—. No era buena idea contradecir a una chica con una espada en la mano, así que hice la mayor de las idioteces que alguien puede hacer... Pelear con alguien unas cuarenta veces mas grande y fuerte a puño limpio.
De alguna manera logre brincar hasta su cara y darle unos cuantos puñetazos antes de que esa cosa me respondiera igual y nos mandara a volar nosotros 3 y siguiera su camino destruyendo la ciudad en su camino habíamos quedado inconscientes, al parecer June y James corrieron la misma suerte al tratar de enfrentarlo de nuevo cuando despertamos toda la ciudad estaba arrasada... Esta cosa es más fuerte que Lilith... Bueno al menos era más grande, ella era apenas de 1.70 de altura. De repente una luz brillante salió del cielo  y se materializó en mi arco y mi carcaj... Eso explica de donde de dónde habían sacado los demás sus armas. Corrí hacía Elizabeth preparándome para disparar... A lo lejos vi a Miguel quien llevaba su pesada mano doble a la cintura. El monstruo se detuvo ante la imponente presencia del ángel, sin embargo no parecía molesto o nervioso; tenía en su rostro enorme y feo una sonrisa de superioridad y un aura de confianza rodeaba su cuerpo.
—¡Meliodas! Demonio traicionero ven acá  cobarde, mira que atacar a toda una ciudad para hacerme actuar... ¡La pagaras!—. Desenfundó su espada y se puso en guardia... Parecían conocerse de mucho antes... Otra cosa que nos estaban ocultando.
— Que egocéntrico, Miguel esta vez no venía por ti, ja, ja, ja. Mi maestro quiere a los niños, déjame llevármelos por las buenas. Hoy derrotaste a uno de mis monstruos, pero si me los llevo en este momento será por la buenas al menos—. Le contestó la bestia a Miguel con voz ronca y monstruosa. ¿ Uno de sus lacayos? Hay más de ellos por la ciudad quien sabe que otros desastres había regados por todo Sapporo.
—No hay nada que tengan estos niños que te incumba a ti, vete de aquí. Tú sabes que tus invocaciones no te dejan pelear contra mí ¡Lárgate en este instante!—, así que ese era uno de sus poderes... La invocación...¿ Cómo rayos funcionaba eso? — a todo esto... ¿Qué quiere mi hermano con los niños?—. Le preguntó Miguel al gran monstruo, este se limitó a sonreír de manera maliciosa. Me
—Elizabeth, ¿Estás bien, cariño?—. Le susurré sin dejar de apuntarle a Meliodas.
—Tranquilo... Yo soy niña grande—. Hizo su guiño de siempre acompañado de su sonrisa... Eso decía pero estaba llena de moretones en sus piernas y sus medias se habían rasgado. Recuerden que se estaba terminando de recuperar de sus heridas de la última vez. Por mi parte tenía una de las mangas de mi abrigo rasgada y me había abierto un labio.
—¿ Hacemos eso que estuvimos practicando ?—. Le pregunté sin dejar de apuntar... Antes no lo habíamos podido probar en batalla puesto que Lilith me había controlado. Ella se limitó a asentir con la cabeza y me dio su mano derecha... ¿Les había mencionado que es zurda?... Yo he aprendido ser ambidiestro. Cómo sea guarde la flecha con la que le estuve apuntando y acerqué mi mano a la suya, la sujeté firme y delicadamente tenía manos pequeñas que parecían muy frágiles, no obstante ahora con el entrenamiento tenían más fuerza que las mías. Cerramos nuestros ojos, nos enfocamos en sentirnos solo el uno al otro.
—De la luz estelar, del polvo de estrellas viene nuestro designio divino, hoy aceptamos nuestro destino y unimos nuestras almas. Hoy somos uno mismo. ¡Alma única! —. Habíamos estado  practicando esta técnica nos unía física y mentalmente el problema era que si uno se desmayaba o salía herido el otro también... Al menos sentíamos el dolor del otro.
—Bueno... ¿Será por las malas? Por las malas entonces, pero no digas que te lo advertí Miguel, acabas de condenar a tus discípulos—. Agitó sus alas y se puso en modo bestia de nuevo.
—¡Ahora!—. Lo atacamos al mismo tiempo, sentía la respiración de Elizabeth y el ritmo de mi corazón seguía al suyo sabía lo que estaba pensando iba a cortarle un ala al aparecerle por la espalda así que sin pensarlo dos veces empecé disparar una flecha tras otra entonces supe que Elizabeth ya estaba sobre él... Meliodas  ni siquiera se había dado cuenta de nuestra presencia las flechas solo se quebraban en sus rodillas... Dudo que una espada le haga algo... Elizabeth sintió mi duda y apareció  a mí lado
—Es inútil—. Dijimos al unísono era extraño estar en su mente podía ver sus inseguridades sus dudas, sentía su miedo a perderme, a no ser suficiente para mí. Podía ver solo lo que ella me dejaba.
—Todo depende del ojo del que observa —. Miguel se puso en guardia nosotros nos acercamos de manera imprudentemente por detrás  del gran Demonio.
—¡Chicos descarados no se metan!—. El gran monstruo batió sus alas y así de simple nos mandó a volar y nos noqueo...
Cuando desperté estaba muy lejos de donde estábamos, el aire era mucho mas cálido y mi cuarto era muy diferente al de un hospital o el del hotel en el que estábamos antes... Me dolía todo el casi no podía no moverme. Sentí un pequeño cuerpo a mi lado abrazándome delicadamente... Casi no sentía su brazo sobre mí ella olía a frambuesa.
—Eli despierta...  ¿En dónde estamos cariño?—. Le pregunté no sé por que supuse que ella lo sabía... Estaba algo desorientado ella se despertó con dificultad... Cómo siempre le costaba algo despertar... Es tan tierna.
—En Kioto—. Me respondió entre bostezos mientras se frotaba los ojos.
—¿Como lo sabes ?—. Le pregunté estando mejor ubicado tenía vendas en mi pecho y tenía un dolor de cabeza horrible.
—Llevas inconsciente varios días te Rompiste un par de costillas no te muevas mucho. ¿Si querido?... Siendo te sincera  el dolor que sentiste es demasiado para cualquiera créeme yo lo sentí—. Se levantó suavemente de la cama con esa delicadeza que solo ella podía tener.
—¿Y dónde están los demás ?—. Le pregunté asustado... Bueno James me daba igual pero June y Leonard me preocupaban.
—Están bien mi amor, tranquilo el mas accidentado fuiste tú. Relájate y quédate quieto por favor ya casi sanas—. Me dio un beso en la frente y me acarició el cabello. Unos días después, ya recuperado pude ver que en efecto el mas golpeado fui yo  me tope a Miguel... Tenía muchas preguntas que hacerle... Pero había una que me molestaba más que las demás... Al menos por el momento.
—¿Qué era lo que quería ese demonio en Sapporo?—. Le pregunté con tono serio, muchos secretos esconden estos Ángeles.
—El responsable de la destrucción directo de la destrucción de  esa ciudad no era un demonio... Era uno de los lacayos de Meliodas la personificación de la ira—, Me respondió mirando hacía arriba, —no tiene forma corpórea pero tiene capacidad de apoderarse de cualquier persona o creatura que tenga  emociones negativas, en concreto la ira y el enojo... Una creatura como la que viste solo siente eso—. Se sujetó la barbilla.
—¡ja, ja, ja! Qué curioso—.Claro el no sabía la coincidencia que esto era para mí y aunque ya lo había oído me pareció gracioso que lo dijera de manera tan natural. Me miro con una ceja levantada, muy serio. Yo agache la cabeza con el fin de que no me viera reír, evidentemente no funcionó.
—¿De que se ríe señor de angora? Esto es serio lo que buscaba a era  ustedes—, me sujetó de los hombros firmemente con la mirada estoica, sus ojos denotaban enojo.
—¿ A nosotros ?—, estaba algo incrédulo,—¿ Para nos querría?
—Si a ustedes, a su poder para ser específicos. Quería o bien hacer que se vayan con el o secuestrarlos y encerrarlos  para que no estorben—. ¿Nuestro poder? No podemos siquiera derrotar a un monstruo como ese. Menos a un demonio real Lilith ni siquiera tenía todo su poder cuando Elizabeth la derrotó.
—¿Qué nos escondes Miguel?—. Le pregunté al gran Ángel el me ignoró... Esa vez la iba a dejar pasar la próxima no. Secreto tras secreto en una guerra que no es nuestra y ahora somos lo que busca su enemigo... ¡Increíble! Me daba miedo perder a Eli solo por el capricho de seres superiores. Él como era de suponer me ignoró, fue como si no me hubiera escuchado.
—Vamos a tener que esconderlos de alguna forma; no podemos dejar que los demonios destruyan cada ciudad a la que van  por el momento el aura espiritual de esta ciudad nos esconderá—. ¿Aura espiritual? Así que por eso escogieron venir a Kioto. Esto era una locura.
Cómo sea cuando llegué a la habitación de Elizabeth, estaba sentada con la televisión encendida, y tenía lágrimas en los ojos... Según entendí llevaba dos días inconsciente; no sabía que estaba pasando.
—¿Qué pasa? No llores más por favor...—. Corrí hacia ella y le abracé.
—¡Todo este caos ha sido culpa nuestra Petter!—. Respondió entre sollozos... Y entonces lo vi; no entendía nada pero veía la destrucción que había en Sapporo, helicópteros volando, tratando todavía de apagar los incendios que aquél monstruo... Era una escena espantosa.
—¿¡Pero qué demonios!?—. Estaba en shock con lo que veía; la ciudad en la que habíamos estado ahora era un infierno...
—¡Miles de muertos, desaparecidos  y millones de personas en la calle y aún no termina!... ¡Las tuberías de gas explotaron hay gente atrapada en el metro!—, yo me limitaba a abrazarla, era realmente triste, aún peor era el hecho de que ella tenía razón y se sentía culpable. —¡ Todas esas personas murieron por nuestra culpa!—. Me partía el alma verla así... Yo quiero verla sonreír sin importar qué.
—No es nuestra culpa mi amor...—, le di un beso en la frente y le secaba las lágrimas a como podía,—esto es culpa de quienes nos metieron en esto, de quienes nos han quitado el libre albedrío... De quienes no nos han querido contar que somos... Y de que somos capaces de hacer—. Ella me abrazó y siguió llorando hasta que se quedo dormida en mis brazos... Algo me dice que todo esté tiempo se había estado conteniendo solo esperando a que yo despertara y cuando lo hice ya no tenía nada por lo que retenerse.

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