EN ÉSTA NO — SIN BANDERA.
Intempestiva verdad.
La observo caminar de forma divertida por el centro comercial. Es hiperactiva en potencia, puede entrar a decenas de tiendas, curucutear cualquier objeto –sobre todo los extraños, abstractos y amorfos– está por demás decir.
Compra cualquier cantidad de ellos, que si para su cocina, que si un detalle para el baño, o para la sala de su departamento. Parece feliz, complacida y de buen humor.
Eso me llena de calma, ya que esta mañana volvió a discutir con él.
Anoche llegamos tarde del concierto de piano. Nos mantuvimos despiertos hasta bien entrada la madrugada ya que nos quedamos celebrando con mi amigo Gael y su esposa en las adyacencias del hotel, específicamente en un bar que colinda con dicha edificación, uno no tan moderno, pero altamente grato, típico más bien de personas adultas y donde las conversaciones prolongadas están a la orden del día. Pude notar que Antonella conversó por gran cantidad de tiempo con Giordanka, la esposa de mi amigo... al parecer comparten un sin número de afinidades.
De solo entrar a la habitación, comenzó a quitarse ropa como loca, como si estuviese sola y yo fuese más bien un objeto decorativo. ¿El espejo quizá? Lo cierto es que mis ojos no podían perderse de tan sublime espectáculo, es más, pasé de sentirme una cosa a alguien más íntimo para ella, alguien más de confianza.
No podía siquiera imaginar qué éramos, ya que la realidad estaba bastante clara. Somos una pareja de amantes cautivos, de esas donde la libertad se halla en el medio de cuatro paredes, y las restricciones se apoderan de nosotros cuando somos conscientemente, libres.
Me engalané una vez más al repasar mis ojos por los acordes campantes de su cuerpo. Me embriagué de nuevo con las notas cítricas que desprendieron de su piel. Me idioticé por enésima vez en el día, al sentirla cerca, sonreírme pícaramente y rozar mis labios con los suyos. Una exquisita muestra de lo que podía causar en mí, donde ella se regodeaba con descaro por sus virtudes.
Me invitó a darme una ducha y a su vez me ofreció las mejores de las compañías, ella.
Nos besamos mucho, nos mordimos los pecados, nos borramos los recuerdos, nos prometimos no pensar en el mañana, nos rasgamos penas y tristezas con las manos del otro... pero lo más importante, y muy a la par de que solo dejó que masajeara su clítoris para darle placer y a su vez propinarme una de las mejores toqueteadas que una fémina me había dado, nos agradecimos por haber tenido los mejores días de nuestros últimos momentos, unos que llegaban al final de un lapsus de tiempo, eso si lo teníamos muy claro, más no a la culminación de lo que estábamos viviendo.
El placer con Antonella era indescriptible. Ella era toda mezcla de pasión y romanticismo. Era la congruencia de varias facetas en una misma mujer. La relación atípica entre sensualismo puro y dulzura desbordante.
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Maravillosa Seducción
RomanceSegunda Parte De la bilogía Seducción... Existen amores cautivos que tienen la necesidad de moverse entre las sombras. Donde el corazón decide, por errado que este parezca, se torna casi imposible evitar que su presencia nos ciegue, nublando nuestr...