Alex se quedó mirando al teléfono, indeciso entre tirarlo contra la pared o darse de golpes con él. Realmente era un total y completo idiota. ¿Qué le pasaba? ¡Sí, esa sí que era una buena pregunta!
Y no, no tenía una pequeña idea de qué demonios le pasaba. Era algo totalmente nuevo en él, perder el control así. ¿Qué era?
Porque si bien había amado toda su vida a Aurora, él podía mantener el control de sus emociones, bajo llave, para que nadie más las viera. Solo ella, cuando por fin estuvieran juntos.
Y ahora... ¡ahora se daba cuenta que no tenía ni idea!
¿Qué había cambiado? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? Y, lo más importante de todo, ¿qué rayos tenía que ver Danaé en eso?
Él no lo sabía. Había pensado que hablaría con ella y todo sería normal. Escucharla y sabría que era Danaé, la de siempre, sí, esa niña a la que vio crecer y que era como su hermana.
Sin embargo, no, no había sido así de ninguna manera. Ni siquiera al principio. Desde que escuchó su voz, él... bueno, perdió el control de sus emociones. Se estaba volviendo loco. Esto no podía ser una buena señal.
Y una vez más, estaba convencido que su amor por Aurora había condicionado a que él estuviera así ahora. Sí, cuestionándose su amor por ella cuando ya la tenía a su lado. De cierta manera...
Porque no había sido lo que había esperado. Ni de lejos.
Hubiera querido decir que mejor, que increíble y que había sido como tocar el cielo... pero no. Ni un único y olvidado fuego artificial. Nada.
Decepción. Profunda y abrumadora decepción.
Era lo único que había pensado en todo el trayecto hasta su departamento. No obstante, no podía ser posible. ¡No! ¡Era ella! ¡Era la mujer de sus sueños! ¡La mujer que había amado cada segundo de su vida desde que podía recordar! ¡Era Aurora! Y aun así, a pesar de que se repetía eso... nada. No lo cambiaba, no había sentido nada.
Bueno, es que en realidad, había sido como besar a cualquier otra mujer y eso era lo que no encajaba. ¡Esa era Aurora! Debió ser celestial, único, incomparable... besar por primera vez a la mujer de sus sueños. No, nada de eso. Era como cualquier otra mujer. Ni siquiera sintió el impulso de seguirla.
Solo... nada.
Un escalofrío lo recorrió completamente cuando recordó la noche de la fiesta de Beth, cuando había visto a la desconocida que resultó ser Danaé. Ese golpe electrizante y esa desesperación... ¿cómo había sucedido?
¿Eso significaba acaso que, si pudo mirar así a Danaé, podría mirar a cualquier otra? ¿Superar a Aurora de una vez?
O... no. Él sencillamente no podía pensar en... Danaé.
No... había... manera.
Porque no estaba seguro de nada. Porque bien podía amar a Aurora o no, y en cualquier caso, lo destruiría totalmente. Porque una persona no podía estar así de confundida... no toda la vida.
Él no había vivido equivocado. Claro que no.
¿Y qué había hecho? ¿Cuál había sido su único pensamiento coherente en ese mar de incertidumbre?
Danaé. Hablar con Danaé. ¿Por qué Danaé? ¿Por qué ella siempre había estado ahí? ¿Por qué ella sabía de Aurora? ¿Por qué?
Se había resistido. Mil veces había marcado y había desistido. Ahora no. Se decidió y escuchó su voz. Había querido sonar indiferente. Pensó que lo había logrado. ¿Y qué pasó? ¿Qué rayos pasó?
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No puede ser amor (Italia #6)
RomanceDanaé Ferraz estaba segura de haberse enamorado de Alex Lucerni, aún antes de entender el significado de la palabra amor. Alexandre Lucerni también había amado a la misma persona durante toda su vida: Aurora Cavalcanti, pero ella no miraba a nadie...