Capítulo 26: Una futura boda

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Bilbo despertó e intentó moverse pero no pudo. Miró a la druida que estaba abrazada a él y profundamente dormida. Sonrió y giró hasta quedarse de medio lado cara a ella, paseando después la mano por su desnuda espalda, haciendo que ella se estremeciera. Le llegó el olor a rosas que había usado para bañarse y la estrechó más para sí, aspirando toda su esencia.

-Bilbo, me ahogas... -susurró con dificultad en su oído.

-¡Oh! Perdón, perdón... -aflojó el abrazo y la miró a los ojos.- ¿Cuánto llevo durmiendo?

-No lo sé, pero quizá debería bajar a ver si necesitan algo y si ha cesado la lluvia. –miró las sólidas paredes de roca y suspiró.- Lo que no me gusta de esta habitación es que no tiene ventanas...

-Yo me daré un baño entonces, la siesta me ha sentado bien. –se tapó la boca tras decir eso y bostezó, estirándose después.

-Bien. –asintió ella mirándole con una sonrisa.

Bilbo se levantó y fue a darse un baño. Leah aprovechó ese instante para vestirse mientras oía cómo el mediano vaciaba la bañera y volvía a llenarla. Primero se puso ropa interior blanca que encontró en el armario. Siguió con la camisa que le quedaba bastante ancha y los pantalones y sus propias botas que ya no estaban tan húmedas, pues se negaba a ponerse los zapatos que tenía para ella. Oyó el sonido del agua cuando el hobbit se metió en la bañera y se acercó, asomando un poco la cabeza. Estaba de espaldas a ella, así que con sigilo se acercó a él y depositó un tierno y fugaz beso en su mejilla, yéndose rápidamente después de sobresaltarlo.

Al salir de la habitación y cerrar la puerta, se apoyó en ella y suspiró, cerrando los ojos con una sonrisa. Se sentía más feliz que nunca y no podía creerlo todavía, a pesar de todo lo que había tenido que pasar hasta ese momento. Una puerta se abrió delante de ella y vio salir a Thorin, que se ruborizó al verla con la camisa anudada de esa manera.

-Leah. –saludó inclinando la cabeza.

-Thorin. –saludó ella con el mismo gesto y observó la puerta. Era nueva, pues hace bastantes días rompió de un portazo la anterior.

-¿Qué te parece tu nueva estancia? –preguntó él mientras caminaban por los pasillos.

-No está mal, aunque echo en falta una ventana... o dos. –respondió mirando al frente.

-Imagino que en una montaña cerrada te agobias ¿no? –sonrió ladinamente el enano mirando también hacia adelante.

-Así es. –contestó sonriendo del mismo modo.

-Pensé que te pondrías el vestido. –dijo el enano tras una larga pausa.

-Pensaste mal. Nunca he acostumbrado a llevar ropa tan... -cerró los ojos pensativa.- femenina. No me va el rollo de princesas como los elfos.

-Tu padre es un rey elfo, eso te convierte en una. –objetó frunciendo el ceño.- Y es algo que todavía no me explico.

-Thranduil me contó la versión resumida, se enamoró de mi madre... y nací yo. Aunque ella decidió quedarse con su clan, supongo. Al igual que él eligió el bosque. –respondió pensativa, aunque realmente no tenía tanto conocimiento de las decisiones de su madre, pero era lo más aproximado. Si no lo más probable es que hubiera crecido entre elfos y no con su gente.

-Ya veo. –la miró de reojo unos segundos y volvió la vista al frente.- Aunque he de decir que para lo alto que es, has salido muy pequeña.

-Thorin... ¿has entregado ya a Bardo y mi padre lo que prometiste? –no obtuvo respuesta, así que supuso que no era así.- Entonces no saques ese tema.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora