Escape del calabozo Maratón (4/4)

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Con Merlín guiándome no tardamos mucho en llegar al reino, escondidos entre las ramas de los árboles o incluso los arbustos. La aldea estaba destruida, y el castillo también, toda la parte delantera estaba destruida, dejando a la vista la sala del trono y sobre ese trono, estaba Gherio, comiéndose solo Dios sabe.

Pero si logré ver a mi gente, mi pueblo atados con cadenas de los tobillos y las muñecas, sosteniendo muchas bandejas de comida, las antorchas eran lo que daba luz además de la Madre Luna, apreté la rama que tenía entre mis manos hasta hacerla crujir exaltando a Merlín.

—Tranquila —me dijo despacio y muy bajo solo para que yo pudiera oírle.

— ¿Tranquila? —Reí amarga— Mi pueblo está bajo las órdenes de aquel mastodonte idiota que está tragando sin parar, encadenados, sucios y sin cuidados.

—Tengo un plan.

Sonreí de medio lado— Espero sea bueno o te doy de comer a Gherio —miré como se estremeció y aguante una carcajada amarga.

—Debemos acercarnos más al castillo, así podremos escuchar las conversaciones de ellos, dudo que hayan asesinado a todos los demás, si necesitan quien consiga suministros, quien les haga la comida entre otras cosas —mire a la nada durante unos segundos pensando, no era un mal plan...

—Entonces espera aquí, a ti te falta ser más silencioso —justo cuando él iba a hablar salte de la rama del árbol cayendo en cuclillas entre los arbustos, ajuste la capucha a mi cabeza y mirando de reojo hacia los ogros que estaban en el pueblo —o lo que quedaba de él—, corrí hacia el castillo, tenía ogros guardianes nada más en la entrada, idiotas.

Cuando estuve a un lado de la barrera de protección bajo una torre de vigilancia donde se colocaban los soldados, confiando en que podría, salte con toda la fuerza que mis piernas contenían, sin esperar el que saliera volando al menos 3 metros más arriba de la muralla.

Quedando suspendida en el aire respiré hondo cuando comencé a caer, justamente en el camino que había de torre a torre, di una rodada en él suelo y me cubrí completamente justo cuando uno de aquellos ogros miraba en mi dirección.

Tome aire tranquilizando mi pulso, cuando el siguió caminando vigilando mire más detalladamente todo lo que destruyeron del castillo, la muralla de enfrente estaba rota completamente dejando solo las de los lados y la trasera del jardín, toda la pared del castillo estaba destruida con los escombros aun ahí, mire la sala del trono, o la que era la sala del trono. Si me acercaba más me descubrirían y tenía un punto a mi favor. Ellos creían que estaba muerta.

Di una leve carrerilla y colocando uno de mis pies en la orilla brinque hacía una de las ventanas del castillo, cruce los brazos frente a mi justo cuando sentí el vidrio estamparse en mí y a la vez quebrarse dándome paso, rodeé al sentir el furo suelo bajo mis tacones.

Corrí lo más sigilosamente posible sintiendo la capa levantarse detrás de mí y hondear con el viento. La capucha seguía cubriendo mi cabeza y parte de mi rostro, casi no había nadie dentro el castillo y era lo más sospechoso y curioso.

No había nadie... o eso creí hasta que mire la puerta por la que estaba a punto de pasar se abría dejando salir un hilo de luz, me detuve en seco aguantando la respiración mire un candelabro que colgaba del techo y con la idea más loca que se me pudo ocurrir brinque subiendo directamente a ese pedazo de metal delgado con velas pagadas, rogando que la cadena aguantase mi peso.

De la puerta salió una ogra, que literalmente no era fea, tenía la piel amarilla, era de muy buenas curvas con una melena café cayendo por su espalda hasta du cintura, tenía un vestido rojo negro ceñido al cuerpo.

Guerrera de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora