YO TE PROPONGO —(DE ROBERTO CARLOS) EN LA VOZ DE ARMANDO MANZANERO.
Yo te propongo.
Su mano hala la mía, atrayéndome como las hormigas a la miel, a lo dulce de su ser. Mi campo de visión es uno de los más exquisitos, ya que su culo campante me tiene idiotizado.
Tenía las enormes ganas de preguntarle qué se traía entre manos, qué pasaba por la cabeza de una mujer con un magnetismo que sobrepasa con creces lo racional, lo lógico y lo humano en mí... tal vez Antonella era para todo el mundo una chica con un humor y una energía enorme, que hablaba de todo a toda hora, que no le importaba decirle a cualquiera en la cara sus cuatro verdades, así en el camino su forma de sincerarse en la vida y con las personas quizá no fuese muy bien visto... eso lo sabía. Pero para mí ella era todo lo que uno llama "diferente", y no solo tenía que ver con el simple hecho de que me atraía... muchísimo, sino que se había convertido en una amiga, una oyente, el bálsamo de mis penas, la combatiente indirecta de mis demonios.
Me gustaba escucharla expresar frases con mensajes encubiertos para, no sé, no herirme tan abiertamente, no ser tan cruda y directa. Adoraba como retenía una carcajada por algún episodio de mi vida en lo que era inevitable cagarse de la risa, quizá para algunos minutos después, en donde ya creía que había olvidado todo, comenzaba a reír sin freno, ni pausa... Así como me envolvían esos momentos donde el silencio era nuestro mejor compañero ya que todo estaba dicho, y su radiante sonrisa se convertía en la expresión muda más acertada, esa que cargaba una inmensa comprensión... Pero más aún, admiraba el hecho de saber que a pesar de estar muy herida por dentro seguía al pie del cañón, sonriente, feliz y animada. No como yo, que me encargué de hundirme en el mismísimo lodo, anulando miles de sensaciones placenteras por enfocarme en dañar mi vida, siendo la causa o consecuencia que me dejó un ser humano que ni siquiera valió la pena.
Se detiene a los pies de la cama y al girarse me mira con esos hermosos ojos verdes, unos tan radiantes que dejan entrever una alma pura. Sonríe con extrema picardía, con esa forma de encender la más diminuta molécula de mi cuerpo, así como succiona su labio inferior a la par de que sus ojos me comen sin atisbo de vergüenza...
«Para ser tan pequeña, intimidas como cualquier persona enorme»
Llevo mis manos a sus turgentes pechos, repaso mis pulgares por esos rosados pezones, y al verla cerrar los ojos tremendamente complacida mi mente no pierde un solo segundo al deleitarse de forma suprema por su gesto placentero. Su pecho sube y baja, y justo cuando creo que va a ceder, y que volveré a hacer mía a esa hermosa mujer, me equivoco, ya que sujeta mis muñecas y se agacha sin soltarse de ellas, quizá buscando la forma de mantener el equilibrio.
Repasa su dedo por el borde de mi short y se lleva todo a su paso –incluyendo mi bóxer– deslizándolo por mis piernas, en ello se detiene ya que necesita que levante mis pies para quitarme mis dos prendas de vestir, pero estoy tan absorto observándola que hasta esos nimios detalles se me pasan por alto, y como ella no es nada paciente, alza su mirada donde su petición lógica me impulsa a acatar sus deseos.
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Maravillosa Seducción
RomansaSegunda Parte De la bilogía Seducción... Existen amores cautivos que tienen la necesidad de moverse entre las sombras. Donde el corazón decide, por errado que este parezca, se torna casi imposible evitar que su presencia nos ciegue, nublando nuestr...