Capítulo 19: El mal del dragón

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Se alejaron mucho del resto de la compañía, en silencio, hasta llegar a una gran habitación. Estaba polvorienta y desordenada, como era de esperar. Esos eran los aposentos de Thorin. Su antiguo armario, su antigua mesa, su antigua cama... El enano cerró la puerta tras de sí, una vez que ella se detuvo en el centro de la habitación mientras miraba todo con cautela.

-¿Me tienes miedo? –preguntó él con voz áspera, escudriñándola con la mirada.

-N-no... claro que no. –su voz tembló, presa de su nerviosismo. El enano avanzó hacia ella, mientras ella retrocedía hasta que llegó a la pared.

-¿Por qué tengo la sensación de que sí lo tienes? –insistió, apresándola contra la pared, colocando los brazos a ambos lados de la pelirroja.

-No te temo a ti... -musitó lo más firme que su voz le permitía.- Temo lo que este tesoro te está haciendo... -cogió con sus manos el rostro del enano, acariciándole delicadamente la barba y observó esos cansados ojos azules con unas profundas ojeras debajo de ellos.- Temo que te pierdas, Thorin...

Él sonrió y movió una mano hacia la cara de ella, acariciándola con ternura, con esa delicadeza que sólo podía tener con ella.

-¿Por qué iba a perderme? –susurró con calidez, aproximándose más a ella.

-Llevas tiempo sin comer ni dormir... no puedes seguir así. –respondió apenada, dejando escapar dos lágrimas que corrieron libres por sus mejillas.- Tu cuerpo necesita que lo hagas.

-¿Sabes por qué llevo días sin comer ni dormir? –preguntó con voz seria, mirándola intensamente a los ojos.

-Buscarías la Piedra del Arca, lo más seguro... -respondió tras suspirar, manteniéndole la mirada.

-No... -negó también con la cabeza e introdujo una de sus manos en la túnica, sacando la nota que Bilbo le había dado. Leah la reconoció, abriendo mucho los ojos. No esperaba que el mediano se la diese, pues sólo debía hacerlo si ella moría.- Me reconcomía la culpa por no haber comprendido tus sentimientos ni tus actos, por no haber estado ahí cuando me necesitabas.

Ahora la que se sentía culpable era ella, por no haber tenido paciencia para comprender cómo se sintió él al regresar al lugar que le había sido arrebatado y que, además, ella arriesgara su vida de esa manera. Suspiró, cerrando los ojos, sintiéndose peor que nunca, aunque su chispa de esperanza no le había fallado, seguía siendo el Thorin al que se entregó. Sintió cómo se acercaba más a ella lentamente, estudiando sus reacciones antes de rozar con suavidad sus labios. Se apartó unos milímetros, sin dejar de observarla. Ella entreabrió los ojos, encontrándose con la intensa mirada del enano. Ella le devolvió el beso, pegando su cuerpo al de él, dejando caer el paquete que guardaba su ropa al suelo mientras se abrazaba a su cuello.

Anhelaba sus labios desde la última noche que pudo sentirlos por su cuerpo. La respiración de ambos empezó a agitarse. El enano intentó abrirse paso a la boca de ella usando la lengua para acariciar la de ella. La cogió por las piernas, que se enroscaron en su cintura, y se la llevó al polvoriento lecho, donde la dejó con cuidado, sin parar de saborear sus labios y su boca mientras se tumbaba sobre ella. Se deshizo de la túnica y su armadura de malla, tirándolas al suelo, seguidas después por su camisa, quedándose con el pecho al descubierto. Las manos de la druida pasearon por sus hercúleos pectorales con suma delicadeza, provocándole escalofríos. El enano gruñó de placer, despojándola de la camisa de cuero y lanzándola con las otras prendas. Se tomó un momento para admirar los turgentes y firmes pechos de la pelirroja, masajeándolos después, mientras se dirigía a su cuello, lo succionó dejándole una marca. Los labios de ella jadeaban con intensidad, mientras su cadera se movía involuntariamente, rozándose con la prominente virilidad del moreno. El enano terminó de desnudarla, dejándola como vino al mundo.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora