Prólogo.

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Prólogo.
31 de diciembre del 2014.

Las calles neoyorquinas cobraban vida propia, más de la normal, la noche de víspera de año nuevo. La gente parecía llenar cada rincón de la ciudad, con el ánimo y espíritu de poder comenzar todo desde cero, despidiendo el año en grandes fiestas y celebraciones. Norman y yo, en cambio, sólo nos dedicábamos a contemplar esa escena en lejanía, desde la azotea del edificio del cual ambos éramos residentes.

Perfectamente podríamos habernos hallado en algún bar de la zona o inclusive en Times Square, pero los motivos para celebrar no eran suficientes. Básicamente, porque nuestro año había sido un desastre de comienzo a fin. Norman, por su parte, había terminado su relación con Cecilia sólo hace un par de semanas y yo, por otro lado, me encontraba enfrentando una tonelada de problemas conmigo misma.

Gruñí, frustrada, cuando noté que la pequeña radio que había subido conmigo no pensaba funcionar, mas le dejé de tomar importancia cuando vi a Norman, afirmado al borde de la terraza, mirando su alrededor con melancolía. Tomé mi copa y, dando un suspiro de tristeza, caminé hacia él.

—No te cuestiones tanto, Norman. —Susurré, llamando su atención y él me miró, alzando las cejas.

—Ha sido un año difícil. —Se justificó, jugando con el vaso de whisky que bebía.

—Lo sé, pero, podemos comenzar de nuevo.

Asintió, despacio y luego volvió a prestar su atención a las luces de la ciudad, con la misma mirada tortuosa de unos segundos atrás. Odiaba verlo así, castigándose por algo de lo que no era culpable, sufriendo por algo que simplemente no funcionó.

—Hagamos algo —Propuse y Reedus frunció el entrecejo, confundido—. Si en cinco años más seguimos solteros, nos casaremos —Escuché la risita que soltó y golpeé su hombro con suavidad—. Hey, hablo en serio, idiota. Así no nos quedaremos solos por siempre, ¿qué te parece?

—¿Estás segura de que querrás casarte con un anciano de cuarenta y ocho años, Blair? —Cuestionó, viéndome con curiosidad—. Tú apenas tendrás treinta y tres.

—¿Y? —Pregunté de vuelta, encogiéndome de hombros—. Si a los treinta y tres no encuentro al amor de mi vida, con la única persona que desearía estar es contigo, Normie. Eres mi mejor amigo.

—Está bien —Suspiró y recostó su cabeza en mi hombro—. A mí también me gustaría estar contigo.

Y la radio, finalmente, no fue necesaria, pues desde donde estábamos logramos escuchar, perfectamente, a la multitud contando los diez últimos segundos del año.

Diez, nueve, ocho.

—Es una promesa, Blair. 

Tomó mi copa y la dejó a un lado, para después sujetar mi cintura con suavidad. Parpadeé, nerviosa, ya que, nunca antes habíamos experimentado una cercanía como tal. Pegó su frente a la mía y relamió sus labios, atontándome, si es que era posible, un poco más.

Siete, seis, cinco, cuatro.

—Dicen que debes besar a alguien a las doce. —Musitó y asentí—. No-no te molesta, ¿verdad?

Me reí ante su nerviosismo, negando con la cabeza. Envolví mis brazos en su cuello e incliné mi rostro, rozando nuestras narices en aquel movimiento. Sus labios sonrieron a los míos, sabiendo que, en un instante, estarían unidos.

Tres, dos, uno.

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Como ya estoy por terminar mi otra historia de Norman, empiezo a subir esta antes, para no sufrir tanto con el vacío emocional jajaja. ¡Espero que les guste!

Miss Nothing - Norman Reedus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora