Capítulo 1

10.4K 950 24
                                    

Alex miró su reflejo una vez más al entrar en su departamento. Debería sentirse muy satisfecho con él mismo. Y lo estaba. Verdaderamente, lo estaba.

Su vida era lo que cualquier hombre desearía: poder, dinero, un apellido reconocido y todo un éxito con las mujeres, por algo era digno hijo de su padre.

Sí, tenía todo... menos lo que realmente importaba. ¡Aurora!

Lo tenía todo pero al mismo tiempo le faltaba ella. Ella, la dueña de sus sueños. Ella, la mujer de su vida. Ella, a quien había entregado su corazón desde niño. Ella poblaba sus noches y sus días. A ella, él le pertenecía. Ella... la misma que... no lo amaba.

¿Cómo era posible eso? No había mujer que no se rindiera a él, sin embargo Aurora era distinta.

¡Aurora! Él, Alex Lucerni, estaba total y locamente enamorado de ella. Y ella... ella solo amaba a otro. Así de simple.

Cerró la puerta de su dormitorio con un portazo. Intentó no pensar, pero...

Ya no cabían más lamentos. Ya no –se reprendió, aflojándose la corbata que llevaba anudada–. No, él debía olvidarse de Aurora...

Él debía, pero eso no hacía que él quisiera olvidarse de ella. Sabía que tenía que hacerlo, sin embargo no podía. ¿Realmente el amor podía ser tan injusto?

Sí, quizá lo era. No para todos, pero tal vez sí con él.

¿Qué había hecho para disgustar tanto a Cupido, Afrodita o cualquiera de los dioses que se suponía provocaban el amor?

Era una ironía. A la única mujer que quería, ni lo miraba. O sí, pero no como él deseaba que lo mirara.

Porque no lo amaba –se repitió, quitándose con lentitud la camisa y sentándose a la orilla de su cama–.

Una noche más atormentándose con su imagen, una noche más soñando con lo que nunca sería.

No obstante, ya mañana sería otro día y la vería nuevamente.

Con un último suspiro, se durmió, dibujándose en su mente aquel rostro tan anhelado.


****


La noche caía en la mansión Ferraz y la menor de los hijos estaba sentada con su querido cuaderno apretado contra el pecho y sus ojos fijos en el fuego.

Danaé siempre se había sentido la princesita de su casa. La menor de tres hermanos que parecían tener como única misión en la vida asfixiarla. Pero... –sus ojos se iluminaron– Alex estaba ahí, dispuesto a ayudarla a escapar de Beth y André, a rescatarla con mil y una ocurrencias.

Ella lo había amado aún antes de entender lo que eso significaba. ¡Sí! Ella había amado al niño travieso y risueño y amaba al hombre guapo y pícaro en que se había convertido.

Sin embargo... –su mirada se ensombreció de tristeza– él no la amaba. Él, a pesar de estar con muchas mujeres, entre las que no se incluía ella, y tenerlas a sus pies, no amaba a ninguna.

Ella lo sabía, aunque él no lo dijera... aunque nunca lo admitiera. Lo veía en su mirada perdida, en sus ojos angustiados cuando ELLA se acercaba...

Él amaba a Aurora. ¿Cómo podía su prima, Aurora Cavalcanti, no amarlo?

Empezó a negar enérgicamente. ¿Cómo podía ser la vida tan irónica?

No puede ser amor (Italia #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora