CONTIGO EN LA DISTANCIA - CHRISTINA AGUILERA
Te amo.
La observo con detenimiento. No quiero perderme ni por un solo segundo el maravilloso espectáculo de acariciar su fisionomía con mi vista.
Ella me da la espalda mientras se despide de un sinfín de personas, unas que nos han hecho permanecer en esta celebración por más tiempo del que yo quisiera mantenerme aquí. Sin embargo, me hallo paciente, ya que mi chiquita prometió pasar la noche conmigo.
Dejo que mi mano repose al final de su espalda, en la suntuosa curva que inicia el camino de su apetecible trasero. Ese nimio contacto hace que me observe de reojo como muestra de advertencia, pero hoy no quiero nada de reproches, de avisos para que mantengamos las posturas. Si hoy es nuestra última noche juntos, yo lo que más deseo, mi mayor anhelo, es que no haya entre nosotros signos de reprimendas, sino libertad y la mayor entrega por parte de ambos para concluir con una relación que hubiese deseado fuera la única, última y definitiva en nuestras vidas.
Pero ya veo que no será así, muy a pesar de mis deseos, de las ganas que tengo por estar presente en su día a día, del sentimiento que crece con cada minuto que avanza, de esa necesidad de poseerla..., mimarla y hasta de manera inconsciente, protegerla, hay algo determinante en mí, no puedo obligarla a darme una oportunidad si en su interior hay un cúmulo de sentimientos contradictorios que la hacen estar más distante que a mi lado. Eso lo descubrí hace varios días atrás. Noté como se perdía en sus recuerdos, en sus pensamientos, en los recovecos de sus análisis situacionales y vaya que la entiendo.
No estoy al tanto, con total certeza, cuáles son los motivos de su separación, pero sé, por experiencia propia, que enfrentar la disolución de una relación, así las causas hayan sido tan horrorosas como las que embargaron mi vida, no es para nada fácil y placentero. Los recuerdos van y vienen, así como la forma de atar cabos y darte cuenta todo lo ciego que has sido. Los momentos agradables y placenteros duelen, y los malos te obligan, o quizá te impulsan a ser más fuerte, más decidido, emocionalmente más maduro... también creo que hasta estable. Son las dosis alicientes necesarias que precisa el ser humano para abrir el corazón a la persona indicada..., de eso no me queda duda.
Es difícil comprender, y quizá jamás logre entender por qué ese otro ser humano jugó contigo de manera tan desalmada. Yo aún -y a pesar de no sentir nada por Carla, ni siquiera desprecio-, le hago preguntas al viento, uno que no me proporciona ningún tipo de respuestas. Y estoy, más que consciente, que Antonella necesita espacio, soledad, sanar, crecer y digerir todo eso que sucedió, por ello, la dejaré cumplir sus deseos, me apartaré -no del todo-, para que pueda vivir y enfrentar su duelo. Ella, más allá de ser una pequeña guerrera que me sacó de mi estúpido abismo, es una gran amiga, una mujer que admiro mucho y que estoy totalmente convencido que el tiempo seguirá dándole más y más fuerzas para afrontar todo lo que venga. Conmigo o sin mí, mi carricita, será una mujer feliz, lo presiento, lo vislumbro de esa forma, y debo confiar en lo que siento.
Intento canalizar el sinfín de ráfagas eróticas que se mueven por mi cabeza en relación a Antonella. Debo admitir que es un tanto tonto lo que estoy haciendo, no obstante, esos detalles forman parte de la mente masculina, y más, cuando sabes lo que va a venir porque ya lo has vivido con anterioridad.
Como estamos detenidos en una pequeña cola de personas que se ha formado ni siquiera sé con qué motivo, acerco mi boca a su oreja, y sin importarme un verdadero cuerno lo que pueda pensar el mundo que gira a mi alrededor, le hablo:
-Chiquita, vamos...
Asiente, casi que de forma automática. Me aparto por leves centímetros de su rostro, sobre todo, cuando su aroma ha ingresado más allá de mis narices, acrecentado por partida doble, el deseo.
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Maravillosa Seducción
РомантикаSegunda Parte De la bilogía Seducción... Existen amores cautivos que tienen la necesidad de moverse entre las sombras. Donde el corazón decide, por errado que este parezca, se torna casi imposible evitar que su presencia nos ciegue, nublando nuestr...