Capítulo 41. La boda.

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Leah y Bilbo se despertaron dejando escapar un leve quejido al escuchar mucho barullo fuera de la habitación. Por un momento se miraron sin entender qué pasaba, por qué había voces femeninas casi histéricas de emoción o voces varoniles borrachas a esas horas de la mañana. Poco a poco comprendieron lo que ocurría conforme sus mentes se iban despertando. Leah puso los ojos en blanco y quiso meterse de nuevo entre las sábanas hasta que llamaron a la puerta.

-¡Adelante!-exclamó el mediano con voz lo suficientemente alta para que fuera escuchado desde dentro.

La puerta se abrió dejando ver a Dis tras ella, quien entró con sumo cuidado y una sonrisa de oreja a oreja.

-Buenos días, queridos.-saludó con una voz dulce y amable.- Arä me ha pedido que venga para ver si os puedo ayudar con algún retoque o preparativo para el evento de hoy. –la druida se incorporó mientras se frotaba los ojos.- También... ha pedido hablar con Leah a solas, si es posible. -La pelirroja frunció el ceño, pero asintió.

-Dame un momento para... adecentarme.-pidió tocándose el pelo y notarlo despeinado.- ¿A qué hora es la boda?

-¿No os lo ha dicho Thorin antes? Qué cabeza tiene... -negó llevándose una mano a la frente.- Es esta tarde.

Leah miró con incredulidad a algunas enanas corriendo de un lado a otro por detrás de Dis. Ella asintió, suspiró y se encogió de hombros dándole a entender a la druida que tampoco comprendía semejante alboroto a esas horas.

-En fin... os dejo un momento... Arä se encuentra en las puertas de la montaña, está... aireándose.- informó y se marchó, cerrando la puerta tras ella.

La druida se estiró y le dio un beso en la mejilla al Hobbit, el cual se quedó mirando las mantas pensativo.

-Sé lo que te preguntas y yo tampoco sé qué quiere. –Bilbo la miró con media sonrisa, lo conocía bien.- Pero si la futura alteza real requiere mi presencia... -utilizó un leve tono de burla el cual hizo reír al mediano.- Pues... qué remedio, tendré que ir. –se levantó y comenzó a vestirse con su habitual traje de cuero.

-Yo seguiré durmiendo un poco más, si no te importa. –bostezó enérgicamente el mediano, volvió a acurrucarse entre las cálidas mantas y se abrazó a la almohada.

Leah se rio por lo bajo llamándole perezoso al oído. Terminó de peinarse y salió de la habitación, no sin antes darle un beso en la mejilla a su Hobbit. Observó mientras caminaba a su alrededor. Las columnas estaban unidas entre sí por largos listones blancos con bordados dorado. Le impactó mucho el color de la decoración, ya que de normal los enanos vestían con prendas más oscuras e imaginó que la decoración sería del mismo tono. Tras meditarlo un rato y ver que todo el interior de la montaña estaba decorado así, pensó que una boda era un acto de pureza, por lo que es lógico vestir con prendas de un color puro.

"Como la nieve..." pensó llegando a la entrada y sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Al atravesar la gran puerta custodiada por las dos vastas estatuas enanas, miró a su alrededor pero no vio a Arä. Lo que sí pudo distinguir fue un camino de piedras, lo siguió y el campo nevado estaba adornado por grandes bancos de piedra que se alineaban y rodeaban una alta roca plana que parecía el altar. Un par de árboles sin hojas se encontraban a los lados de dicha roca, el cual tenía sus ramas entrelazadas formando un delicado arco. Leah frunció el ceño pensativa, no recordaba haber visto algo así antes en ese lugar.

-Hola. –saludó con timidez la enana tras la druida, haciendo que se sobresaltara.

-Ho...hola. Perdón, te buscaba y... me detuve a contemplar esto, nunca había reparado en que esos árboles estaban ahí. –habló con nerviosismo, seguía sin saber qué quería Arä de ella.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora