Capítulo 5

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Había pasado casi una semana desde que Aiedail había despertado... y lo único que mejoraba, era la salud de la muchacha.

El Mal del Dragón había golpeado a Thorin Escudo de Roble, con fuerza. No comía, no dormía, se pasaba las horas en la sala donde estaba almacenado su inmenso tesoro. Le había negado a los ciudadanos de Valle el oro que les había prometido, a pesar de saber de primera mano las precarias condiciones de vida que enfrentaban los habitantes de Esgaroth.

 Le había negado a los ciudadanos de Valle el oro que les había prometido, a pesar de saber de primera mano las precarias condiciones de vida que enfrentaban los habitantes de Esgaroth

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Además, mientras que Raaulum y Saphira luchaban contra Smaug, una manada de orcos había atacado Esgaroth y las pérdidas habían sido horribles. Tenían muchos heridos, necesitaban comida y medicinas y Thorin, que tenía los recursos para pagar lo necesario, se negaba, dejando morir a aquellas gentes.

Aquello indignaba profundamente a Aiedail, y había enfrentado a Thorin más de una vez. Y más de una vez, el rey le había levantado la mano. Nunca había llegado a pegarle, ya fuera porque Kili había detenido a su tío sin vacilar, o porque la fuerza y rapidez de Aiedail habían detenido el golpe. Aún así, a la muchacha le había costado un gran esfuerzo de diplomacia el convencer a su dragón de no entrar a la fuerza en Érebor y matar al rey enano por atreverse a amenazarla. Raaulum se tomaba muy en serio las faltas de respeto dirigidas hacia ella.

Si Aiedail todavía no había tomado una decisión respecto a Thorin, es porque sabía que lo que le ocurría, no era del todo culpa suya. Su mente estaba llena de pensamientos confusos y avariciosos, llenos de codicia. Había sondeado varias veces la mente del monarca y sabía que aquello no era simple codicia; era una enfermedad.

Lo había consultado con su maestro, queriendo encontrar un modo de devolverle la cordura a Thorin, pero Eragon se había mostrado tajante:

- Las mentes de los demás no son las nuestras, hija mía, y no debemos manipularlas como si fuéramos dioses. No lo somos. Lo único que podemos hacer, es tratar de minimizar los daños con nuestras propias acciones.

Tras escuchar las palabras de su maestro, Aiedail había tomado una decisión: puede que no pudiera ayudar a Thorin, pero si podía ayudar a las gentes de la Ciudad del Lago. De modo que todas las noches se deslizaba fuera de la Montaña, como una sombra, y Raaulum la acercaba hasta la otra orilla del lago. La joven Jinete se pasaba toda la noche atendiendo a los heridos con su magia, consolando a los adultos con sus suaves palabras yanimando a los niños con sencillos hechizos que los maravillaban. 

 

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Shur'tugal || KilixOC || Crossover El Hobbit/EragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora