Capítulo 6

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Miles de veces le habían dicho que él era inalcanzable, refiriéndose a concretar alguna relación duradera con él. Pero, todas esas mujeres eran las equivocadas. Él estaba totalmente seguro que no lo lograrían porque él había entregado su corazón desde niño. Era sencillo, él estaba enamorado de la misma mujer desde siempre. Era imposible que cambiara eso.

Alex era un niño travieso y le encantaba correr por toda la mansión Lucerni. Especialmente en momentos como aquellos que querían vestirlo elegantemente. Ropa que él odiaba porque debía seguir una serie de reglas para no ensuciarla, desde quedarse quieto hasta no ir por los jardines y eso no era algo que Alex quisiera.

–Alex, detente por favor –pidió Dome respirando profundo y persiguiéndolo–. No sé porque eres tan difícil con esto, cariño.

–No quiero ir, mamá –gritó Alex al momento que se escabullía por un costado del jardín.

Se escuchó una risita proveniente del lado opuesto del jardín por donde se internaba Alex.

–Sebastien es mejor que dejes de reír y me ayudes a vestir a tu hijo –gritó Dome entre enfadada y divertida por la situación.

–Pero, Dome, el niño no quiere ir –dijo Seb conteniendo una carcajada ante la mirada asesina de Dome–. Bien ya. Alex, si nos permites que te cambiemos, te compraré el videojuego que tanto me pedías.

Alex se detuvo al escuchar a su padre. Se estaba girando, desconfiado.

–Lo estás malcriando, Sebastien –Dome cruzó los brazos en gesto de enfado–. Luego será incontrolable.

Sebastien no contestó. Alex no supo que sucedió hasta sentir los brazos de su padre alrededor suyo, atrapándolo. Ya no había escapatoria.

–Te tengo –sonrió Seb deteniendo totalmente a Alex– ¿en verdad pensaste que premiaría su comportamiento? Solo necesitaba ubicarlo, nadie mejor que yo conoce estos jardines. Aquí lo tienes –extendió a un enfadado Alex hacia Dome.

–No amor, ya que tú lo manejas tan bien, cámbialo y péinalo, ¿sí? –Dome le dio un beso fugaz y se retiró–. Necesito cambiarme también.

–Lo imaginaba –Seb contestó bajo–. ¿Ves hijo? Esa es la razón por la que las mujeres terminan dominando el mundo –dijo al tiempo que lo llevaba hasta su habitación.

Sebastien vigiló mientras alistaban a Alex. La razón de tanto alboroto tan temprano era un concurso de belleza en que Aurora, la hija de la mejor amiga de Dome, Melina, participaba. En la última presentación necesitaban un niño que la acompañara. Dome había estado encantada, aun cuando él no era muy partidario de eso y al parecer Alex tampoco lo era. Sin embargo, Dome lo quería, así que ellos tendrían que aceptarlo. Su amada esposa, aún ahora era increíble para él los cambios que había dado su vida solo por ella. Se sentía tan feliz, tenía una familia y estaría dispuesto a todo por ellos.

–Papá, ¿en verdad debo hacerlo? –preguntó por última vez Alex con una ligera mirada de esperanza reflejada en sus ojos azules clarísimos, idénticos a los suyos.

–Sí, Alex –acarició Seb la cabeza de su pequeño hijo–. En la vida debemos hacer también cosas que no nos agradan, es parte de crecer –su hijo puso carita triste, así que él agregó–; pero obtenemos recompensas por ello, pequeño. ¿Te gusta que tu madre sea feliz, verdad?

Alex asintió y escuchó con interés como su padre lo convencía de lo bien que se sentía uno cuando hacía cosas desinteresadas por alguien que amaba. Él no entendía el concepto en la totalidad, sin embargo siempre le había encantado estar con su padre y que lo tratara como alguien que podía entender todo. No simplemente un niño que no conocía la realidad. Le sonrió y estaba dispuesto a dejarse llevar por su madre, solo para verla sonriente y feliz.

Llegaron al lugar y Alex vio un gran escenario que hizo que se sintiera un tanto inquieto. Había ensayado, contra su voluntad, un par de días previos y aún no se acostumbra a tanta gente mirándolo. ¿Realmente era tan necesario hacer esto? Recordó la promesa que le había hecho a su padre... sí, lo era.

Respiró hondo y tomó el lugar que le correspondía sobre el escenario. Saludó con un gesto disimulado a su madre que lo miraba con gran orgullo, tomada de la mano de su padre. Se veían tan felices, eran como una pareja de cuento de hadas, tales como los que su madre le leía cuando era más pequeño. Sonrió ampliamente, olvidando la incomodidad del lugar y anheló algo que su pequeño corazón aún no comprendía totalmente. Y ahí sucedió. Él estaba parado, muy quietecito y de pronto alguien le dio una rosa. Él empezó a encaminarse hasta encontrarse con la mirada de Aurora, era una niña preciosa y él la miró, totalmente fascinado. No podía describir lo que sintió, él no podía saber que era aquella sensación de vacío e incertidumbre que lo invadió cuando Aurora le extendió la mano y sonrió. Alex estaba totalmente perdido y era tan solo un niño. ¿Cómo era posible?

Cumplió con toda la rutina sin vacilar, con un aplomo que envidiaría hasta el más experimentado hombre de negocios. Era, en todos los sentidos, el vivo retrato de su padre y Dome se sintió orgullosa. Era guapo y encantador como su padre, solo que no con esa frialdad que había tenido cuando lo conoció, ese aparente desencanto por el amor. Alex parecía creer en los cuentos de hadas a pesar de la madurez con la que Seb le hablaba, ellos siempre se habían entendido de una manera especial, desde el primer instante.

Alex se bajó del escenario una vez que proclamaron la ganadora, que no fue Aurora. Sin embargo, para él no había persona más hermosa que ella. La miraba y era una niña tan dulce. Con su cabello recogido, su tierna sonrisa y sus ojos brillantes hacían que él quisiera abrazarla muy fuerte.

Alex recordó el beso en la mejilla que había tenido que darle en ese escenario. Se tocó sus labios con gesto ausente y casi pensó que podía entender el amor que su padre tenía por su madre. Tal vez, y solo tal vez, él podría tener a la persona que amaría toda la vida frente a él, como siempre lo soñó. Como siempre lo supo.

–Hijo, estás inusualmente callado –observó Dome mientras le servía más café– ¿seguro estás bien?

–Sí, mamá –Alex ladeó la cabeza–. Solo que no tengo ganas de ir a una cena hoy.

–No señor, con ese gesto no me convencerás, Alexandre Lucerni. Vete olvidando que asistiré sola –advirtió Dome con firmeza.

–Nunca fue esa mi intención –sonrió Alex lamentándose que su encanto fallara con su madre. Conforme iba creciendo, parecía tener menos efecto–. Mamá, ¿por qué solo cuando están molestos conmigo usan mi nombre completo tú y mi padre?

–¿De verdad? –Dome contestó con aire ausente a la pregunta que incluía a Sebastien–. Jamás lo había notado.

Lo dijo con la mente muy lejos de ahí, eso era evidente. Alex no pudoevitar pensar en lo absurdo de la situación. Sí, de nuevo solo podía pensar quejamás imaginó que este sábado tan aparentemente normal se convertiría ensemejante locura.

No puede ser amor (Italia #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora