Capítulo 24

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Kirvi

Abrí los ojos al oír el canto de los pájaros en mi ventana. Al no cerrar la persiana por la noche, los rayos del sol iluminaban la habitación con delicadeza para darle vida. Sonreí. ¿Sabéis esas sonrisas en las que enseñas los dientes, esas tan placenteras? Pues fue una de esas sonrisas. Junaid era mi novio, creo. El dichoso acosador ya no me importaba, aunque creo que nunca me importó, solo fue el miedo del principio. Pero ya sabéis; no dejes para mañana a quien puedes mandar a la mierda hoy. Por poco me levantaba y abría la ventana con estilo para empezar a cantarle al barrio.

Me levanté como pude y caminé lentamente hacia el baño. Claro, al baño voy lentito pero cuando se trata de Junaid bien que voy corriendo. ¡Dios, cada día me parezco más a mi madre! No, enserio, la herida dolía un poco, lo de Junaid fue la mezcla de la adrenalina y el miedo. Puede que en un futuro acabemos casándonos. Aunque más bien sería en un presente. Piensa conmigo, el futuro solo es una forma de hablar, un tiempo verbal, nunca estamos en el futuro. Quizá mañana sea futuro, pero una vez llegues a mañana ya será presente. Nunca conseguimos alcanzar al futuro, siempre está un paso por delante de nosotros.

Mi hermano entró justamente cuando acabé de ducharme y haberme puesto la venda nueva debajo de la ropa.

— Hola, ¿cómo te encuentras? — preguntó sentándose encima de mi escritorio.

— Voy tirando ― me sacudí el pelo mojado.

— Ojalá fuera más grande, mataría a ese imbécil sin pensármelo dos veces — sus ojos fueron inundados por un odio oscuro y atroz.

— No digas eso, anda.

— No, lo digo enserio, sería guay ser adulto.

Estuve a punto de ponerme a reír de su deseo que tanto desconocía la realidad.

— No tiene nada de guay ser adulto, Elias.

— Es que estoy cansado de que siempre me traten como un adolescente tonto. Los adultos siempre dicen que donde estamos nosotros siempre hay lío y alboroto.

— Hay adultos muy poco sabios que no saben que los adolescentes aprenden de ellos. Ellos también fueron adolescentes y aprendieron de los adultos de esos tiempos. Ahora sois vosotros los que aprendéis de nosotros, aunque no somos un buen ejemplo a seguir, pero así es una sociedad, aprendemos unos de otros, somos animales sociales — recité mientras miraba hacia sus ojos intentando suavizar ese odio que crecía en ellos.

— Cierto, pues prefiero aprender de ti que eres de los pocos inteligentes que existen.

Si él supiera...

— Anda, ven aquí — le rodeé con los brazos hasta sentir como me apretaba con fuerza contra él.

— Nunca vuelvas ha hacer lo que hiciste, te odiaré si te mueres y me dejas de esa manera.

Después de dedicarle una sonrisa de disculpa, salió sin más.

Me encaminé hacia la cocina sacudiendo el pelo mojado de un lado a otro. Al ver que no había nadie en toda la casa arrugué la boca. ¡Acabo de salir de un hospital! ¡Necesito criados!

Pues llama a tu Junaid.

Cállate maldito subconsciente entrometido.

Lo bueno de estar solo es que puedes hacer lo que te dé la gana mientras no rompas nada, ¿no? Pues eso mismo hice yo. Encendí el altavoz dejando sonar a "Scared to Be Lonely" a tope, literalmente. Empecé a moverme sobre mí misma mientras movía mis pies intentando bailar. No sé bailar, pero cada uno hace lo que puede. Bailé con la puerta de la nevera, con la encimera, con el grifo y hasta con el delantal.

¡Do we need somebody! — más que cantar, grité con la voz femenina de Dua Lipa.

Empecé a mover la cabeza arriba y abajo imitando a los cantantes de Rock con una cuchara en la mano utilizada como micrófono. Giré sobre mí misma otra vez y cerré los ojos buscando la adrenalina máxima de mi cuerpo. Y desde luego, la encontré justamente al abrir los ojos. Junaid y mi padre estaban delante de mí, en medio de la puerta de la cocina. Mi padre me miró de arriba abajo. Solo llevaba unas mayas negras junto a una camiseta ancha de manga corta con el nombre de Nirvana grabado en el pecho. El pelo, seguramente, parecía un nido de pájaros. Llevó su mano al botón de apagado del altavoz y lo apagó.

— ¿Se puede saber qué haces? — preguntó la voz de mi padre.

— Pues... nada... — contesté la mar de avergonzada con los brazos cruzados en la espalda.

— Sube a vestirte que tenemos invitados — ordenó mirando a Junaid, el cual bajó la mirada haciendo desaparecer la sonrisa que habitaba en su cara unos segundos antes.

— De acuerdo — pasé en medio de ellos después de dejar la cuchara en la encimera para correr a mi habitación.

Mis mejillas se parecían a las de un tomate. Ardían como una estufa. ¡Cómo no pude escuchar la puerta! ¡Qué vergüenza! ¿Qué hacía Junaid ahí? ¿No vendrá a...? ¡Dios! ¿Estaba yo lista para casarme ya? NO. Pensé en tirarme por la ventana, pero después pensé en hacerme la muerta y ya, así no sufriría ningún dolor físico, ¿no? ¡Dioooooooos! ¡Me iba a casar!

Me desnudé y me adentré en un camisón largo junto a unos pantalones negros como el velo. Bajé descalza hacia el comedor. No había nadie. Moví mis piernas hacia la cocina. Estaba mi padre apoyado en la nevera mirando a Junaid que estaba agachado mientras hacía maniobras con el fregadero.

— ¿Qué pasa? — interrogué al entrar.

— Esta cosa se ha vuelto a estropear — contestó Junaid concentrado en su trabajo.

— Kirvi, ¿te importaría prepararnos un té o algo?

— Claro, papá.

Así que no me iba a casar. Maldito y sucio fregadero. Me acerqué al armario y saqué la tetera apretando con los dientes el labio inferior por dentro. ¡Ahhhhhhhh! Sí, eso ha sido un grito interior, ¿algún problema? No, ¿verdad? Pues muy bien por ti. Y sí, me estoy desahogando en ti, ¿algún problema? No, ¿verdad? Pues calla esa maldita vocecita que suena en tu cabeza, ¡me molesta! Já, no puedes. Y sí, ya sé que digo mucho maldita y maldito, es por no decir otra cosa y... y... ¡Ahhhh, calla que no me caso!

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Hahahahahdasijfdejnqfbecew, no me caso, dice.

¡Uhhhhhh, que animada estoy hoy!

Espero que te guste y votes y comentes y seas feliz y vivas en Narnia pronto y... y pues eso, adiós *Corre hacia el infinito más allá*.

Instagram: wassilahaddadi

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