Capítulo 10

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El cielo se presentaba despejado, sin nubes, en calma, sin viento, solo una suave brisa. Bajo su claro manto, los supervivientes de la Batalla de los Cinco Ejércitos se afanaban por acumular los cadáveres orcos para quemarlos y recoger a los héroes caídos para enterrarlos con los mayores honores, ya fueran elfos, enanos u hombres.

Un grupo en concreto se afanaba por arrastrar el enorme cuerpo semicalcinado de un troll. Eran cinco enanos y tres hombres, que se ayudaban entre ellos para portear el cadáver.

- ¿Sabéis?- dijo uno de los hombres- Jamás pensé que llegaría el día que un dragón me salvaría el pellejo. Y yo que me he pasado la vida temiendo que al que dormía en la Montaña le diera por despertarse...

- Y que lo digas- bufó otro-. ¿Cuántos orcos habrá matado ese dragón? Apostaría que la mitad del ejército. Puede que más.

- Eso es lo de menos- bufó un enano de barba negra y ojos pardos.

- ¡Y tanto!- exclamó el tercer hombre entre soplidos de esfuerzo.

Depositaron el gigantesco cadáver en tierra para reponer fuerzas y todos se volvieron a una hacia el cuerpo del balrog: nadie había osado acercarse siquiera al demonio caído y dado que ni Raaulum ni Aiedail habían hecho amago de moverlo, se había quedado en el sitio exacto de su asesinato.

- Mataron a un Balrog... ¿cómo han podido...?- empezó uno de los enanos- Esos monstruos son dioses...

- Tanto Raaulum como Aiedail son fuertes y poderosos, y para nuestra buena suerte combaten todo lo perverso y oscuro- todos se volvieron hacia la voz.

Al ver al propietario, enanos y hombres se inclinaron ante el anciano de túnica gris y largo cayado: Gandalf, uno de los cinco Istari.

- Gandalf el Gris, os agradezco con todo mi corazón que salvárais a mi esposa anoche- dijo uno de los hombres-

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- Gandalf el Gris, os agradezco con todo mi corazón que salvárais a mi esposa anoche- dijo uno de los hombres-. Os estaré eternamente agradecido.

El mago sonrió, amable, pero no dijo nada.

- Mago- empezó uno de los enanos-, ¿es cierto lo que dicen? ¿Es cierto que esa mujer... controla al dragón?- el anciano se mesó la larga barba antes de responder.

- Dudo que haya nadie en este mundo o en cualquier otro que pueda controlar a un dragón. No, la joven no controla al dragón. Pero es la única a quien el dragón escucha- una melodiosa risa se oyó tras ellos.

- Decir eso es ir muy lejos, Gandalf.

Los hombres se giraron: la dueña de la risa no era otra que la hermosa Jinete de Dragón, que venía acompañada de Kili, el príncipe enano, quien solo era un par de centímetros más bajo que ella. Al ver a su príncipe, los enanos se arrodillaron.

- Alteza- solo Gandalf y Aiedail se dieron cuenta de lo incómodo que se sentía Kili con aquel trato.

- Podéis alzaros- los cinco enanos hicieron lo dicho, y se giraron hacia la mujer.

Shur'tugal || KilixOC || Crossover El Hobbit/EragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora