Capítulo 37: Cómo matar a un dragón muerto

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La compañía de Thorin Escudo de Roble se reunió en la sala que, hasta hace unas semanas, estaba repleta de oro, joyas y tesoros. Arä también se encontraba allí, un tanto nerviosa, sin saber exactamente qué ocurría, lo único que sabía era que su futuro marido, como ella le llamaba constantemente, estaba demasiado serio. Balin se encontraba al lado de Bilbo, el cual tenía muy mal aspecto. La marcha de Leah le había afectado demasiado y apenas podía dormir y comer. Sospechaba que su problema para descansar se debía a que ella tenía las mismas pesadillas como la que tuvo en Erebor, pero por algún motivo ahora también le afectaba a él. ¿Cómo? No podía imaginarse el por qué, pero despertarse con ansiedad y sudores fríos sin haber soñado nada o no recordarlo era algo que escapaba a su comprensión.

Thorin se paseó en silencio sin mirar a nadie, mantenía la vista fija en el suelo. Los demás enanos empezaban a impacientarse y se miraban unos a otros sin entender. Finalmente se giró hacia ellos y habló.

-Os preguntaréis por qué estáis aquí. –murmullos y movimientos de cabeza se lo confirmaron.- Tengo una pregunta que haceros a vosotros –señaló a los enanos de su compañía y luego clavó la mirada en Bilbo, quien frunció el ceño.- Y después a ti. –volvió la vista a los enanos.- ¿Recordáis que, además de cerrar la puerta principal para que los hombres no se acercaran... os pedí algo más? –la compañía entera se miró entre sí, algo desconcertados.

-Si no recuerdo mal... pediste además que nos deshiciéramos del cadáver de Smaug. –contestó Dwalin cruzándose de brazos.

-¿Lo hicisteis? –preguntó con calma y seriedad el rey enano. Volvieron a mirarse entre sí.

-Lo siento, Thorin, pero no pudimos llegar a todo. Entre buscar la joya del rey y cerrar la puerta, estábamos agotados. –explicó Balin.- Además, ese dragón pesaba demasiado para ser arrastrado por un puñado de enanos.

El rey enano asintió y clavó la mirada en los cansados y ojerosos ojos de Bilbo. Este tragó saliva y le mantuvo la mirada.

-Bien, señor Bolsón, su turno.-comenzó con voz suave.- ¿Recuerdas si Leah, en algún momento, movió o intentó mover junto con su dragón a Smaug?

-No, ella no se atrevía a meter a Sombra dentro de la montaña, además de que él era muy pequeño en esos días. Parecía un dragón recién nacido cuando lo vi la primera vez. –respondió rememorando cuando se escapaba con la druida para ver al animal.

-Ya veo... -su rostro se ensombreció y les dio la espalda, soltando un sonoro suspiro.

-Entonces... -comenzó a hablar Dori.- Si ni ella ni nosotros lo hemos movido...

No se atrevió a terminar la frase. Todos se estremecieron y sus rostros cambiaron de repente. Pensaban lo mismo. Una cosa era matar a un dragón vivo, pero si se había movido solo, ¿cómo van a matar a un dragón muerto? ¿Y cómo ha podido ocurrir? esas preguntas rondaron por la mente de todos.

-Mandé un cuervo con una mensaje al rey Thranduil para saber si Leah le había contado algo. –los ojos de Bilbo brillaron al oír de nuevo el nombre de su druida y centró su mirada en la espalda del rey.- Con todo lo que pasó, no fui consciente de en qué momento Smaug desapareció de Erebor.  Me contestó que mantuvo una larga charla con ella y que no había mencionado nada de este tema. –se giró hacia el resto de la compañía.- Pero sospecha algo. Y es... bastante desagradable de imaginar. Y peligroso.

Un temblor acompañado de un rugido feroz dentro de la montaña hizo que nadie preguntara nada, la conversación parecía haberse terminado ahí. Arä, tras soltar un pequeño grito, corrió a abrazarse a Thorin, quien la rodeó protectoramente con sus brazos y le acarició el pelo, intentando tranquilizarla, pues temblaba de miedo al imaginarse el peligro que se avecinaba. Bilbo los observó con los ojos entrecerrados, añorando tener a Leah entre sus brazos.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora