Dos.

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2.
24 de enero del 2010.

El eco de nuestros pasos lograba escucharse en aquel pasillo de hospital, acompañado de uno que otro sollozo que lograba escaparse de mis labios. Norman avanzaba a mi lado, sin soltar mi mano ni por un segundo, probablemente, al igual que yo, aun asimilando la tragedia que acababa de ocurrir.

La policía no tardó en comunicarse conmigo, un par de minutos después de la llamada de Gareth, sólo corroborándome lo que este ya me había dado a conocer. Era por eso que ahora nos encontrábamos en el hospital al cual mi hermano había ingresado ya sin síntomas de vida.

Divisé a los tres hombres que se encontraban en conversando en una esquina del lugar, y aceleré mi caminar cuando reconocí a Gareth Wolf, entre ellos. Los brazos de Norman sujetaron, en cosa de segundos, mi cintura, evitando que hiciera alguna tontera de la que podría arrepentirme con facilidad, después.

—¡Tú mataste a mi hermano! —Le encaré, con brusquedad, y el hombre negó con la cabeza, alzando sus brazos en son de paz, desesperado.

—¡No le di nada, Blair! —Juró. Recién ahí, me di cuenta del rojo de sus ojos y la humedad en sus mejillas. Lucía tan destrozado como yo—. ¡Yo le dije que no se metiera esa mierda que Paul le dio, pero no me escuchó! —Lloriqueó, refiriéndose a la cocaína que Craig solía consumir.

—¡Eras su amigo, debiste haberlo cuidado! —Chillé.

Sin saber qué responder a mis lamentos, se quedó en silencio. preferí prestar toda mi atención a los dos policías que acompañaban a Wolf, suponiendo que eran ellos mismos los que me habían llamado.

—¿Dónde está Paul? —Les interrogué, con brusquedad, mas su silencio me hizo temer—. Lo-lo han detenido, ¿verdad?

Ambos uniformados se vieron a los ojos, como si no estuviesen seguros de decirme aquello que no quería oír, pero, finalmente, fue el más viejo de los dos el que atinó a responderme.

—No hemos dado con su paradero —Confesó, con ojos culpables, luego de toser un par de veces—, mañana por la mañana buscaremos cada rincón de...

—¿Mañana por la mañana? —Repetí, con una molestia tan evidente que todos los que me rodeaban parecieron asustarse—. ¡Mañana por la mañana podría estar en otro país, en otro continente, inclusive! —Reclamé.

—Es-es verdad, lo que dice Blair. —Gareth me apoyó y suspiré, frustrada.

—No podemos hacer nada ahora, señorita Scott. —Habló el otro policía. Podía notar su insensibilidad tan sólo con escuchar su voz—. Debemos encargarnos de los trámites legales, para poder retirar el cuerpo de su hermano. Necesitamos que firme un par de papeles.

Asentí, resignada, sabiendo que por mucho que reclamase, no sería escuchada. Paul quizás ya había huido lejos de acá, y yo no podía hacer nada al respecto.

Tardé un poco más de una hora en aquel papeleo, que era parte del procedimiento rutinario. Durante todo este tiempo, Reedus se había encargado de hacerme compañía, permaneciendo cada instante junto a mí.

Cuando ya eran casi las seis de la mañana, Norman y yo, salíamos del hospital, por el mismo lugar que habíamos entrado. Mi mente estaba tan perdida, cuestionándose qué sucedería desde ahora en adelante, que no noté que Gareth nos esperaba, junto al auto de Norman, hasta que estuvimos allí.

Me detuve en seco y mi amigo, otra vez, sujetó mis hombros, puesto que no era difícil de apreciar el colapso que estaba a punto de tener.

—Blair, yo... lo siento tanto.

—No. No digas que lo sientes, Gareth —Mascullé, con dolor en cada palabra—. Entiendo tu dolor, has perdido a tu compañero de borracheras, pero —Musité, sintiendo el nudo en la garganta romperse y las lágrimas, nuevamente, deslizándose por mi rostro—, yo he perdido a mi hermano. Y ni tú, ni nadie, podrá entenderlo.

Los ojos del hombre me vieron con angustia, cuando me escuchó decir eso, y antes de poder rebatirme, Norman se había encargado de hacerme subir al vehículo. Y es que, quizás Gareth no era el culpable de todo, al fin y al cabo, pero yo no estaba en condiciones como para entenderlo. Había tenido suficiente por hoy.

El viaje a casa fue silencioso, porque no existían ánimos como para conversar, y rápido, probablemente porque a esas horas el tráfico era mínimo, así que tardamos sólo unos minutos en llegar a nuestro destino.

Ni siquiera tuve la opción de decidir dónde quería estar, porque apenas entramos al edificio, Norman en encargó de llevarme a su departamento, específicamente, a su habitación, insistiendo en que necesitaba descansar, al menos, un poco.

—Do-dormiré en el sofá un rato. —Murmuró el actor, ahogando aquel bostezo que se esforzaba por salir de su boca, con un aspecto tan cansando que llegaba a preocupar.

—Quédate conmigo, por favor. —Balbuceé, despacio.

Sujetó mi rostro entre sus manos, para poder observarme con detención. Mi respiración se estremeció al sentir sus ojos color océano fijos en los míos. Relamió sus labios un par de veces y suspiré. Sabía que no era el momento más adecuado, quizás era el peor de todos, pero, no podía evitar preguntarme cómo se sentiría besarlo.

Me acercó a su pecho, sin decir nada, entregándome todo su apoyo en aquel cálido abrazo, haciéndome sentir un poco de paz en tanto infierno. Cerré los ojos, soltando todo aquel aire que se mantenía encerrado en mi pecho, sintiendo la seguridad que Norman me proveía.

—No te pienso dejar sola, Blair —Prometió, apretándome con fuerza—. Nunca.

No cabía duda, él era la paz de mi infierno.

Miss Nothing - Norman Reedus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora