Capítulo 14

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Alex apretó los dientes con fuerza, mientras aquel hombre pasaba la mano por la cintura de Danaé y la ponía peligrosamente cerca. Él se sintió furioso, aún más porque sintiera algo así. ¿Qué demonios le estaba pasando? ¡Él nunca antes se había fijado en eso!

Claro, es que ella nunca antes había usado un vestido así. ¿Cierto? Solo era una niña para él, tan solo una pequeña y dulce niña, a la que había visto crecer. Siempre sintió una inusitada ternura por ella, pero nada más. ¿Cómo podría algo más? Sería casi... bien, solo sería absurdo. No tenía sentido.

Apretó su mano en un puño. Bien, podría no tener sentido y ser todo lo absurdo que imaginaba, pero eso no evitaba que sintiera lo que sentía. Fuego en su interior.

Observó a Aurora, su mirada gris siempre tan controlada podía calmarlo, pero no. Aunque lo miraba con curiosidad, cuando él la miró, ella sonrió y desvió la mirada. ¿Había notado lo que le pasaba? ¿Por qué lo miraba cuando antes jamás lo hacía?

Y lo preocupó. Realmente sintió un nudo en el estómago cuando se dio cuenta que no interesaba más. ¿A quién rayos le importaba por qué lo miraba tras años de observarla si él ya no sentía nada?

Bueno, solo esa sensación de vacío, pero no podía estar seguro. Miró a Danaé. Ella siempre había estado ahí, desde que recordaba. Nunca, se había alejado de él. Una presencia constante, como Daila, solo que Danaé era una hermana que si hubiera apreciado tener, o al menos, eso había pensado. Ahora no sabía nada más. Nada. No tenía ni idea y...

¿Qué tal si ella le decía todo a Aurora? ¿Desde cuándo...?

Su mirada se posó en Aurora nuevamente. Su porte sereno y lejano, ¿por qué ahora se le antojaba fría? ¡Estaba loco y no había más que decir! Necesitaba hablar con Danaé. Sí, lo necesitaba.

¿Cuánto más iba a durar ese estúpido baile?


***

Danaé sonrió tras terminar varias rondas de baile. Los amigos de Lucian eran extremadamente simpáticos y bastante guapos. ¿Eran americanos? Eso le pareció ya que su italiano era bueno, pero aún tenían un marcado acento y varias frases las decían en inglés. ¿Era normal que tantos americanos supieran italiano? –había preguntado y su última pareja de baile la miró extrañada.

–Es parte del trabajo, imagino –había contestado.

No obstante, antes de tener oportunidad de indagar sobre algo más, la pieza tocó a su fin. Sabía que eran americanos porque su acento no se parecía en nada a Kyle, a quien había escuchado durante tanto tiempo. ¿Por qué había venido él a su mente?

Cuando se acercó a la mesa que le habían asignado, encontró su asiento junto a Marcos, quien también observaba extraña a Beth. Ella siempre había sentido una afinidad con su sobrino, tal vez la curiosa situación de que él era mayor, había concedido ese extraordinario poder de observación que poseían los dos.

–¿Qué le sucede? –rompió el silencio él. Danaé lo miró–. Ah, tampoco lo sabes. ¿Y a ti?

–¿Y a mí, qué? –preguntó con un esbozo de sonrisa–. Nada, nada de nada.

–Sí, claro –soltó con sarcasmo– sé que te sucede algo, y también sé que no tiene nada que ver con Beth.

–Bien –Danaé decidió decirle parte de la verdad–. He recibido una carta hoy de la Escuela de Diseño... –le contó sobre su aplicación, su ilusión y como no había tenido el valor de abrirla. Marcos asintió.

–Por ahora, es suficiente –su mirada denotaba que presentía que había algo más–. ¿Vamos a ver el resultado?

Danaé asintió, esbozando una enorme sonrisa. Apreciaba enormemente a Marcos y se despidió de Beth, sus padres y los demás. Se iría a casa con Marcos. De pronto, sintió que Alex la miraba, como esperando que se quedara junto a él. Siempre había estado para él.

No más. Se marchó sin mirar atrás.


***

Alex observó impotente como Danaé se alejaba con Marcos. Pensó seguirla, aunque descartó de inmediato la idea, porque no estaba sola y no quería arriesgarse a que alguien más escuchara algo. Aún si fuera Marcos, y sabía que era discreto.

No, la buscaría al día siguiente. Esperaba tener el suficiente autocontrol para esperar. ¿Dónde estaba Daila para llevarla de vuelta a casa?

–¿Alex, te pasa algo? –giró. Aurora.

–No, querida Aurora –sonrió despacio–. Estoy perfecto, como de costumbre. ¿Por qué la pregunta?

–No lo sé –se encogió de hombros–. Sencillamente, no me has dirigido una sola palabra, querido –rió, mirándolo fijamente–; y eso, no es normal.

–¿No? –Alex rió también–. ¿No te he dicho lo hermosa que luces esta noche? ¡Eso no puede estar bien! –extendió su mano, para invitarla a bailar y Aurora rió, encantada, tomándola.

–Eres encantador. ¿Lo sabías? –observó Aurora sorprendiéndolo.

Mientras tanto, Danaé entraba a su habitación seguida de Marcos. Observó insegura y él sonrió, posando su mano sobre su hombro, alentándola a hacerlo. Inspiró hondo y abrió el cajón. Ahí estaba la carta.

–¿Ahora? –preguntó Danaé mirándola con detenimiento. El nombre grabado en el sobre, pasó sus dedos sobre él. ¡Increíble!

–¿Podría ser? –pidió Marcos, un tanto impaciente. Sus ojos azules brillantes de expectación. Ella sonrió. Lo abrió.

–¡Listo! –exclamó, pero él la miró con una mueca–. Sí, lo leemos.

Pasó rápidamente la mirada por las líneas, buscando lo que tanto deseaba. Había sido aceptada. ¡Aceptada!

Abrazó a Marcos y saltó de alegría. Iría a la Escuela de Diseño y ella sabía a qué sede iría. Canadá. Solo tendría que decírselo a su familia, pero estaba segura que la apoyarían. ¡Iría a Canadá!

–¿Por qué... –preguntó Marcos– tengo el leve presentimiento que esto es como un nuevo inicio para ti?

–Porque lo es –asintió feliz– no tienes idea la verdad que contienen tus palabras. Todo de nuevo. ¡Todo!

Ella sentía pesado su corazón. Sabía que Marcos, que la conocía tan bien, lo veía aunque no decía una sola palabra. Él sabía cuándo decir y el momento correcto para hacerlo.

–Sospecho que en Canadá no estarás sola –murmuró.

–¿Por qué lo dices? –entrecerró sus ojos, amenazándolo con la mirada.

–Cuando sepa la noticia, alguien saltará de emoción.

–¡Exagerado! –rió Danaé aunque sintió un estremecimiento.

Kyle.

¿Qué haría cuando supiera? En realidad, ¿le importaría?

Su historia era linda, tierna y con terminación triste. Habían sido grandes amigos, habían mantenido una hermosa y larga relación, que había llegado a su fin cuando él tuvo que regresar a Canadá.

Pensaron continuar pero era en vano, los dos sabían que no avanzaban hacia ningún lugar. Por tanto, decidieron terminar por lo sano, aprovechando la oportunidad que los separaba. Aunque de eso, habían sido años. Ella había cambiado, él podía haber cambiado también, aunque esperaba que no mucho. ¿Existía una posibilidad de...?

Era mejor no pensarlo, no tan rápido. Si bien, era el único novio que había tenido... bueno, el único serio. ¿Estaba lista?

No puede ser amor (Italia #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora