–¿A qué rayos te refieres tú? –soltó Danaé indignada, porque Alex estaba en silencio y le bloqueaba el paso. Algo debía decir–. ¿Me dejas pasar?
Alex hizo ademán de retirarse, sin embargo se quedó clavado en el lugar.
–No –negó mirándola con intensidad–. No puedes ser tú... ¿cómo...? –Alex se quedó en silencio, nuevamente, sin poder coordinar lo que su mente frenética enviaba.
Sencillamente nada tenía sentido, él no podía... él había estado tan equivocado. Eso era todo, una equivocación. Sí, él y Danaé eran como hermanos. Siempre.
–Danaé –la tomó de los hombros, como para cerciorarse que era real– yo no quise decir... es solo que, no sé qué me ha sucedido. Pensé que eras alguien más y...
Danaé no podía mirarlo. Si tan solo pudiera salir de ahí.
–Está bien, Alex. Realmente no entiendo que pasó pero debo irme –con sutileza dio un paso atrás para soltarse de su agarre. La historia se repetía–. ¿Me dejas pasar?
–Yo no puedo sentir nada por ti –susurró Alex aunque Danaé lo sorprendió al contestar.
–Lo sé.
–¿Qué? –la miró estupefacto.
–Sé que... –Danaé pensó que no era buena idea decirlo. En realidad, ella siempre había observado todo en silencio pero no más. No era justo–. Sé que sientes algo por ella.
–¿Dé que hablas? –soltó despacio, conteniendo el aliento. Danaé no podía saber de quién hablaba.
–¿De qué? –Danaé inspiró hondo y simplemente se dejó llevar–. Vamos a ver. ¿De qué la has amado toda tu vida? ¿De qué no tienes ojos más que para ella desde que éramos niños? ¿De qué pensaste que la besaste en su cumpleaños? Qué ella...
No –pensó Alex. Nadie lo sabía. Danaé no lo sabía. Era imposible.
–...Ella es Aurora –terminó con sus ojos dorados furiosos– ¡quédate con ella toda la vida, Alex! Buena suerte eliminando a Christopher de su vida.
Alex no lo podía creer. Estaba en shock por más de una razón.
–¿Algo más? –su roce fue tan ligero pero hizo que Alex se retirara de inmediato, dejándola pasar–. Gracias, un acto caballeroso de tu parte. Sorprendente –rió.
¿Ella se había reído? ¡Ella no era la mujer que se alejaba con toda calma, repartiendo sonrisas y retirando su cabello de su rostro, con suavidad! ¡No podía ser Danaé!
Danaé caminó con paso seguro, altivo. Jamás se había sentido tan libre en su vida, como si pudiera conquistar el mundo. Parecía que las personas se abrían para dejarla pasar y era una sensación extraordinaria. Sacudió su larga melena castaña y sonrió. Un hombre la miró de pies a cabeza, en realidad, fueron varios. Y se sintió cómoda. Eso era un sentimiento nuevo, aunque imaginaba que un corazón roto era diferente para cada persona. Ella había sentido que se quedaba destrozado, a los pies del hombre que la miraba desde el balcón. Solo que, a la vez, sintió que una carga se desprendía de ella. Se sintió ligera, tranquila, real. Era libre y ¡qué bien se sentía!
Alex estuvo parado, estático en el lugar por varios minutos. ¿O fueron horas? Él no podía saberlo. En realidad, se sentía tan desorientado, confundido y sorprendido. Aún creía que había sido una visión, si tan solo no la hubiera tocado. Danaé...
Sentía el calor en las manos que había posado en sus hombros. ¿En realidad estaba sucediendo esto o su mente le estaba jugando una mala pasada? Él no podía saberlo y lo único que se repetía era: No puedo sentir nada, no por ella.
Porque realmente lo creía, porque no podía ser posible, porque si él hubiera estado observando a la persona equivocada por años, lo hubiera sabido. Solo fue una locura momentánea. Sí, eso fue. Estaba seguro que si miraba a Aurora esa noche, él podría olvidarlo todo. Necesitaba verla. Ahora.
***
El brindis había sido un momento emotivo para Beth y su novio. Estaban tomados de la mano, mientras ella lo presentaba a sus primos y hermanos. Finalmente observaron a Danaé que se acercaba al grupo.
–Luciano –sonrió Beth aunque él pareció reprimir una mueca de disgusto– ya has conocido a mis sobrinos –dijo con una risita– Marcos y Rose, mi prima Aurora –Aurora sonrió– mi hermano André, y un amigo de la familia, Christopher. Esta es mi hermanita menor, Danaé –él sonrió saludándole con una gran sonrisa.
–Mucho gusto, Lucian –Danaé lo miro detenidamente. Ahora que estaban cerca, ella habría jurado que lo había visto antes–. ¿Te conozco de alguna parte? ¿Eres italiano? –preguntó con curiosidad. ¿Dónde podía haber visto al novio misterioso?
Antes que pudiera contestar, Beth se adelantó negando la posibilidad de que se conocieran. Danaé entrecerró los ojos. Beth estaba nerviosa, sumamente nerviosa. Y eso no era nada bueno y algo muy nuevo, si era sincera. Beth siempre había sido segura, como momentos antes Danaé se había sentido. Siempre la había admirado y ahora... ¿había temblado?
–Beth, ¿hablaremos luego? –pidió Danaé con una pequeña sonrisa–. Tengo algo importante que contarte, pero no ahora.
Beth puso los ojos en blanco, sin embargo asintió. Sabía que ella la interrogaría, era su especialidad, después de todo.
Siguieron charlando por varios minutos. Danaé cada vez sospechaba más y más. Ahora que no estaba concentrada en qué haría Alex o dónde estaría, sabía bien dónde podía estar, ella observó que los padres de él ya no estaban por ningún lado. Sus padres hablaban con Melina y Daniel, padres de Aurora.
Además, le pareció ver cerca a Fernando y Carolina, quienes habían sido como padres para Christopher. Toda su familia, porque en cierta manera, los había conocido desde pequeña.
Daila bailaba con un familiar del novio, o eso creyó escuchar. Su hermano mayor, Stefano, padre de Rose y Marcos, también estaba ahí con su esposa. A él no lo veía mucho, siempre había mantenido una distancia aunque su relación era cordial con toda la familia. Siempre se había preguntado por qué...
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la llegada de Alex. No iba a pretender que no sentía una revolución en su interior por su cercanía y más aún tras su anterior encuentro, pero sin duda podía tomarlo con más calma. Como si, al confesarlas de alguna manera, hubieran perdido intensidad. ¡Quién iba a imaginar que todo lo que tenía que hacer era hablar con él!
Beth presentó a Alex, que si bien al principio parecía algo apagado, en un segundo ya era el mismo de siempre. Sonreía despreocupadamente, hacía bromas y ponía los ojos en blanco como si estuviera irritado por alguna observación de negocios de Beth. Ella se sorprendió de lo rápido que ocultaba sus sentimientos, pero no tan rápido como para que ella no pudiera percibirlos. ¿Qué iba a hacer? Ya era una costumbre y no podía esperar quitársela de inmediato.
Cuando se alejó del grupo para bailar, habría jurado que él la siguió con la mirada. Aunque trató de mirar disimuladamente, encontró que como siempre sus ojos no perdían detalle de Aurora. Nada había cambiado, nada. Solo ella... y tal vez, eso era todo lo que se necesitaba.
ESTÁS LEYENDO
No puede ser amor (Italia #6)
RomanceDanaé Ferraz estaba segura de haberse enamorado de Alex Lucerni, aún antes de entender el significado de la palabra amor. Alexandre Lucerni también había amado a la misma persona durante toda su vida: Aurora Cavalcanti, pero ella no miraba a nadie...