Once.

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11.
21 de julio del 2015.

"Blair, por favor, respóndeme... necesitamos hablar."

Miré la pantalla del teléfono celular que cargaba en mi mano y suspiré, frustrado. ¿Cómo era posible que, viviendo en el mismo piso, no hubiera logrado coincidir con ella dentro de estos malditos cuatro días?

Cuando Julia no estaba en el departamento, me la pasaba junto a su puerta, tocando el timbre una y otra vez, esperando a que, en algún momento, ella se dignase a abrirme, pero parecía como si Blair ya no viviese ahí, pues nunca obtuve respuesta. Lo mismo sucedía con las llamadas telefónicas y los mensajes de texto; todos terminaban siendo un rotundo fracaso.

-Amor, ¿fijaste el horario de los vuelos?

La voz de Julia me despertó de los pensamientos que revoloteaban en mi mente. Sacudí la cabeza, volviendo a la realidad. Volteé a verle y me sonrió, con dulzura, mientras acomodaba las dos copas y la botella de vino sobre la mesa.

-Aún no. -Respondí, apenas.

Frunció el ceño, sin entender mi respuesta, y sabía que preguntaría el porqué de ella. ¿Cómo explicarle que yo no pensaba volver a Georgia, no sin antes haber solucionado las cosas con la mujer que amaba pero que no podía tener?

-No he ido por la correspondencia. -Fingí recordar, antes de que ella pudiese decir algo. Besé su mejilla cortamente y le avisé-: Voy y vuelto.

Salí del departamento y miré hacia su puerta. Probablemente no estaba, me imaginé, y mi alma se angustió, de tan sólo imaginar dónde y, peor, con quién estaría en esos instantes.

La recepción estaba vacía, a exceptuar de aquel hombre que trabajaba allí desde hace una buena cantidad de años. Me acerqué hasta el mesón donde se ubicaba y apoyé, divertidamente, mis brazos sobre esta.

-¿Qué hay, Mark? -Le saludé, a lo cual él respondió con una animada sonrisa-. ¿Ha llegado alguna cosa?

El anciano asintió y, antes de que pudiera entregarme el correo, fijó su atención en la persona que pasaba por la recepción, despidiéndose de ella.

-Buenas noches, Señorita Scott.

Escuchar su apellido me hizo voltear, buscándola, de manera instantánea y desesperada, como un idiota. Caminaba hacia la salida del edificio, con un vestido negro resaltando la figura de su cuerpo y una chaqueta de mezclilla que le cubría de la suave brisa del verano.

-¡Blair! -Le llamé.

Siguió caminando, mas se detuvo en la entrada del edificio y miró su teléfono celular. Se cruzó de brazos y aunque trató de ignorar mi presencia, no se lo permití.

-Tenemos que hablar -Musité, sin embargo, ella parecía no prestarme atención-. ¡Blair, por la mierda! -Grité, perdiendo la paciencia, y al fin me miró, con el ceño fruncido, evidentemente molesta-. Me voy a Georgia en unos días ... no volveré hasta un par de semanas. No quiero irme y que estemos así. -Confesé, con la ansiedad apoderándose de mí.

Sus ojos me veían con una expresión indescriptible, entre tristeza y enojo, y me partía el corazón saber que yo era el responsable de esas sensaciones.

-Norman -Susurró, luego de unos segundos en silencio, como si hubiese estado pensando en lo que iba a decir, antes de hablar. Al menos me está hablando, pensé-, no sé qué es lo que necesitas explicarme, porque creo que ya tengo todo más que claro. No sientas lástima de mí, Norman -Pidió, con la expresión del rostro ablandándosele-, por favor. E-estoy bien -Dijo, y por primera vez, desde esa estúpida pelea, ella me sonrió-. Estamos bien así, es lo mejor.

-¿De-de qué estás hablando?

-Tú por tu lado y yo por el mío. -Sentenció, finalmente.

-No tiene por qué ser así, Blair. Sólo déjame explicártelo, preciosa... -Supliqué y pude ver cómo sus ojos se cristalizaron, un poco, cuando le llamé con ese apodo.

-¿Acaso no lo ves Norman? -Me preguntó, luego de soltar una carcajada llena de dolor-. Yo quiero que sea así.

No le alcancé a refutar, cuando un auto negro se detuvo justo en frente de nosotros. Mis manos se empuñaron como por arte de magia, cuando divisé a Gareth Wolf en el asiento del conductor. Una parte de mí quería suplicarle que se fuese con ese imbécil, a donde sea que fuesen, pero sabía que no me escucharía.

-Blair...

-Di lo que quieras, haz lo que quieras -Sonrió, encogiéndose de hombros, antes de voltear y subir al auto que le esperaba-, en verdad, ya me da igual. Buenas noches, Norman.

Miss Nothing - Norman Reedus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora