Capítulo 1

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No nevaba, pero a juzgar por el frío que sentía, ella dudaba seriamente cuánto duraría aquel ambiente tranquilo y despejado.

Aunque quizás, lo más correcto sería decir que su duda era a juzgar por el frío que sentían sus compañeros, ya que a pesar de la piel desnuda de sus brazos, la mujer no sentía el frío. Sus protecciones mágicas lo impedían. Solo percibía una refrescante brisa, nada comparado con el frío que sus compañeros sufrían a pesar de sus abrigos, un frío que les entraba hasta los huesos y hacía que las articulaciones de los más ancianos se resintieran.

Se pasó la mano por su cabello dorado, las finas hebras se deslizaban entre sus dedos sin engancharse con el fino anillo de platino que descansaba en su dedo índice, luciendo una gema engarzada, una ágata de color blanco. En la superficie lisa de la piedra preciosa, destacaba un antiguo símbolo en color azul, labrado con esmero. Como era su costumbre cuando su mente se aislaba de su cuerpo, sumida en reflexiones, acarició con suavidad aquel símbolo con la yema de los dedos.

Detectó la presencia de la mente de uno de sus compañeros tras ella, y poco después, oyó sus pasos sobre la nieve. Frunció el ceño sin moverse, para sus aguzadísimos sentidos los silenciosos pasos de su compañero eran un verdadero estruendo. Suspiró antes de volverse, parecía que por fin uno de ellos había superado la empinada subida hasta aquel mirador, desde el que se contemplan las ruinas ennegrecidas por el fuego de una ciudad. A la mujer no le hacía falta preguntar cómo había ardido la ciudad. Reconocía la marca del fuego de dragón cuando la veía, por algo era una Jinete.

- Kili- su voz salió con elegancia y tranquilidad de su garganta, como el pausado fluir de un río en su desembocadura. Se volvió hacia el joven enano de cabello castaño, que la miraba con adoración.

Enternecida por la mirada cautivada del enano, le dedicó una suave sonrisa que provocó un brillo en los ojos del enano, quien aún después de más de un año viajando juntos y haberla visto llena de sangre y polvo, seguía pensando que la mujer de cabello rubio y ojos castaños era la fémina más hermosa que había visto nunca.

A ese encantamiento inicial, provocado por la belleza de la joven, se le había sumado la admiración por su fuerza y valentía al verla luchar durante su travesía, ya fuera armada con su espada, a golpe de puñetazo o verbalizando terribles hechizos. Y por último, se le había añadido la adoración cuando la magia que brotaba de sus labios había obrado en él, curando la herida envenenada de una flecha orca, salvandole la vida.

- Aiedail- saludó el enano tras ella-, quería volver a agradecerte que me curaras la pierna.

Terminó por volverse hacia el enano y con apenas dos zancadas le bastó para situarse frente a él. Kili dió un respingo y ella se disculpó con una sonrisa: como siempre, se había movido muy rápido, y había cogido por sorpresa al joven enano. Se agachó hasta su altura, poniendo atención en moverse despacio, y alzó la mano en la que lucía el anillo para acariciarle la mejilla.

Ante aquello, el corazón del enano se desató y su mente se llenó de pensamientos confusos, de los que solo se podía entender el amor que sentía por Aiedail, aquella mujer que seguía siendo un misterio.

Ella volvió a sonreír: tenía como costumbre bloquear su mente para no leer los pensamientos de sus amigos, respetando su intimidad, pero lo cierto era que con el joven enano, no le hacía falta leer su mente. Los ojos de Kili eran un libro abierto, un fiel reflejo del alma del enano.

A pesar de su bloqueo mental voluntario, seguía percibiendo las conciencias del resto, así que sabía que estarían solos unos minutos más. Por lo que aprovechó y se acercó a los labios del enano, que temblaban ligeramente.

Kili introdujo las manos entre su cabello color oro casi con timidez, mientras que dejaba que Aiedail saboreara su boca con paciencia, sin prisa, perfilando el borde de los labios masculinos con su lengua. Sus dedos largos y delgados se enlazaron con los cortos y gruesos de él mientras que la mano del anillo se enredaba en el cabello de aquel enano que le había robado el aliento con sus ojos traviesos, su sonrisa picarona y su corazón de oro.

Shur'tugal || KilixOC || Crossover El Hobbit/EragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora