Veinticinco.

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25.
4 de febrero del 2016.

—Mañana es el gran día, Blair —Gerard comentó, frotando la palma de sus manos, ansioso, y recordándome que el juicio en contra de Paul Fields sería en menos de veinticuatro horas—. ¿Qué tal si vamos por un café y repasamos tu declaración?

Asentí, rápidamente, y caminé hasta el elegante perchero que estaba en la esquina de la habitación. El día estaba frío y, como abrigarme era una misión suicida y pescar un resfriado no estaba dentro de mis planes, tomé un par de guantes, una bufanda y un abrigo. Toso esto sin darme cuenta de lo entusiasta que actuaba, hasta que Gerard lo hizo.

—¿Por qué tan feliz, Blair? —El abogado me cuestionó, arqueando una ceja y observando con diversión cómo canturreaba mientras me colocaba el abrigo para salir.

—¿Por qué no estarlo, Gerard? —Le respondí con otra pregunta, sin desprender la sonrisa de mis labios.

Preferí omitir el hecho de que había estado con Norman ayer por la noche, pues sabía que aquello no le agradaría. Al fin y al cabo, él se había vuelto un buen amigo y lo que menos quería era herir sus sentimientos.

Rhodes rio, con ganas, negando con la cabeza y suspiró, sólo observándome.

—Vamos, bonita.

Bajamos por el elevador conversando temas banales y aunque él se encontraba contándome una anécdota bastante emocionado, debía confesar que, apenas llegamos al lobby, perdió mi total atención. Y es que, no importaba qué tan buena fuera aquella historia, porque toda mi concentración se había enfocado en Norman, apenas lo vi junto a la mesa de recepción.

—Norman. —Musité, sin poder ocultar la estúpida voz de enamorada que coloqué.

Volteó a verme y sonrió. El actor se acercó a mí, a la brevedad, y, sin siquiera prestarle atención a la presencia de Gerard, enrolló sus brazos en mi cintura y besó con ternura mis labios. Yo, disfrutando de su tacto, sentía que me derretiría en ese mismo instante.

—Te he dicho que vendría. Aquí estoy. —Susurró contra mi oído y yo mantuve mi rostro escondido en su pecho—. Te amo.

Antes de que pudiera responderle, un incómodo carraspeo de garganta de Rhodes nos obligó a separarnos. Y eso era lo que menos quería, pues, significaba que, ahora, venía la parte incómoda.

—Norman, él es Gerard, mi abogado —Le presente, enganchando mi brazo al suyo—. Gerard, él es Norman, mi... Norman —Repetí. A estas alturas ni yo sabía qué éramos Norman y yo—. Bueno, creo que ya se conocen de...

—El estacionamiento. —Reedus completó la oración antes que yo misma pudiera hacerlo, con un serio tono de voz.

—Cómo olvidarlo. —Comentó Gerard, mirando a Norman fijamente y, a la vez, aumentando la ya perceptible tensión que se estaba acumulando en el ambiente.

Tosí con incomodidad, después de varios segundos en silencio, y, cumpliendo mi objetivo, logré despabilar a los dos hombres, quienes se miraban con actitud desafiante.

—Blair y yo íbamos por un café, Norman —Mi abogado le contó—. ¿Te nos unes? —Ofreció y Norman sólo soltó una carcajada.

—Por supuesto.

***

Incómodo. Incómodo. ¡Incómodo!

Gerard, Norman y yo habíamos llegado recién hace unos minutos, a una cafetería que se encontraba a unas cuadras del hotel. Una amable mujer tomó nuestros pedidos y tardó sólo unos minutos en prepararlos. Sin embargo, mi apetito se había esfumado con la notoria rivalidad —generada casi de manera instantánea— entre Rhodes y Reedus.

—Entonces, Norman, supe que estabas comprometido. —Fue lo primero que Gerard dijo, luego de que nuestros cafés llegaran a la mesa.

Supuse que después del encuentro en el estacionamiento se había encargado de buscar información sobre Norman, pues yo nunca le había comentado tal detalle.

—Estaba. —El actor aclaró, rodeando mi espalda con su brazo y acercándome a él. Pegó sus labios a mi mejilla, en una evidente intención de "marcar territorio" y fruncí el ceño. ¿Realmente era así de inmaduro?

—Entonces... cuando mencionaste que Blair era el amor de tu vida, ¿lo hiciste estando comprometido con otra mujer?, ¿qué diablos, viejo? —Rhodes rio, divertido, mas no logró causar gracia absoluta ni en mi ni el actor.

Mi mano apretó la de Norman, tratando de calmarle, pero no fue suficiente.

—Como pareces no haber entendido, lo diré otra vez —Espetó el ojiazul, con prepotencia, y me tensé—. Blair es el amor de mi vida —Aseveró y el rostro de Gerard se tensó— y, sólo por si no lo has notado, yo soy el de ella, ¿no es así, bebé?

Miss Nothing - Norman Reedus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora