Rebeca Moore
03-09-13
Cuando Louis me había advertido que me iba a arrepentir para el resto de mi vida, tenía razón. Estaba en una gigantesca habitación. Tenía las paredes pintadas de beige y parecía un apartamento completo. El piso era blanco y estaba totalmente limpio. Había unas cortinas gruesas que se encontraban a los lados de unos gigantescos ventanales que cubrían algunas paredes. La cama estaba perfectamente arreglada y parecía que estaba diseñada para que pudieran dormir 5 personas. Había un baño gigantesco que era casi igual de grande a mi cuarto. Estaba lleno de productos para chicas. Pero lo que más me sorprendía era el armario. Un monstruo de madera que se extendía de un extremo a otro. Estaba repleto de ropa como era de esperarse, pero no había ni un rastro de color. Todo era negro, zapatos, accesorios, camisas, chaquetas, pantalones... Todo negro. Así se vestían las personas que trabajaban para el consejo. O por lo menos las más importantes. Según órdenes de Louis tenía que vigilar a los Elegidos. Ahora los vampiros querían matarlos, como venganza por la muerte del vampiro del callejón que oportunamente era uno de los descendientes de Vlad. Qué suerte la mía. Hoy era mi primer turno y me esperaban en la planta de abajo. Estábamos en la sede del norte. Aquí vivían los brujos importantes y poderosos. Ahora era mi hogar. O al menos hasta que el consejo ya no me necesitara, cuando eso pasara me matarían.
Entré en la ducha y puse el agua caliente. Me relajé un poco pero luego la tensión volvió a surgir cuando recordé lo que había hecho ayer. Había llamado a Sabana, un grave error. Necesitaba que buscara a Robert y que no le dijera a nadie. Solo espero que cumpla mis órdenes.
Después de varios minutos intentando descifrar cuál de todos los tarros que había era el champo, salí del baño envuelta en una toalla. Me miré en el espejo. Mi cabello estaba lleno de nudos y mis ojos parecían cansados. Miré las bolsas de maquillaje que se esparcían por todos lados. Intenté hacer mi mejor esfuerzo para sacar algo decente en mi cara. Al final quedó bien. Mis labios eran de un rojo intenso. Recordaban a la sangre. Esa era la idea.
En el armario saqué unos pantalones, una camisa y una chaqueta de cuero. Los zapatos eran el problema. Todos eran tacones. ¿Querían que matara vampiros con unos tacones de siete centímetros?, estaría más preocupada por no partirme el cuello que por los Elegidos. Elegí los primeros que me encontré, no veía mucha diferencia teniendo en cuenta que todos eran negros.
Me miré al espejo. Mi cabello se organizaba en mechones crespos, no estaba mal. Parecía una chica mala, de ese tipo con el que no quieres tener problemas.
Me acerqué a la puerta y la abrí. Los pasillos eran largos y estaban tapizados con baldosas de diseños con rombos negros. Parecía una iglesia y tal vez lo era. Los tacones sonaban al estrellarse con las baldosas. No había nadie a la vista. Entré en un ascensor. Obturé el botón que decía 1 y me recosté en la pared. La primera planta estaba abarrotada de gente. Me gané algunos empujones y codazos hasta que encontré un pequeño rincón vacío.
-Veo que se ha arreglado-dijo Louis apareciendo de la nada. No me asusté, era algo predecible.
-Sí, aunque no tenía muchos colores que elegir.
-Hoy hay una reunión-dijo ignorando mi comentario- Ya sabe, para aclarar las dudas y todo aquello. Los Elegidos tienen que asistir por lo consiguiente usted también, así que sígame.
Se encaminó hacia una puerta que quedaba escondida por unas cortinas. Apartó el pedazo de tela y abrió. Había unas escaleras en forma de caracol.
El anciano empezó a subir. Yo miré mis tacones.
-Buen, solo espero no partirme algo-susurré.
Muchos escalones después llegamos a un gran cuarto. Había una mesita de té en medio del gran espacio y sonaba un poco de música clásica. Las paredes eran de un amarillo agradable y se podía oler las velas aromáticas.
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Las Crónicas de Rebeca.
AksiRebeca oculta secretos. Nicholas lo sospecha. Ellos son culpables. Por su culpa, nuestro mundo será destruido. Ellos dos nos han condenado. Ellos dos se han revelado. No los traiciones. Ellos te confiaron todos sus secretos. Tú eres el único que s...