Capítulo 16: Érebor y Smaug

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Leah subió al bote, seguida por Darya, que se sentía emocionada al integrarse en una misión que en realidad no le importaba y, al ver el empecinamiento de su amiga por ayudarlos y que ella era parte fundamental del plan de Leah, tenía aún más ganas de que se llevase a cabo.

Mientras se dirigían a la Montaña Solitaria, ella trasteó con la cadena, pasando una flecha por uno de los huecos, comprobando que las plumas impedían que la cadena fuera completamente atravesada. La anudó como pudo, dejándola bien fija y la enrolló después el resto dentro del carcaj.

Bilbo y Darya la miraron interrogantes, mientras ella se encontraba pensativa, mirando el agua del lago. Horas después llegaron a la orilla, donde pusieron rumbo a pie hacia Érebor. Los enanos se equiparon las armas, y emprendieron el rumbo seguidos de las dos druidas y el Hobbit.

Caminaron durante horas, a través de arenosos valles y rocosas colinas, encontrándose poco después las ruinas de lo que quedó de Valle. Notaron que Thorin estaba cada vez más ansioso por llegar a la montaña, ya que Bilbo preguntó por el mirador donde el mago gris prometió encontrarse con ellos y él, viendo que no estaba, no quería perder el tiempo.

Buscaron durante horas la escalera secreta que les llevaría a la puerta oculta, rodeando la falda de la montaña.

-Si el mapa está correcto, la puerta oculta está justo encima. –meditó en voz alta Thorin, con el mapa desplegado en sus manos.

Leah corrió hacia una estatua enana gigante, que dejaba ver una larga escalera de piedra.

-¡Aquí arriba! –exclamó ella, llamando la atención de todos los enanos.

El líder corrió a su lado, observando lo mismo que veían los ojos de ella, y sonrió ampliamente al ver que estaban cada vez más cerca de recuperar su hogar.

-Qué vista más aguda, Leah. –susurró en su oído, sin dejar de mirar hacia la montaña.

Ella sonrió ladinamente, siguiéndole después.

-¿Hay que subir todo eso? –preguntó la druida rubia con fastidio.

-Tú eres la que menos debería quejarse, Darya... -contestó la pelirroja, alzando una ceja.- Recuerda que, con tu dominio del viento, puedes volar...

-¿Puede volar? –preguntó Bilbo con fascinación.

-Bueno... no es exactamente volar. Es dejar que su cuerpo sea desplazado por una fuerte corriente de viento que ella puede manipular. –explicó Leah pensativa.

Los enanos, el mediano y la pelirroja empezaron a escalar, mientras Darya ponía en práctica lo que su amiga le había dicho. Llevaba tanto tiempo sin usar sus dones druídicos que no se le ocurrió esa posibilidad.

Al terminar de subirlas, atravesaron un puente de piedra, que simulaba ser el arma del gigante enano pétreo y continuaron por otras escaleras más sinuosas, llegando finalmente a la piedra gris de la que hablaba el mapa. El líder enano corrió hacia ella, orgulloso de estar ante esa pared a tiempo, mientras los demás jadeaban e intentaban recuperar el aliento.

-Debe de ser esta... -susurró Thorin mirando la pared.- La puerta oculta. Que todos cuantos dudaban de nosotros lamenten este día.- alentó con alegría, dejando a la pelirroja embelesada por su sonrisa, mientras el resto de la compañía vitoreaba alegre.

-¡Vamos! Tenemos una llave. –Dwalin se acercó a su líder, tanteando por la pared mientras aún duraba la luz del sol.- Lo que significa que en algún sitio habrá una cerradura.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora