Capítulo 3

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- Yo soy fuego, yo soy muerte.

- ¡NO!

El grito desesperado de Kili no surtió efecto, y Smaug bajó la pata hacia ella.

Su zarpa era tan grande que las largas uñas cayeron sobre a sus lados, quedando Aiedail entre dos afiladas garras. Sin embargo, lo que constituiría la palma de la pata impactó de golpe contra sus piernas.

Aiedail solo tuvo tiempo para gritar, un grito corto pero horripilante: se desvaneció del dolor mientras sus piernas se quebraban por miles de sitios diferentes. Cuando Smaug alzó la pata, donde antes habían estado las piernas de Aiedail ahora había un amasijo de sangre, carne y huesos hechos picadillo.

Kili gritó cuando vio cómo había quedado el cuerpo de Aiedail mientras los demás retenían el aliento: Aiedail no se movía, y del enorme muñón que había quedado en sus caderas salía sangre a raudales. Las lágrimas se agolparon en los ojos del príncipe enano.

Nadie se movió ni habló. A pesar de la distancia, todos habían oído como Smaug aplastaba las piernas de Aiedail. Se habían roto produciendo un ruido similar al cascar un huevo. La imagen era espantosa y digna de pesadilla: el gran monstruo escamoso erguido en todo su aterrador esplendor y a sus pies, el menudo cuerpo de la hermosa muchacha, prácticamente partido por la mitad.

Estaban tan impactados por aquella visión, que no se dieron cuenta del repentino viento que se había levantado, sacudiendo sus abrigos y sus cabelleras.

La voz de Smaug retumbó en la entrada de la Montaña como trueno en una noche de verano:

- Di adiós Jinete, porque ahora, arderás.

El dragón arqueó el cuello y preparó la llamarada. Fue en aquel momento que los enanos no pudieron seguir ignorando el vendaval que los sacudía de repente. Se refugiaron dentro de la Montaña pero cerca de la puerta, y una presión enorme se hizo presente en el aire, tanta, que los enanos tuvieron que taparse los oídos. Todo lo que podían oír era... zum.

Zum.

Zum.

El propio Smaug abandonó su último ataque sobre el cuerpo caído de Aiedail, para girarse en dirección al viento. Los enanos vieron como el dragón cambiaba completamente sus ánimos y se revolvía con un rugido, furioso, encarando al viento.

Lo que ninguno de los enanos se esperaba, era que un rugido atronador le respondiera.

Algunos enanos trataron de abandonar el refugio de la Montaña para mirar a la nueva bestia, pero sus compañeros se lo evitaron, de modo que tuvieron que contentarse con observar desde el interior de la Montaña. Todo lo que veían era a Smaug, aún sobre Aiedail.

Oyeron un nuevo rugido rabioso que no procedía de Smaug, y de pronto, el dragón dorado salió despedido por los aires: una fuerza invisible lo empujó alejándolo del cuerpo caído de la mujer de cabello rubio. Los enanos parpadearon: ¿qué acababa de pasar? Estaba claro que aquello era magia, pero ¿quién podía tener tantas fuerzas como para mandar volando a algo tan grande y pesado como Smaug? No lo entendían.

Y lo entendieron menos cuando una gran masa blanca y resplandeciente pasó ante ellos, directa hacia Smaug. Abrieron la boca al ver que la masa blanca, era un dragón.

 Abrieron la boca al ver que la masa blanca, era un dragón

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Shur'tugal || KilixOC || Crossover El Hobbit/EragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora