Capítulo 19

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La mañana siguiente se hace lo más tediosa posible. Documentos, archivos, papeles... ¿Me he muerto ya?

Voy al despacho de Casey para preguntarle un par de dudas sobre los documentos y cuando entro en su despacho veo que está reunido con Nathan.

Oh vaya, genial. Comenzamos el día de una manera productiva.

-Vaya, lo... losiento. Volveré después Casey.-me giro y me encamino a la puerta.

-No, espera un momento Audrey, toma-me tiende unos archivos.- ¿Puedes redactar las cartas de admisión del mes que viene por favor?-me pregunta mientras se levanta para acercarme los papeles.

Al levantarse se le caen las gafas al suelo.

Instintivamente y bajo la atenta mirada de Nathan, me agacho, las recojo del suelo, las limpio con el bajo de mi camiseta y se las tiendo amablemente a Casey.

-¿Mejor?-inquiero.

-Sí, gracias Audrey.-contesta amablemente mientras me sonríe.

-Señorita Swan, dos cafés.

Ordena el señor Mills moviéndose sobre su silla.

¿Disculpa? Mi trabajo no es traerles café, aunque no me importa hacerlo, pero no sé, espero un <<porfavor>> o un <<gracias>> almenos.

Al ver el gesto de mi cara, Nathan vuelve a hablar

-Supongo que aparte de perder el tiempo en horario de trabajo, podrá traernos al señor Blank y amí dos cafés.-comenta de manera presuntuosa.

¿Pero éste quién se ha creído que soy? ¿Su asistenta personal? ¿Por qué tiene que ser tan capullo?

Le miro fijamente y sus ojos están endurecidos. Vale, sé que está enfadado, pero tengo esa sensación de que ese enfado tiene que ver conmigo y no sé que he podido hacer para molestarlo de esta manera.

Me gustaría gritarle que yo no soy la asistente personal de nadie. Pero no quiero montar una escena delante de Casey.

-Ahora mismo señor Mills.-musito mientras salgo por la puerta.

Voy de camino a la sala de descanso mientras pienso de cuantas maneras diferentes podría envenenar el café del señor Mills. No me puedo creer que me haya tratado así. Me siento fatal.
Aunque, no es la primera vez que se comporta como un auténtico gilipollas y está claro que esta no será la última.

En parte debo agradecerselo, mientras estoy pensando en como matarlo, no pienso en las ganas que tengo de que me vuelva a besar.

Regreso exactamente doce minutos más tarde con dos humeantes cafés sobre una simple bandeja.

Cuando entro los dos se callan y, aunque finjo que no me doy cuenta, noto como la fría mirada gris de Nathan me persigue por la habitación mientras coloco el café de Casey sobre su escritorio

-Muchas gracias Audrey, eres un sol.-comenta Casey.

-No tiene por que dármelas, al fin y al cabo, es mi trabajo.

Sonrío tímidamente, y Casey me devuelve la sonrisa.

Con menos cuidado, coloco el café de Nathan Mills sobre la mesa.

-Su café, señor Mills.

Mi voz es fría y brusca. Ahora mismo no quiero ni mirarle.

Estoy esperando un <<gracias>> de su boca, pero únicamente se limita a asentir.

Malhumorada, vuelvo a mi despacho, me dejo caer sobre la silla y me sumerjo en la cantidad de trabajo que tengo esta mañana.

Suena el teléfono.

Descuelgo.

Todas las noches en las que el cielo se vuelve grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora