Capítulo 15

121 30 0
                                    


Es la 13:15 ya he acabado el recado que me mandó el señor Mills.

Después de pasarme toda la mañana buscando entre todos los archivos y clasificándolos uno por uno necesito un descanso.

Suspiro. La verdad es que no quiero ir a su despacho. Antes se portó como un auténtico idiota, y lo que menos quiero ahora es verle.

Llamo a Casey, mi jefe, con la esperanza de que pueda llevarle los archivos al señor Mills por mí.

-Hola, esto... Casey, ¿podrías llevarle unos documentos al señor Mills? Esque estoy algo ocupada con las nuevas incorporaciones.-miento, mientras hago un mohín, con la esperanza de que se apiade de mí y le lleve esos documentos a Nathan.

-Hola Audrey, claro no te preocupes. Ahora voy, dame dos minutos.-me contesta sonriendo.

Menuda suerte he tenido con Casey, a pesar de ser su ayudante me está enseñando un montón de cosas sobre el mundo editorial, y se lo agradezco.

Casey recoje los papeles, es la 13:25, genial. Nathan dijo antes de la 13:30 y eso se ha cumplido, el quién porta los papeles quizá no. Pero el tampoco especificó, o ¿si? Bueno no sé.

Aparto esa idea de mi cabeza y acabo de guardar los archivos que tengo abiertos en el ordenador.
Cuando me dispongo a cojer mi abrigo para irme a comer con Darek, como cada día, suena el teléfono.

Lo descuelgo y me lo llevo al oído.

-Audrey Swan ayudante del editor, ¿en qué puedo ayudarle?-contesto de manera eficiente. Sigue haciéndome gracia esta manera de contestar, pero en fin. Es el protocolo.

-Buenos días Señorita Swan, soy Kylie la secretaria del señor Mills. Me ha pedido que vaya inmediatamente a su despacho.-dice.

Mierda.

Mierda.

¿Qué querrá ahora?

-Vale... Gracias Kylie.-contesto.

Dejo el abrigo recostado sobre la silla, me dirijo hacia el ascensor, pulso la planta veintisiete y espero.

Las puertas se abren y salgo a trompicones.

-Cálmate Audrey, no va a pasar nada. Únicamente querrá hacerte alguna pregunta sobre los archivos.-me digo mientras repito la frase una y otra y otra vez para convencerme de ello.

Veo como una chica, la que creo que es Kylie me sonríe.

-Buenos días Señorita Swan, el señor Mills la espera, puede pasar.-dice haciéndome un gesto con la mano.

Llego hasta la puerta de su oficina y, con la mano en el pomo llamo a la puerta y espero a que me de el paso.

-Adelante.-oigo desde fuera.

Abro la puerta y me coloco enfrente de su mesa.

-Vamos Audrey, sea lo que sea. Tú puedes.-me animo.

El señor Mills tiene un codo apoyado en la mesa y sus dedos índice y corazón descansan suavemente sobre sus perfectos labios. Parece estar muy concentrado en la pantalla de su ordenador, con esa mirada fría que le caracteriza.

No puedo dejar de recordarme que si Nathan no fuera tan increíblemente guapo todo sería más fácil.

Lleva un impoluto traje azul marino, a juego con una fina corbata azul un poco más claro. Se ha quitado la americana y se ha remangado la camisa hasta los codos.

Malditos trajes. No puede venir a trabajar, emm... no se. ¿En chándal?

Parece cansado. Tiene la mirada distraída. No sé como afrontar la situación cuando estoy cerca de él. Simplemente el control que suelo tener, se evapora. Su simple presencia hace que me replantee los límites de mi cordura.

Suspiro profundamente.

No me doy cuenta del tiempo que me paso contemplándolo hasta que finalmente posa sus maravillosos ojos grises sobre mí.

-Cierre la puerta.-me suelta de sopetón.

Abro mucho los ojos por que me ha sorprendido su brusquedad y finalmente me giro y cierro la puerta.

Algo desconcertada, vuelvo hacia el centro del despacho y veo cómo se levanta y rodea su mesa. Se apoya en el escritorio sin llegar a sentarse del todo y apoya sus manos a cada lado de su cuerpo. Agarrando la madera.

Por primera vez me fijo en sus manos, y hay algo que me sorprende.

Tiene las manos llenas de pequeñas marcas sobre los dedos, y de derrames sobre los nudillos que parecen no haberse curado bien. Pero lo que de verdad me llama la atención son las enormes cicatrices que tiene en la muñeca derecha.
Que extraño. El señor Mills no para de sorprenderme. Y lo peor es que no se si para bien o para mal.

Nathan se da cuenta de que me estoy fijando en sus brazos y rápidamente une las manos al frente, entrelazándo los dedos.

Aparto rápidamente la mirada y la fijo en el suelo.

No puedo evitarlo, siempre que estoy nerviosa miro al suelo. Es como un mecanismo de defensa.

-¿Por qué mira al suelo?-me pregunta sacándome de mi ensoñación.

-Lo... lo siento. Lo hago siempre que estoy nerviosa, no puedo evitarlo.-le respondo casi sin voz.

¿Por qué me tiene que afectar tanto? Ésto es demasiado nuevo para mí, y la verdad es que no se como controlar la situación.

-¿Por qué no me trajo los archivos cómo le pedí que hiciera?

Vaya. Y ahora que le digo. ¿que no quería verle? ¿que quiero evitarle a toda costa?

Con la vista todavía en el suelo contesto:

-Lo siento, tenía que acabar las nuevas incorporaciones. Y creía que no me daba tiempo asique decidí preguntarle al señor Blank si podría acercarle él los archivos.-respondo.

Nathan se acerca a mí, pone su mano sobre mi mejilla y suspira.
Cierra los ojos. Y cuando vuelve a abrirlos ahí está otra vez. Esa calided. Esa electricidad que se forma entre nosotros.

-¿Qué me estas haciendo Audrey?-me pregunta.

Abro mucho los ojos porque básicamente no se como procesar lo que está ocurriendo en este momento.

-Yo... lo... lo siento señor Mil...

Y antes de darme cuenta, Nathan me coje en brazos y me lleva contra la pared de su despacho. Toma mi cara entre sus manos y me besa. Vuelvo a sentir como sus perfectos labios encajan perfectamente sobre los míos.
Me besa de manera salvaje, despertando mi cuerpo y, haciendo que me muera de ansias por él.

Suspiro contra sus labios cuando noto su mano subir desde mi rodilla, por encima de mis pantalones, hasta mi muslo.

-Audrey...

Llaman a la puerta y Nathan y yo nos separamos al instante. Nos miramos directamente a los ojos, mientras él se encamina a la puerta.

La abre y aparece Casey.

-Señor Mills ya tengo los...-me ve y se queda callado.- Vaya, lo siento, no sabía que estabas reunído, vendré después.-continúa, y , sin esperar contestación. Coje la puerta y se va.

Caigo en la cuenta de lo que podría haber pasado si Casey no llegase a aparecer.

Mierda Audrey.

Mierda. ¡Joder!

La mirada de Nathan vuelve a ser fría como el hielo, y yo vuelvo a mi estado de confusión e inseguridad.

Se sienta en su silla y tras dedicarme una mirada con un deje de tristeza, vuelca la mirada en su ordenador.

Con los ojos anegados por las lágrimas, me apresuro a salir del despacho de Nathan lo más rápido que puedo, justo cuando me intenta agarrar, me zafo de él y evitando que me vea llorar. Me voy.

Me voy, sabiendo que no quiero irme.

Por que sé, que dónde quiero estar, es dónde estaba hace cinco minutos.

Entre los brazos de Nathan.

Todas las noches en las que el cielo se vuelve grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora