Capítulo 12

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Alex estacionó su auto con desgana. Lo que menos quería era estar en una fiesta con una sonrisa pegada en su cara mientras Christopher y Aurora intercambiaban miradas. No, no era su ideal, sin embargo tenía que hacerlo. Solo Dios sabía que él jamás diría que no a su madre, eso era un imposible.

Su mamá, Doménica, que había viajado inusualmente callada durante todo el trayecto. Solo Daila ocupó el silencio con su charla y eso era algo, por decir lo menos, molesto. Él no quería saber del cabello de su amiga o de lo guapo que era alguien de su Universidad. Realmente pensaba que no podían ser hermanos, en algún lado había perdido la poca lógica con la que había nacido. Sabía que era duro, pero él no podía evitarlo tras cuarenta y cinco eternos minutos de que hablara sin interrupción.

Puso los ojos en blanco mientras se preguntaba para qué estaba ahí. Algo de Beth, no podía recordar qué. ¿Qué más daba? Ya estaba ahí y debía hacer acto de presencia junto a su madre o lo esperaría un gran problema. Claro que él no pasaba por alto la gran pregunta, ¿dónde demonios se encontraba su padre?

Pensó en llamar a su padre, aunque era posible que no atendiera. Estaba en Los Ángeles según sabía, ¿cierto? Sí, así le parecía. No podía haber llegado tan pronto a Italia. Bueno, si podía. Pero, ¿por qué lo haría? ¿Por qué...?

Su corazón se detuvo. Sintió que se saltó varios latidos hasta que finalmente se detuvo. Abrió desmesuradamente sus ojos, intentando enfocar a la persona al otro lado del salón pero no pudo. No sabía quién era y había demasiadas personas. Estaba de espaldas a uno de los ventanales y él se desesperó. Porque no estaba ciego. Porque sintió vértigo en su ser. Porque no podía dejar de verla y... ¡Rayos! Porque ella NO era Aurora.

Giró rápidamente en busca de las escaleras que conducían al balcón superior en que tendría una gran vista del salón y de la mujer en cuestión. ¿Quién era? ¿Sería posible que no la conociera y aun así sentir...? ¿Cómo podía, después de años sin emoción alguna por otra mujer que no fuera Aurora, sentir algo así al ver la espalda de una desconocida?

¡No! Tiene que ser un error –pensó mientras subía aprisa.

Tenía la mejor vista aunque estaba escondido entre tenues luces. No estaba seguro que alguien pudiera verlo. Sin embargo, ¡no era su día de suerte! Habían iniciado el brindis y como él estaba en el balcón de la parte posterior, solo podía ver a la preciosa mujer de espaldas.

Porque alguien con ese cabello perfectamente castaño, como chocolate derretido a fuego tenía que ser bellísima. ¡Y él que no se consideraba superficial! No obstante, la caída de ese vestido turquesa, ajustado a la esbelta figura hacía que se quedara sin aliento. No podía pensar, él no podía pensar y por primera vez en años, sus ojos no buscaban a Aurora. Porque no podía... sentía como si su vida dependiera de mirarla. Ella...

Tenía que ir por ella. Necesitaba saber quién era ella.

¿Cuánto se había tardado? No encontró a aquella mujer por ningún lado. ¿Dónde estaba? Miró alrededor y...

Dos personas captaron su atención. Aurora... y, su padre, Sebastien.

Se sintió dividido. Él no sabía qué hacer. Solo que esta vez, Aurora no era la razón. Si bien, su preocupación aumentaba a grados alarmantes, él tenía que hacer lo que su corazón pedía. A gritos.

Un balcón exterior. Vio un tenue brillo turquesa pasar. La mujer.

Ni siquiera lo notó, cuando ya avanzaba a grandes zancadas a través del salón.


***

Sebastien intentó alcanzar a su hijo Alex, al ver su rubia cabeza avanzar, pero no lo logró. Demasiada gente que dificultaban su caminar, aunque él sabía que estaba retrasando el asunto que tenía que tratar.

No puede ser amor (Italia #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora