III
Rebeca Moore
29-09-2013
Mi vida no podía ser peor. Estaba en una pequeña cabaña a las afueras de la ciudad. Era diminuta comparada con mi anterior hogar. Había una mesita con una taza de té en ella. Me estaba muriendo del frio.
Golpearon la puerta de madera. ¿Quién podría ser?
Nadie me encontraría aquí así que con total calma me dirigí allí y moví, con gran esfuerzo, en gran pedazo de madera con bisagras oxidadas.
Afuera no había nadie, solo una carta en la hierba del pequeño claro que se abría frente a mí. La recogí y volví a la seguridad de la cabaña.
Luego de examinar el sobre me quedé helada, allí estaba el sello del consejo. Un águila. Lo abrí rápidamente y empecé a leer la cuidadosa caligrafía:
Querida Sra. Moore
Lamento lo ocurrido, pero como ya debe sospechar sabemos que por su culpa nuestra enemistad con los vampiros se ha revivido. Usted sabe, como buena estudiante que siempre ha sido, que su castigo es la ejecución pública y la expulsión de su familia de la comunidad. Es una gran pérdida para nosotros que su familia page por sus errores, pero, según el artículo 47 del manuscrito de Voynich, cito: “Se debe castigar al que haga actos subversivos contra los tratados de paz que se han hecho con los hijos de la noche, su debido castigo se hará públicamente. La familia del traidor será expulsada de la comunidad y sus poderes serán drenados hasta convertirse en simples carnales”.
Además de la anterior información, le debo informar que mañana se organizará la reunión para aclarar las dudas de la comunidad sobre este tema. Allí se realizará su castigo. Espero que se presente y que no tengamos que tomar medidas inadecuadas.
Con su debido respeto,
El consejo Honorable de la Comunidad
Hoy era mi último día de vida y ni siquiera podía abrazar a mi familia. Tomé un sorbo de té. El manuscrito de Voynich era uno de los grandes misterios para los carnales, muchos de ellos pensaban que era un engaño o un simple libro de botánica, pero nadie lo sabía con certeza. Estaba en un lenguaje irreconocible. Bueno, para ellos. Todas sus hipótesis eran erróneas. El manuscrito era nuestra biblia. Allí se encontraban todos nuestros secretos, castigos, hechizos y recetas. Estaba escrito en un lenguaje antiguo de nuestra especie. Los carnales nunca lo iban a descifrar.
En ese momento quería que ese maldito libro no existiera. Pronto estaría muerta. No había hecho nada importante en mi vida.
Necesitaba volver a ver a mi familia. No podía morir sin abrazar a Kat o a mis padres. Me levanté decidida, salí de la cabaña por segunda vez y me dirigí a la ciudad. No me llevó mucho tiempo entrar en ella. No era muy grande y de hecho mi casa quedaba a unas pocas cuadras. Era bastante tarde y me sorprendió que solo me hubiera separado de mi familia por unas horas. Todo estaba oscuro, así que no me sorprendió que las luces de toda la estructura estuvieran apagadas. Lo que me llamó la atención fueron los golpes que se escuchaban desde la sala. ¿El consejo había venido por ellos?
Pateé la puerta con tanta fuerza que esta se salió de las bisagras y cayó al piso.
-¡Mamá!, ¡Papá!-grité y busqué el interruptor de la luz.
Cuando por fin lo encontré y logré encender la luz, casi me doblo por la mitad de la risa.
Robert estaba sujetando a un señor con un abrigo gris. El cabello le tapaba la cara así que no lo pude reconocer. Mi padre estaba en una esquina con los brazos cruzados y observando el espectáculo. Era ridículo.
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Las Crónicas de Rebeca.
AcciónRebeca oculta secretos. Nicholas lo sospecha. Ellos son culpables. Por su culpa, nuestro mundo será destruido. Ellos dos nos han condenado. Ellos dos se han revelado. No los traiciones. Ellos te confiaron todos sus secretos. Tú eres el único que s...