Danaé miró distraídamente el libro que acababa de comprar. Serviría para continuar mejorando su inglés, además que era innovador en diseño. Sin embargo no, no captaba su interés. En este momento, no.
Solo podía pensar en las dos últimas semanas que estaría en Canadá. Sí, volvería a Italia. Y la sola idea hacía que la recorriera un escalofrío y se pusiera como una niña antes de Navidad.
¡Ah sí! Su regalo esperado. ¿Podía llamar así a Alex?
La había llamado cada día de su estancia ahí. Al inicio, pensó que era cosa de días, pero no. Él seguía haciéndolo hasta ahora y cada día tenía cosas que contar, diferentes e interesantes. Era fascinante. Y apenas lo estaba comprendiendo.
Aunque este día se había tardado más que de costumbre y sin darse cuenta, lo había estado esperando. Por eso no podía concentrarse, la costumbre era muy fuerte.
Sí, costumbre. Y amor. Amaba a Alex.
Lo había amado aún más cuando la dejó ir, cuando la besó y le abrió su corazón, había vuelto a sentir todo, solo que más intensamente. Ella lo había conocido, sin embargo solo en esos últimos meses en Italia había profundizado totalmente en el alma de Alex. Y había tenido que marcharse.
Ahí estaba, extrañándolo. Como cada día desde que se había separado de él en el aeropuerto. Alex.
–Hola, Danaé –escuchó una voz a sus espaldas. No, no lo creía.
–¿Alex? –gritó y se echó a sus brazos. ¡Era increíble!–. ¿Qué haces aquí?
–Me gustó el recibimiento pero no la pregunta –rió y la estrechó con fuerza–. Has pasado delante de mí y no me has visto. ¿En qué pensabas?
–En ti –respondió Danaé, encogiéndose de hombros–. No pensé que mis pensamientos fueran a materializarse. Hummm...
–¿Hummm, qué? –preguntó.
–¿Será que estoy soñando? –Danaé rió y le palpó el rostro–. Te ves muy real, tan real –se acercó a darle un beso–. Sí, definitivamente, muy real.
–¿Sueñas conmigo? –Alex sonó algo burlón. Ella puso los ojos en blanco–. Solo era una pregunta inocente. Porque yo sí sueño contigo, siempre.
–Solo por eso, te permitiré acompañarme a mi departamento.
–¿Es una invitación? –su sonrisa traviesa hizo que Danaé volviera a poner los ojos en blanco– ¿no?
–Claro que es una invitación. Pero una invitación... normal –explicó.
–No tengo la menor idea de a qué te refieres –su rostro lucía angelical–. Por supuesto que es una invitación normal, como la has llamado, aún tengo presente que hay muchos hombres que estarían detrás de mi cabeza si no fuera de esta manera.
–Oh sí –Danaé sonrió, segura– y ya sabes, sería una pena que dañaran algo tan lindo como tu rostro.
–Tú si sabes cómo hacer que un hombre se sienta bien –señaló irónico– llamándome lindo sin duda haces que caiga rendido a tus pies.
–Lo sé –se burló Danaé– sé que lo odias.
–Es injusto. Tú logras sacarme una sonrisa, enfadarme, hacer que quiera seguirte y al mismo tiempo quiera correr lo más lejos posible de ti. Pero no puedo.
–¿No? –Danaé lo miró– ¿por qué no puedes?
–Porque... –él sonrió un poco– porque no quiero.
ESTÁS LEYENDO
No puede ser amor (Italia #6)
RomanceDanaé Ferraz estaba segura de haberse enamorado de Alex Lucerni, aún antes de entender el significado de la palabra amor. Alexandre Lucerni también había amado a la misma persona durante toda su vida: Aurora Cavalcanti, pero ella no miraba a nadie...