Dieciséis.

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16.
18 de septiembre del 2015.

¿Estás segura de esto, Blair?

Sacudí la cabeza, intentando ahuyentar aquellos cuestionamientos que mi cabeza no paraba de hacerse. Y es que, podía seguir preguntándome una y otra vez si estaba totalmente segura de lo que iba a hacer, mas, sin importar cuál fuese la respuesta, ya no había tiempo para arrepentimientos. Paul pasaría por mí en menos de treinta minutos y todo acabaría, de una buena vez por todas.

Todo estaba listo y ahora sólo me quedaba esperar a que Fields pasara por mí. El pasaporte y el pasaje de avión yacían en mi pequeño bolso, junto con mi teléfono y el resto de mis documentos. Gareth y yo huiríamos a Los Ángeles tan sólo en un par de horas y más y ese sería el nuevo comienzo de mi vida. Pero mi corazón, parecía no querer entenderlo.

Pasé las manos por mi rostro, frustrada, y si bien me repetí una y otra vez no hacerle caso a mis impulsos, cuando salí de mi departamento supe que no había manera de detenerme. Necesitaba verificar que lo que iba a hacer era lo correcto. Necesitaba que él me lo dijera.

Toqué el timbre sólo una vez y él abrió a la brevedad. Norman parpadeó un par de segundos, cuando me vio, evidentemente tenso ante mi presencia.

No tuve que preguntar para que me dejará entrar a su departamento, ya que, solo se hizo a un lado, permitiéndome avanzar hasta su sala de estar. Di unos pasos, tambaleantes, y volteé a verlo, sin esforzarme por ocultar esconder la angustia que permanecía impregnada en mi rostro.

—Yo-yo me iré. —Balbuceé y él me miró con confusión—. Esta noche me iré y no volverás a verme, Norman —Sus ojos me mostraban una extraña mezcla de enojo y tristeza, la cual yo no lograba explicarme—. A menos que tú me digas que no me vaya.

Se mantuvo en silencio, evadiendo mi mirada y respirando fuerte. Sus manos se empuñaron y, aunque no sabía lo que pasaba por su cabeza en ese instante, podía apostar que se enfrentaba a un gran dilema.

—No puedo, Blair, no pue... —Murmuró, luego de unos segundos que parecieron minutos, ahogado, como si sus palabras le hirieran, al salir de su boca.

—S-sí puedes. —Musité, desesperándome, sintiendo cómo el nudo en la garganta se me tensaba aún más—, sólo tienes que...

—¡No puedo, maldita sea! —Repitió, esta vez exaltado, con el pecho levantándosele y contrayéndosele rápidamente.

—Dijiste que me amabas. —Lloriqueé, llevándome una mano al pecho.

—Le he pedido a Julia que sea mi esposa. —Confesó de repente, interrumpiéndome, y me callé en seco. El corazón se me estremeció, tan intensamente que sentí que moriría. Agaché el rostro por un instante y luego lo levanté, con las lágrimas ya deslizándose por este, sin control alguno—. Blair... esto es lo mejor para ti. —Susurró, con los ojos cristalizados, y negué con la cabeza.

—Gra-gracias, Norman —Articulé, apenas, con una dolorosa sonrisa en mis labios—, me has dejado muy claro lo que tengo que hacer.

No sé si dijo algo más después de eso, porque escapé de ahí tan rápido como pude. Entré a mi departamento, secando las lágrimas e intentando detener tales sollozos. No me costó tanto, después de todo, ya que, fueron las constantes llamadas perdidas y el inusual mensaje de voz de Gareth, que hallé en mi teléfono, las que lograron hacerme volver a la realidad.

Blair, mierda, tienes que salir de tu departamento ahora. —La voz de Gareth sonaba agitada, como si estuviese escapando de algo— Paul... mierda, Paul ha descubierto todo —Dijo y mi corazón se detuvo—. No sé cómo, pero sabe quién eres y por qué estabas con él. También saben sobre mí, y nos están buscando, Blair. Escúchame, ellos van por ti, debes huir. ¡Sal del departamento ah...!

Y antes de que pudiese continuar, el ruido de un disparo logró detener la voz de Wolf. Mis manos temblaron y por más que intenté llamar al número de Wolf, no obtuve respuesta alguna.

—Mierda, mierda, mierda. —Murmuré, sintiéndome al borde del colapso.

Tomé mi bolso y mi chaqueta, sin saber aún a dónde escaparía. No podía darme el lujo de esperar el elevador, así que corrí abajo, lo más rápido que pude, por las escaleras. Mark se despidió de mí, con una amable sonrisa y Julia, quien venía entrando al edificio, también me saludó de manera cortés, sin embargo, yo no fui capaz de responderle a ninguno de los dos.

Alcancé a avanzar casi dos cuadras, cuando logré divisar un taxi que, de seguro, podría llevarme al aeropuerto. Alcé mi brazo, con agonía y sonreí cuando el chofer del vehículo me divisó. Disminuyó la velocidad, a medida que su distancia a mí disminuía, pero, antes de que pudiera abordarle, el ensordecedor ruido de un disparo le detuvo.

Mis ojos se abrieron y, casi por inercia, llevé una mano a mi vientre. Admiré la sangre que desprendía de éste y supe que era el fin. El maldito fin había llegado.

Ya no podía escapar, era tarde. Ellos ya me habían encontrado.

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No me odien, yo las quiero.

Miss Nothing - Norman Reedus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora