Capítulo 24: La batalla de los cinco ejércitos.

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-Elijo guerra-respondió volviendo a mirar la rocosa colina.

Un ejército de enanos apareció por el horizonte, liderados por uno montado en un cerdo. Todos se giraron a mirar al numeroso ejército armado con escudos y lanzas que se aproximaba a ellos, mientras los enanos de Thorin gritaban de júbilo al verlos.

-Toda esta conversación sólo era una mera distracción.... ¿verdad? -susurró Leah mirando de nuevo al rey enano.- No te importa nada más realmente.

Thorin ignoró por completo las palabras de ella. Se limitó a mirar cómo el ejército enano se aproximaba con una pequeña sonrisa.

-Pie de Hierro. –murmuró Gandalf ligeramente preocupado, recibiendo una mirada de la misma índole de parte del mediano, que se había bajado del dragón.

-¿Este era tu plan? ¿Utilizar otros enanos para no cumplir tus promesas? –le miró la druida con incredulidad y le silbó a Sombra para que se acercara a ella.- Eres impresionante, Thorin...

Susurró con ironía antes de lanzarse de nuevo al otro lado del muro y montó sobre su dragón en el aire. Se colocó bien en la silla de montar y le comunicó telepáticamente a su compañero que aterrizara delante del líder de los Pies de Hierro. Thanduil, Bardo, Gandalf y Bilbo se colocaron a ambos lados de ella, haciéndole frente también al enano.

-¿Quién es ese? –preguntó el mediano.- No parece muy contento.

- Es Dain, señor de las Colinas de Hierro, primo de Thorin. –respondió el mago.

-¿Se parecen? –habló nuevamente el castaño.

-Siempre me ha parecido Thorin el más razonable de los dos. –respondió con pesar nuevamente el mago gris.

-Cabezonería enana... qué divertido. –susurró la druida, rodando los ojos al escuchar las palabras del istar.

El ejército enano se detuvo, mientras que Dain avanzó hacia ellos, deteniéndose a varios metros, sin dejarse intimidar por el ejército de elfos ni por el dragón.

-¡Buenos días! ¿Cómo estamos? –saludó bajo la asombrada mirada de Leah, que enarcó las cejas.- Tengo una proposición que haceros si no os importa dedicarme un momento de vuestro tiempo. ¡¿Tendríais el detalle de largaros de aquí?!-Los humanos retrocedieron, asustados por la ferocidad del enano.- ¡Todos! ¡Ahora! –exclamó el señor de las Colinas de Hierro.

-¡Seguid firmes! –ordenó Bardo, sujetando las riendas de su corcel.

-¡Vamos, señor Dain! –llamó Gandalf.

-Gandalf el Gris... -el mago saludó inclinando levemente la cabeza.- Dile a esta gentuza que se marche... ¡o regaré el suelo con su sangre! –amenazó el enano, alzando la voz. Bilbo se estremeció y apartó la mirada, gesto que no pasó desapercibido para Leah. Sombra movió la cola para envolverlo de manera protectora y lo juntó más a sí mismo.

- No es necesaria la guerra entre enanos, hombres y elfos. Una legión de orcos cruza la montaña, que se repliegue tu ejército –pidió el mago. La druida parpadeó por un momento al escuchar esas palabras. No sabía que se aproximaba algo más. Giró la cabeza lentamente para mirar a Gandalf. "¿Y lo dices ahora...?" pensó con nerviosismo.

-No me replegaré ante ningún elfo, y menos ante ese desleal duendecillo del bosque. Sólo desea la desgracia de mi gente. Si osa interponerse entre los míos y yo, ¡le abriré su linda cabeza, a ver si sigue sonriendo después! –la druida miró de reojo a su padre, que parecía tranquilo ante las amenazas del enano.

-¡Dain, espera! -pidió Gandalf mientras el enano se daba la vuelta.

-Que avancen, a ver hasta donde llegan. -Thranduil intentó sonar seguro de sí mismo, pero la voz le tembló ligeramente.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora