Capítulo 10: Un día relajado

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Durante el descenso del risco, Leah pudo notar el cansancio acumulado de todos los miembros de la compañía, en especial de Thorin que estaba herido. Escuchaba su respiración pesada y  percibía el aroma de su sangre de algunas heridas que seguían abiertas. Lo miró con preocupación durante el camino, hasta que descendieron del todo. En ese momento, aceleró el paso, se detuvo delante de la compañía y se giró hacia ellos.

-Ya que las águilas nos han ayudado a acortar el camino bastante ¿Qué os parece si hoy descansamos? -sugirió con calma.

-No, debemos darnos prisa en llegar a Érebor. -negó el líder enano, caminando de nuevo.

-Deja de hacerte el fuerte, Thorin, sé que te duelen las heridas. -le frenó colocando una mano en su pecho sin apartar su seria mirada de él. El enano respiró hondo y la miró fijamente- Además, acabamos de escapar de los trasgos y de los orcos. ¿No te parece que necesitamos parar?

Se mantuvieron la mirada sin apenas parpadear, hasta que Thorin cerró los ojos, suspiró y admitió que la druida tenía razón. Acamparon pocos metros más adelante, cerca de un lago.

-Bien, quítate la ropa. -ordenó la pelirroja a un sorprendido Thorin. Él enarcó una ceja, mientras los demás la miraban con asombro y diversión ante el atrevimiento de la joven. Tras pensar durante un momento en lo que había dicho, se sonrojó con intensidad.- ¡Me refiero a la parte de arriba! La malla y eso...

-¿Para qué? -preguntó Kili sonriendo con picardía mientras se acercaba a ella y pasaba un brazo por encima de sus hombros.

-Para sanar sus heridas, obviamente. -respondió la druida con incomodidad, quitándose el brazo del  joven enano.

Thorin obedeció, después de la reprimenda recibida unas horas antes en el risco, no le apetecía nada discutir de nuevo. Leah observó el torso desnudo del enano, que provocó que su corazón se acelerara y se sonrojara con intensidad, acto que no pasó desapercibido para los sobrinos del futuro rey bajo la montaña, que se miraron entre sí con una pícara sonrisa. La druida carraspeó, pidiéndole a Thorin que se sentara. Tras obedecer, ella se arrodilló a su lado y observó de cerca las heridas. Su nerviosa mirada cambió por una más seria, su enrojecimiento desapareció y su corazón latió con más frenesí al recordar cómo ese huargo blanco hincaba sus dientes en esos pectorales y abdominales. Se le humedecieron los ojos, recordando los gritos de dolor de su líder. Se frotó las manos antes de posarlas sobre el pecho de Thorin.

-¿Eso es parte del hechizo? -preguntó Fili con curiosidad.

-Solo me caliento las manos para que tu tío no reaccione bruscamente si las tengo frías. -miró de reojo al rubio enano. Volvió la vista al pecho de Thorin y suspiró.- Y tú haciéndote el fuerte y el cabezón... Ese huargo te clavó los colmillos profundamente.

Colocó con suavidad sus manos sobre las heridas, una mano cubrió el pecho y la otra los abdominales. Cerró los ojos, dejando fluir su energía curativa a través de sus manos. Desde la muerte de Togo no había tenido oportunidad de hacerlo, pero instintivamente supo qué hacer, como si su lobo guiase sus manos y su energía curativa a través de ella. Un destello blanco surgió de sus palmas, haciendo desaparecer poco a poco las heridas del enano. A los pocos segundos las retiró, comprobando que se habían cerrado del todo.

-Me siento mejor. -comentó Thorin sonriendo a la druida, pero ella no le prestó atención.

La mente de la druida todavía estaba inmersa en sus pensamientos, entrecerró los ojos y suspiró sin escuchar al enano. Él cambió su calmado rostro por uno preocupado. Ella se frotó los ojos e hizo lo mismo con las heridas que tenía en la frente. Observó cada detalle de su cara, sus ojos azules, sus finos labios. Suspiró y se alejó pensativa. Una parte de su mente le hizo pensar que había otro rostro en la compañía que le llamaba la atención. Los verdes ojos de Bilbo siempre la miraban con una mezcla de admiración y cariño, tanto que le relajaban de igual manera que el enano; su sonrisa era contagiosa, consiguiendo que sea capaz de olvidarse de sus tormentos cada vez que la ve. Recordó las palabras de Togo respecto al mediano y se preguntó si él detectó algo que no supo ver ella misma. Tanto con Thorin como con Bilbo se sentía más cercana que con el resto de la compañía, pero de un modo distinto cada uno.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora