Capítulo 1: Contacto

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Leah, una muchacha pelirroja, con el pelo largo recogido en una coleta salvo unos mechones sueltos por su rostro, de ojos azules, estatura media, vestida con una camisa, unos pantalones, un cinto y unas botas de cuero negro, se encontraba en Eryn Vorn.

Pertenece a la raza de los druidas, que habitaban en Kaldrassil, un frondoso bosque lleno de vida antes de que un dragón llamado Smaug lo arrasara y, con ello, a sus habitantes. Toda forma de vida quedó reducida a cenizas. 

Era una raza muy poco conocida en la Tierra Media. Existían varias clases de druidas y podían llegar a ser capaces de dominar un elemento natural como el fuego o el agua. Ella nunca llegó a saber cuál era el suyo ya que, por orden de su padre, se especializó en el uso de armas como espadas y arcos. 

Todo druida tiene su alma ligada al alma de una criatura mágica, normalmente de la fauna autóctona del bosque, cuyos dones ayudaban mucho en las batallas. El ritual se realiza en la primera luna llena de su doceavo año de vida. Las almas del druida y del animal se iluminan y, con el mismo brillo de la luz de la luna, un hilo aparece ante ellos guiándoles hasta su encuentro. El compañero de Leah es un gran lobo negro y gris llamado Togo que posee los dones de la curación y la telepatía. Al vincularse, el druida obtiene algunos rasgos característicos de su compañero animal.

Actualmente, Leah y Togo se encontraban tumbados bajo la sombra de un árbol, disfrutando de ella en un caluroso día de verano. La chica estaba apoyada en el lomo de su compañero, el cual tenía la cabeza junto a sus piernas mientras ella se la acariciaba con suavidad. Togo movió la nariz al detectar un olor completamente desconocido acercándose a ellos. Entreabrió los ojos emitiendo un leve gruñido de alerta. La joven se tensó, dejó de acariciar a Togo y permaneció con los ojos cerrados.

-Buenos días.-dijo una voz grave y anciana.

Leah entreabrió los ojos y lo miró directamente. Era un anciano con aspecto bonachón, canoso, vestido con una larga túnica gris, al igual que su sombrero picudo y se apoyaba en un bastón. Sonreía con amabilidad mientras esperaba respuesta.

-Buenos días.-dijo al fin la druida.- ¿Os puedo ayudar?

-Quizá sí... -susurró el anciano.- Estoy buscando a alguien a quien le pueda interesar partir a una aventura.

-¿Aventura? –rio divertida y, sin dejar de mirarle, se irguió hasta quedar sentada, cruzando sus brazos sobre sus rodillas.- ¿Por qué pensáis que podría interesarme?

-Sé lo que sois, pequeña.-dijo mirando de reojo al lobo, que no le quitaba la vista de encima. Le mostraba sus fuertes y grandes colmillos de forma amenazadora sin llegar a emitir ningún gruñido. El rostro de la joven se ensombreció al escuchar sus palabras y abrió más los ojos para mirarle con más atención.- Y, como es evidente, también lo que ocurrió hace mucho tiempo.

-¿Ah, sí? –suspiró, intentando ignorar el dolor que despertaba en su pecho al recordar aquella desolación.

-Sí. Tengo pensado ir a Érebor, junto a la compañía de Thorin Escudo de Roble. –dijo con calma, analizando la reacción de la druida.

-¿Thorin Escudo de Roble? ¿Érebor?–frunció el ceño pensativa.- No me suenan de nada esos nombres.

-Claro... lo suponía. Él vivía muy lejos de aquí antaño, hasta que el mismo dragón le arrebató su hogar. –respondió con voz suave.

El pelo del lomo de Togo se erizó violentamente, al mismo tiempo que Leah sentía un escalofrío recorrerle la espalda. Durante un momento, entrecerró los ojos y desvió la mirada, furiosa.

-¿El mismo dragón...? –murmuró pensativa. Clavó de nuevo sus ojos en el anciano.- Os referís a Smaug, supongo... ¿Sigue vivo?

Él asintió mientras Leah sentía cómo la sangre empezaba a hervirle en las venas. Cerró fuertemente los puños, ligeramente temblorosa. Sacudió la cabeza, la cual se había llenado de pensamientos vengativos, mientras Togo le lamía la mejilla intentando tranquilizarla. La joven se levantó y, alzando la cabeza levemente, miró al anciano con una media sonrisa.

-Me llamo Leah. Él es Togo.-señaló a su peludo compañero.- Creo que no nos vendrá mal partir con vos en esa aventura...

-Yo soy Gandalf el Gris.-inclinó la cabeza, a modo de reverencia.

-Ga... ¡Gandalf! ¿El famoso mago gris? –preguntó sorprendida la druida, mirándolo de arriba abajo. Él rio con suavidad y le frotó la cabeza.- ¿Cómo no caí antes? Sólo vos podéis saber... lo que soy.

-Tampoco se ven muchos lobos de ese tamaño... es fácil sospechar. -comentó suspicaz, mirando al lobo que se había levantado junto con su compañera. El animal superaba la altura de la druida, le sacaba una cabeza.

-Bueno y... ¿Cuándo partimos? –preguntó ilusionada.

-Me dirijo ahora mismo a Hobbiton, en la Comarca, quiero buscar un miembro más para la compañía y pienso que ese sería un buen lugar de reunión con todos. –miró hacia el noreste.- ¿Me acompañaríais?

-¡Claro! –se giró sobre sí misma y, tras saltar sobre el lomo de Togo, se puso de puntillas sobre él para alcanzar a una rama, donde tenía todas sus armas escondidas.

-Veo que vas bien armada. –comentó risueño, mientras ella se colocaba el carcaj, con una docena de flechas, un arco y un par de vainas con espadas en el cinto.

-Esta tierra no está libre de orcos y trasgos, hay enemigos casi en cada esquina. –comprobó que todo estaba en su sitio y volvió a bajar.- Vámonos entonces.

-Pensé que me costaría más convenceros, jovencita. Enfrentarse a un dragón no es ninguna tontería–admitió el mago.

- Llevo demasiado tiempo lamentando la muerte de los míos sin hacer nada... –suspiró la druida.

Y así, juntos emprendieron el viaje hacia la Comarca, a conocer al último miembro de la compañía de Thorin Escudo de Roble.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora