Capítulo 30 Héroe

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-¡Detente, Sombra! –ordenó Bilbo. El dragón obedeció a regañadientes y le miró de reojo con sus verdosos iris y sus pupilas totalmente alargadas.

Volaban por encima de las nubes, sabiendo que se encontraban ya cerca de las Montañas Azules. El sol brillaba con intensidad esa mañana y su luz se reflejaba en cada copo de nieve posado en las rocosas paredes de las montañas.

Bilbo pensó antes de seguir adelante. El paisaje era totalmente blanco y Sombra sería demasiado llamativo si atacaban en ese momento. Temía que el otro druida tuviese un arma capaz de dañar las escamas del compañero de Leah.

-Tonto... -susurró negando con la cabeza.- Si fue complicado que en el pasado los habitantes de Esgaroth dañaran siquiera a Smaug, éste pequeño al ser su hijo debería ser igual...

Sombra gruñó impaciente, sintiendo ya una ardua desesperación de querer ir a rescatar a su compañera. Bilbo miró al dragón mientras introducía la mano en el bolsillo derecho y acariciaba con suavidad el anillo.

-Tengo un plan. En vez de volar directamente hacia ellos, vamos a ir por la retaguardia. ¿Tú puedes ver dónde están desde aquí? –el dragón movió la cabeza de arriba abajo.- Bien... entonces confío en que encuentres el lugar idóneo para ser sigilosos, ¿podrás hacerlo? -Sombra emitió un sonido parecido a un resoplido, dando a entender que era obvio que podía.- Está bien, está bien... Vamos allá, Sombra.

Se le notaba asustado en la voz, pero se colocó el anillo en el dedo corazón, desapareciendo y aferrándose fuertemente al sillín del dragón justo antes de que el negruzco animal siguiera las indicaciones del mediano.

Sobrevoló las nubes, buscando un lugar desde el que descender sin ser visto. Sus ojos se toparon con la visión del estado de Leah, lo que hizo que gruñera. Bilbo le dio unas palmadas en la cabeza con suavidad, intentando tranquilizarlo.

Sombra observó cómo Dyrian miraba en la dirección en la que habían venido, por lo que no se esperaría un ataque por detrás. El druida, desesperado ya de no ver señales de rescate por ninguna parte, se apartó de Leah y paseó en círculos sin dejar de mirar en esa dirección.

-Sombra, ve por detrás y mantente oculto. Yo iré a liberarla. –le susurró. La voz le temblaba al verla así. Apretó los puños con más fuerza, intentando contener la furia que le hacía querer matar a ese ser de inmediato, pero tenía que ser cuidadoso.

La vista de ambos se posó detrás de la montaña, donde se podía ver un vasto terreno, donde la nieve cubría casi toda la negrura de la vegetación quemada. Un gran árbol desnudo y carbonizado se encontraba rodeado de otros más pequeños en igual estado. El Hobbit cerró los ojos horrorizado, pues la imagen le recordaba a cómo quedó Valle. El dragón se detuvo, agitando con cuidado las alas, y observó con pena el antiguo hogar de Leah, totalmente devastado gracias a su padre. Podía ver cómo el viento arrastraba la ceniza posada en la tierra que la nieve no había cubierto. No quedó ningún rastro de vida en ese bosque.

Sombra descendió, controlando que Dyrian no se girase, y se aferró con las garras en la dura roca de la montaña, haciendo que cayera algo de nieve, la cual crujió bajo sus patas. Ambos miraron hacia arriba, sin moverse y totalmente tensos, esperando que no les hubiesen escuchado. Bilbo suspiró, relajándose un poco mientras Sombra subía con cuidado, intentando acercar al mediano lo más que podía a la superficie.

Leah notaba su corazón latiendo a mil por segundo, pues había visto a su compañero descender. Controlaba cada movimiento de Dyrian, intentando aparentar tranquilidad. Oyó el sonido de la nieve, suponiendo que el dragón se había posado en la montaña, pero el ojiverde seguía impaciente por no ver al dragón aparecer.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora