Trece.

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13.
15 de septiembre del 2015.

           

Mis pasos hacia el baño fueron rápidos, tan acelerados como mi corazón. Las lágrimas se acumulaban en mis ojos, sintiéndome harta y asqueada de los toqueteos que Paul me había dado minutos atrás, mientras en mi interior, intentaba contenerme, consolándome con la esperanza de que, pronto, todo acabaría.

Me adentré en el estrecho pasillo del local, a metros de donde Gareth y yo habíamos acordado encontrarnos, sin embargo, no fue mucho lo que alcancé a avanzar, cuando algo me detuvo, de golpe. Me acorraló rápidamente contra la pared, sujetándome de los hombros, y bastaron un par de segundos para que yo me perdiera en la inmensidad de sus ojos.

Parpadeé unos instantes, preguntándome qué hacía Norman aquí, en el mismo club que yo, sin embargo, sus bruscas palabras me despertaron de aquel trance.

-¿Qué mierda crees que estás haciendo, Blair? -Fue lo primero que preguntó y temblé.

-Su-suéltame. -Balbuceé, apenas. Claro estaba, que no podía explicarle todo el plan que estaba llevando a cabo.

-¿Qué mierda estás haciendo con Paul Fields? -Cuestionó, otra vez, mas no respondí.

-¡Blair!

La voz de Gareth acercándose a nosotros, como una especie de salvación, fue aquella que interrumpió aquella especie de discusión que el actor y yo estábamos teniendo. Pero para Norman, fue todo lo contrario, pues apenas reconoció a Wolf, pareció indignarse aún más.

-¡Ah, y también estás con este imbécil! -Exclamó Reedus, furioso y moviendo los brazos con efusión.

Gareth apartó a Norman de mí, actuando con calma, pero también de una manera amenazante. No lo suficiente amenazante, de todos modos, porque Norman no mostraba comprender el hecho de que él no tenía ningún poder sobre mí.

-¡Tú y yo nos vamos ahora, Blair! -Espetó, como si yo debiese obedecer cada una de sus palabras.

-¡Basta! -Chillé, apuntándole con el dedo, y aunque intentó acercarse a mí, nuevamente, lo empujé con brusquedad-. ¡No te metas en mi maldita vida, Norman, porque no eres parte de ella! Por favor, sólo... sólo déjame en paz. -Musité.

Quizás vio el dolor que reflejaron mis ojos en ese instante, pues sólo agachó la cabeza, con el pecho aún algo agitado y sus manos empuñadas. Mi corazón no pudo evitar afligirse, en ese instante, al verlo así de débil frente a mí.

-Vámonos de acá. -Murmuré a Gareth y este asintió.

-Blair, por favor -Escuché a Norman decir, cuando di la media vuelta-, aléjate de estos imbéciles -Suplicó-. Si no, voy a... -Amenazó.

-Ya te lo dije una vez; haz lo que quieras, no me interesa. -Le interrumpí.

Pero mentía, por supuesto que lo hacía. Porque todo lo que tenía que ver con Norman, lograba llegar justo al fondo de mi alma. Sin importar el daño que me hiciese.

Y era por eso mismo, que debía alejarme de él.

***

Probablemente era pasado el mediodía, cuando los constantes golpes en mi puerta, acompañados del ruidoso timbre, me despertaron. La cabeza me dolía y los ojos, a medida que los abría con lentitud, comenzaban a arderme. Maldito trasnoche, reclamé en mi interior, dejando escapar un ahogado suspiro de mis labios.

-¡Ya voy! -Casi ladré, al escuchar los incesantes llamados.

Caminé hacia la sala de estar, acomodando mi cabello y todavía medio dormida. No esperaba visitas, por lo que se me era difícil adivinar quién sería la persona que estaba tocando con tanto afán. Y cuando abrí la puerta, sí que me llevé una sorpresa.

Lo miré de pies a cabeza, impresionada, al mismo tiempo que él hacía lo mismo conmigo. Supongo que eran gestos como esos, que teníamos en común, los que comprobaban nuestros lazos sanguíneos.

Se adentró en mi departamento, sin permiso alguno, caminando con petulancia, y fruncí el ceño, molesta. Inspeccionó el alrededor por unos instantes, para después volver a dirigirme la mirada. Sonrió, y la sonrisa que me dio fue idéntica a aquella que salía en todos los afiches de su campaña electoral, del año anterior. El siempre honorable Arthur Scott, senador del estado de New Jersey.

Le observé con confusión, lo cual hizo que él soltase una divertida carcajada.

-¿Qué?, ¿acaso no estás feliz de ver a tu padre?

-¿Qu-qué haces acá? -Fue lo primero que atiné a preguntarle, en vez de responder su pregunta.

-Norman me ha llamado -Confesó, sin rodeos, y alcé mis cejas, sorprendida-, él está bastante preocupado por ti, cariño. Y creo que ha hecho bien al decírmelo, porque por tu aspecto, puedo notar que algo no está bien.

Oh, no, Norman, ¿qué mierda has hecho?

Miss Nothing - Norman Reedus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora