31.
5 de junio del 2016.
Tarareo una tonta canción que se me ha pegado de la radio, mientras meto el motón de libros dentro de la caja, sin prestarle mucha atención al asunto. Parece increíble, que sólo falta esta caja, para que el departamento quede completamente vacío.
Me detengo, de manera abrupta, cuando entre tantas hojas, cuadernillos y otros, hallo un álbum de fotografías que yo misma había llenado un poco después de la muerte de Craig. Pese al miedo de angustiarme, lo abro y reviso una a unas las fotos que mi hermano alguna vez había tomado y yo imprimí a modo de recuerdo. Mis dedos se deslizan con suavidad sobre la última imagen que él capturó antes de morir; esa mañana de su cumpleaños, cuando yo le regalé aquella cámara que tanto deseaba y a modo de prueba, nos fotografió a Norman y yo. Sonrío, atontada, al recordar ese momento. Estaba tan nerviosa por tener a Reedus cerca de mí, que con suerte podía posar con tranquilidad.
Doy un pequeño saltito, de susto, y abandono mis pensamientos, cuando siento unos fuertes brazos envolver mi cintura. Su risa, maliciosa, en mi oído es mi bienvenida a la realidad.
—Preciosa —Norman susurra—, ¿ya estás lista? El camión nos espera abajo.
—Esta es la última caja —Murmuró y luego le muestro la foto que tengo en mis manos—. Mira, ¿te acuerdas de esto?
—Por supuesto que sí —Sonríe y luego suelta una carcajada—. Estaba jodidamente nervioso, no sabía si pararme quieto a tu lado o rodearte con el brazo.
—Y me rodeaste con tu brazo —Susurro y suelto un torpe besito en su hombro—. Um, ¿por qué eres tan fuerte? —Me cuestiono, volteando y abrazándolo, aprovechando para hundir mi rostro en su cuello. Su cuerpo es tan fuerte y parece de metal, haciéndome sentir debilucha a su lado.
—Para protegerte, bebé. —Musita y me rio, nerviosa. Así es, aún logra ponerme los pelos de punta con sus cursilerías.
—¿Y-y cómo te agradezco que me protejas? —Balbuceo y él sabe a lo que voy.
—Bueno, cuando lleguemos a casa, te quitaré toda la ropa y...
—Um, señor y señora Reedus.
Ambos alzamos la vista, avergonzados, cuando, a la entrada de la habitación uno de los muchachos de la mudanza nos llama la atención. Norman se ríe y yo sólo me tapo la cara, más roja que un tomate.
—No es señora Reedus. Es señora Scott. —Aclaro y el ojiazul bufa.
—No entiendo por qué no has querido cambiarte el apellido. —Me regaña, con los ojos entrecerrados.
—Ñe. —Le contesto, ahora yo sacándole la lengua.
—¿Sólo falta eso? —Pregunta el muchacho, algo cohibido, y asentimos, recordando que está allí. Él se acerca a nosotros y en menos de un minuto logra empacar todo, mucho más eficiente que yo.
Bajamos en el ascensor con algo de melancolía; este edificio había sido de bastantes hitos importantes en nuestras vidas, tanto buenos como malos, y era difícil cerrar esa etapa de nuestras vidas. Sin embargo, de todos modos, toda esa nostalgia se esfumaba cuando recordaba que nos esperaba algo mejor.
Despedirnos de Mark fue triste, por supuesto, pero le prometimos que cuando estuviésemos en la ciudad pasaríamos a verle. El anciano siempre había sido un buen amigo y era por eso que se había ganado un espacio en nuestros corazones.
Al salir, la tibieza del sol invadió mi piel. Era un cálido día de verano en New York, con toques de frescura que le daban movimiento al vestido que llevaba puesto. Era un día perfecto. Norman tomó mi mano, mientras caminábamos al vehículo y besó mis nudillos, antes de dirigirse al asiento del conductor. Yo, por mi parte, me estiré antes de subir al automóvil: nos esperaba un largo viaje a Georgia, el lugar donde mi esposo y yo residiríamos de manera permanente, dejando atrás todo lo malo.
—¿Está segura de esto, señora Reedus? —Me pregunta, bromeando.
—Más segura que nunca.
Asiente, tan feliz como yo, y pone en marcha el vehículo.
Y, así, emprendemos rumbo a Senoia. Rumbo a nuestra felicidad.
***
Y. SE. ACABÓ. (queda el epílogo) quétristeza
Creo que esta ha sido una de las historias que más he disfrutado escribir, en serio, creo que llegué a encariñarme con Norman y Blair :(
Muchas por leer y hacer esto posible <3 son lo mejors
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Miss Nothing - Norman Reedus.
FanfictionNorman y yo éramos tal para cual, sólo que él no lo veía.