Capítulo 11

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Alex eligió el traje que llevaría esa noche y no supo bien que fue pero lo remitió a la fiesta de dieciséis años de Aurora. Cuando él había tomado tanto que no recordaba la mitad de lo sucedido. Sí, ahí había terminado su afición al alcohol sin siquiera haber realmente nacido. Suspiró con tristeza, pensando que tal vez esa había sido la única vez que sintió cerca a Aurora. Sí, la única ocasión y fue imaginaria.

Todo había sido un sueño y nada más. Tan real y todo un producto de su imaginación, de su desesperado corazón. Seguía pareciéndole estúpido ese sentimiento llamado amor, pero él no era quien para negar su existencia. Había convivido con él por más de una década y seguía contando; simplemente había cosas que uno no llegaba a alcanzar jamás.

Desde aquel día, él supo que Aurora jamás lo tomaría en serio. Bueno, al menos no en ese sentido. Tal vez porque ella misma amaba a alguien más... y sí, al pensar en eso se sentía furioso porque en su mente solo cabía Christopher. Él no lograba entender que era lo que tenían juntos, de donde nacía tanta complicidad. Porque era evidente que entre ellos no existía un noviazgo ni nada parecido, su relación era más estrecha que eso, más inexplicable y él... él se sentía aún peor sabiendo que jamás podría competir con eso. Aún si llegara a convencer a Aurora de darle una oportunidad, Christopher estaría ahí y ¡esto era imposible!

Trató de concentrarse en recordar cada una de las palabras de Aurora. Las había memorizado, no por gusto, sino porque su caprichosa mente no podía pensar en nada más que en los momentos con ella. Por muy efímeros que fueran, estaban grabados a fuego en su mente.

Nunca le habló de amor, solo de un inmenso cariño. El mismo que los unía a todos por haber crecido juntos y conocerse de toda la vida.

Los días posteriores a aquel "recuerdo nunca sucedido" habían sido bastante curiosos. Él intentó pensar que si un sueño había provocado algo en él y no fue Aurora, podía encontrar a alguien más. Por primera vez lo pensaba, pero era más fácil pensarlo que hacerlo. Él había empezado a salir con Desiré, la pelirroja de la fiesta. Aurora, misteriosa como de costumbre, salía con chicos, pero él jamás la veía enamorar a uno. Ellos caían solos en su encanto, sin embargo nadie tenía el privilegio de llamarla novia. André seguía saliendo con la rubia amiga de Desiré y Danaé había empezado un primer noviazgo largo y serio con Kyle, el chico canadiense, amigo de Marcos.

Salían mucho por ese entonces, en pareja. Recordaba como las primeras veces, desde que Kyle se hiciera novio de Danaé, él le dirigía miradas raras. No sabía bien por qué y la verdad nunca se lo preguntó, pero había tenido tanta curiosidad. Nunca llegó a saberlo, tal vez simplemente se atenuaron o él empezó a ignorarlas. Exactamente dos años después, recordaba él, cuando ya salía con otra chica, una joven de cabello rubio que tenía un aire a Aurora, solo Dios sabía por qué él había llegado a esa conclusión; entonces, Danaé terminó su relación con Kyle. Imaginó que era porque pronto se separarían, pero las miradas extrañas de él volvieron. Y se preguntó de nuevo: ¿qué rayos le pasaba?

Tras unas semanas, Kyle se fue de Italia y él respiró de nuevo. Pensó que tal vez lo miraba con burla porque adivinó sus sentimientos hacia Aurora. Pero ¿cómo? Nadie le conocía tan bien. Nadie lo sabía.

Esta vez, él iría solo. No se le antojaba ningún tipo de compañía, además su madre prácticamente lo había obligado a última hora, por lo que nadie estaría disponible para acompañarlo.

Sonrió con satisfacción. Eso era mentira. Con una llamada, él ya tendría a muchas mujeres bien dispuestas a ser sus acompañantes y más aún en una ocasión familiar. No obstante, él no quería eso. Quería a quien no podía tener. Solo a Aurora.

No puede ser amor (Italia #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora