Mis padres se me han quedado mirando, atónitos. Para su sorpresa, he decidido romper el misterio de la noche que pasé fuera. Les he hablado de Alexei, de la historia de su familia, de su complicada vida, de nuestros ratos en la biblioteca... Una vez que he empezado, me ha resultado imposible parar, como si hubiera descorchado una botella de champán que hubiera estado agitando mucho rato. Aunque inicialmente sus rostros eran serios (ya que le responsabilizan de que yo haya hecho algo impensable en mí, como pasar una noche fuera de casa sin avisar), creo que su curiosidad se ha impuesto al reproche, y la sorpresa al enfado.—Estudia en una academia de aviación—repite mi padre, alucinado.
—Sí.
—Y sus padres eran los embajadores de la República Checa en España —añade mi madre.
—Sí.
Los dos se miran incrédulos, desde luego no les resulta sencillo asignarle el rol de «mala compañía» en la que pensaban que había caído. Mi madre se ha enternecido mucho al saber que Alexei es huérfano, y ha dicho, espontáneamente, que le invite a cenar en Noche buena, lo que ha dejado de una pieza a mi padre.
—Quizá te precipitas un poco.Yo me he apresurado a decirles que tal vez Alexei quiera estar con Margarita, la mujer que le adoptó, o que a lo mejor prefiere estar solo; sabemos bien que la Navidad no es una fecha sencilla para aquellos que han perdido a seres muy cercanos.
—Tú invítale, y que nos diga con toda confianza si quiere venir —dice mi madre.
—Pero, mujer... es una fecha muy importante. Va a parecer una presentación formal, ni que fuera el novio de la niña...
Se le escapa esto, y como si no hubieran caído en esa posibilidad, los dos me miran más aterrados aún, pendientes de mi reacción. Y ante sus rostros de pánico, me entra la risa, y los tres acabamos riendo.
—Me ha dicho que os quiere conocer, no que quiera pedir mi mano.
Mis padres parecen aliviados, desde la noche que pasé fuera no les había visto así.
—Pero que no piense ese chico, por muy especial que sea o muy leído que esté, que puede repetir cosas como la de aquella noche. Fue una tremenda estupidez por su parte —dice mi padre, intentando aparentar ser un hombre severo, sin conseguirlo. A la mañana siguiente, a pesar de que mis padres ya me han levantado el castigo, Javier viene a buscarme. No creía que fuera a venir, así que le hago esperar mientras me seco el pelo. Cuando estoy lista, aparezco en la cocina. Mis padres le han servido un café; y por su cara de pocos amigos entiendo que se han apresurado a contarle que han invitado a Alexei a cenar en Nochebuena.
—Javi dice que también quiere venir —anuncia mi madre, con una sonrisa. Eso sí que me sorprende. ¿Va a estar Javi presente en el que promete ser uno de los días más estresantes y raros del año?
—Si no te importa, claro —dice Javi, y le veo forzar la sonrisa.
—¿Y tu familia? —pregunto yo, con un hilo de esperanza, confiando aún en poder librarme de una mezcla de emociones como la que se está anunciando.
—Tenemos el día de Navidad, el día de Año Nuevo, el de Reyes... Seguro que lo entienden.
—Lo pasaremos muy bien todos juntos—afirma mi madre, cuya alegría me resulta sorprendente, como si fuera una adolescente preparando una fiesta, con la esperanza de que quizá este año la ausencia de mi hermano no sea tan dolorosa.
El camino al instituto ha sido extraño.Del mismo modo, el silencio también ha sido muy ruidoso. Javi caminaba más rápido de lo normal, prácticamente sin decir nada, y sin mirarme apenas.
—¿Qué te pasa? —le he preguntado.—Vamos a llegar tarde —ha dicho escuetamente.
—Será la primera vez que eso te importa —le he respondido.Un semáforo ha detenido sus pasos, y se ha quedado sin excusa para no mirarme, para no dirigirme la palabra.
—Venga. Suéltalo —le he instado yo.
—No lo sé, es que alucino contigo y con tus padres —ha reconocido, como si estuviera harto de refrenar sus palabras.
—No sé qué te molesta —miento.
—Claro que lo sabes. Este colega tuyo te secuestra una noche, luego pasa de ti más de dos semanas, y vuelves a sus brazos como un corderillo. ¿Te parece muy normal?
No sé qué responder.
—Y tus padres, tan preocupados, me piden que te acompañe a todas partes, como si estuvieras en peligro de muerte, y cuando el mismo tío que te ha hecho perder la cabeza tiene la ocurrencia de decir que quiere conocerles, les parece estupendo. Pues mira, no, no entiendo nada de lo que pasa en tu familia de locos.
—Siento que mis padres y yo te hayamos pedido tantas cosas —digo.
—No es eso, Laura. Pero admite que estáis como una regadera —suelta.
—Creo que mis padres saben, y tú deberías darte cuenta también, que le voy a ver con o sin vuestra aprobación. Y en ese caso mis padres prefieren saber con quién voy.
Javi me mira atónito. El semáforo se pone verde. En vez de responderme echa a caminar, y ya no me dice nada hasta que llegamos al instituto. Balbucea una excusa sobre que tiene entrenamiento y que esta tarde no podremos regresar juntos a casa, y no se queda a escuchar mi respuesta.Ya ha anochecido en el Retiro, y no suelo estar allí una vez se pone el sol, pero Alexei me ha citado en el parque cuando le he dicho que quería verle. Estoy esperando, y tengo las manos y los pies helados, pero estoy tan contenta que apenas me doy cuenta. Ante mí se yergue el Palacio de Cristal. Me siento en los peldaños que descienden hacia el estanque, como una invitación hacia una civilización sumergida, como la Atlántida. Podría ser una Caperucita moderna, sola en el bosque, con los muchos ruidos que hay a mi alrededor: las ramitas que crujen, las copas de los árboles golpeándose entre sí, el viento silbando a través de las ramas, el ladrido lejano de algún perro, el sonido que hace un pato al echarse al agua. Miro el tímido reflejo de la luna en la superficie del lago, y cuando me quiero dar cuenta, Alexei está sentado a mi lado. Me besa en la mejilla.
—Mis padres dicen que te vengas a cenar —digo.
—Estupendo.
—Les he contado que... —me resulta incómodo decirle con naturalidad que he revelado sus circunstancias.
—Que no tengo padres.
—Sí, y me han dicho que vengas en Noche buena. Aunque entenderían que no pudieras, que prefirieras cenar con Margarita, o lo que fuera. Son fechas difíciles para...
Por la forma en que Alexei me mira sé que no hace falta que diga nada más.
—Me encantará estar con tus padres en un día tan especial. Me parece un bonito detalle por su parte —dice él.
—No solo estarás tú. Javier también sea punta —digo.
—Javier, tu pretendiente —apostilla Alexei, con aire burlón.
—No es mi pretendiente. Ya te lo he contado. Era el mejor amigo de mi hermano y...
Alexei me sigue mirando con una mueca irónica.
—¿Qué? —pregunto yo.
—Creo que sé algo sobre las personas. Puedo leerlas, como un libro abierto.
—¿Ah sí? ¿Y qué estoy pensando? —le reto yo. Alexei me mira largamente.
—Estás pensando que tengo razón.Y es exactamente lo que estaba pensando, pero es la primera vez que llego a esa conclusión. ¿Y si Javier realmente sintiera algo por mí? Nunca me lo había planteado, siempre me había parecido algo absurdo.
—Lo bueno es que también sé leer tu cara... y no tengo nada de que preocuparme —afirma con una sonrisa confiada.
—Eres un creído. Creo que lo ves todo demasiado fácil. — Me hago la indignada.
—Al revés, no hay nada fácil, y menos para mí. Pero no me rindo fácilmente —responde, esquivando mi mirada.Suena mi teléfono. Es un mensaje de mis padres; me están esperando para cenar.
—Son tus padres, ¿no? Que tienes que ira cenar.—Me estás empezando a resultar siniestro.
—No les vamos a cabrear, ahora que todo va tan bien. ¿Has leído Siddhartha? —me pregunta y, cuando respondo que no, añade
—Llévatelo.
—Este libro está hecho una pena. Me da miedo cargármelo, que soy un poco manazas.
—Lo encontré en la calle. Alguien lo dejó allí para que yo lo leyera. Y yo lo voy a dejara aquí para que tú lo hagas, pero nadie te obliga a hacerlo.
Alexei se levanta y me mira expectante. Con algo de reparo, cojo el libro zarrapastro soy salimos del parque. Esa noche, antes de irme a dormir, hojeo las páginas; están amarillas, algunas se desprenden con el tacto de la mano, la pulpa del papel es áspera y huele a rancio. Veo que hay una cita señalada. No puedo saber si el boli que subrayó el texto fue empuñado por Alexei o por otra persona, varios años atrás, quizá muy lejos de aquí. Eres como yo, Kamala, distinta de la mayoría de la gente. En tu interior hay un rincón en el que puedes refugiarte a cualquier hora y sentirte a gusto.
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ANOCHECE EN LOS PARQUES - ANGELA ARMERO
Ficção AdolescenteLa vida de Laura no es fácil. Cuando su hermano murió súbitamente dos años atrás, su mundo se hizo añicos. Entonces empezaron las visitas al psicólogo, las píldoras, la sobre protección de sus padres y, lo peor de todo, el bullying en la escuela. Si...