Capítulo 17: Insensatez

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Leah corrió a ayudar a Bilbo de debajo del gran estandarte que colgaba antes de la pared de la Galería de los Reyes, la cual estaba ahora derribada, y salieron asomando únicamente la cabeza por el borde de la tela. El dragón se detuvo en la entrada de Érebor, que estaba tapada con grandes piedras, aunque eso no supondría un gran impedimento para él.

-¿Crees que puedes engañarme, jinete del barril?-se giró para mirar al Hobbit con furia.- Venís de la Ciudad del Lago...-hizo una pausa, pensativo.- Esto es algún sórdido plan urdido entre los sucios enanos y esos miserables comerciantes de cubas del lago. ¡Esos lloricas cobardes con sus grandes arcos y sus flechas negras! –exclamó con consternación.- Tal vez sea hora de que les haga una visita.

Sabía que no iba a servir de nada, pero cogió una flecha y apuntó con el arco a la cabeza del dragón mientras hablaba. Disparó y cuando la flecha impactó, rebotó en la dura piel de Smaug. Lo único que logró fue captar su atención, consiguiendo que las alargadas pupilas se centrasen en ella.

-No sé quién me parece más llorica, si tú o ellos. –desafió la pelirroja andando hacia él, intentando localizar mediante el olfato a Darya.- Flechas negras, flechas negras... -imitó su voz de manera burlona y llorando de manera falsa. Su corazón latía con frenesí al tener de frente al dragón. Estaba nerviosa, pero era ahora o nunca- Sinceramente, sólo me pareces una gallina con escamas rojas.

Smaug, enfadado por las burlas, lanzó una bocanada de fuego. Gracias a los poderes de la rubia, fue desviado por un fuerte viento. Leah buscó con la mirada a su amiga, descubriéndola justo detrás del dragón, entre las columnas que sujetaban el techo de la Galería de los Reyes. Los amarillentos ojos del dragón la descubrieron y, sin pensárselo, la empujó con la cola y la dejó atrapada entre la columna y las largas púas de su cola.

Leah negó con la cabeza, con los ojos muy abiertos, casi saliéndose de sus cuencas. Sus temblorosas manos dejaron caer el arco y corrió lo que pudo hasta ella, ignorando la presencia de Smaug, quien observó cómo acudía en ayuda de su amiga. No había visto el golpe, pero su olfato le reveló que la rubia estaba herida. Al llegar hasta ella se dejó caer, quedándose de rodillas a su lado, sintiéndose destrozada. Darya jadeaba con fuerza, había reprimido un gemido de dolor al sentir cómo algunas afiladas espinas se le clavaban en el pecho. El traje de cuero marrón claro ahora estaba manchado de grandes marcas rojas. Un pequeño reguero de sangre caía por su cuello debido al impacto de su cabeza contra la dura piedra.

-Déjame curarte... -susurró con un hilo de voz, intentando acercar sus manos a ella. Gruñó cuando oyó al dragón carcajearse y relamerse.

-No... -impidió la rubia con dificultad, detuvo las manos de la pelirroja que pretendían tocarla.- Debes... debes acabar con él.

-Pero... si no hago algo pronto tú... -los ojos de Leah se empañaron, sintiendo que estaba traicionando a su promesa.

-Estas cosas pasan... -intentó reír, pero lo único que pudo hacer es quejarse con una mueca.- Hazlo por Pluma Veloz... prométeme que acabarás con él... por nosotras... por todo nuestro clan... -susurró en su último aliento.

Bilbo observó la escena desde lejos totalmente abrumado. No sabía qué hacer, ya que si se acercaba a ella, lo más seguro es que el dragón atacase. La pelirroja agachó la cabeza, haciendo que el rostro quedase oculto por su pelo y golpeó con un puño el suelo. El dragón apartó la cola y el cuerpo, ahora sin vida, de Darya se quedó tumbado en el suelo. Un par de lágrimas cayeron al suelo.

-¿Quién es la llorica ahora? -provocó el dragón mordaz.- Os creéis especiales y no sois nada contra un dragón. -movió la cola alrededor de Leah, tentado de darle con ella. La druida no se movió de su posición, apenas estaba recuperándose de la pérdida de su amiga y del dolor del puño.- Recuerdo perfectamente lo bien que ardieron vuestros árboles, mucho mejor que las endebles casas de Valle. Y esos gritos de agonía al estar en mis llamas... -Leah alzó lentamente la cabeza.- fueron música para mí... -los ojos de Smaug pasaron de la pelirroja a la rubia y se relamió.- Me quedé con ganas de probar la carne de druida... 

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora