Cap 4

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Un chico delgado, de cabellera rubia y ropas mal puestas corría con prisa atreves del espeso bosque.

Encontrar a los renegados, ese había sido la orden de su padre.

Apretó la carta que tenía en sus manos.

Su padre al fin le había dirigido la palabra, por fin había notado su existencia. Estaba feliz y atemorizado, ir con los renegados no era precisamente algo fácil o seguro, lo contrario estaba en peligro, podían matarlo, podrían torturarlo.

-Me matarán, si de seguro me están siguiendo y me quieren matar, eso hacen; ellos deben estar ya aquí -volteó tembloroso y alterado a todos lados.

-¡¡¡Váyanse!!! Yo no quiero molestar, no quiero que me maten -gritaba histérico y con miedo.

-Basta, basta, basta, basta -se decía a si mismo -recuerda lo que dijo, recuerda lo que dijo -se agachó y abrazo sus piernas, cerrando fuertemente sus ojos.

"Sólo lleva la carta Tweek...sólo hazlo, si lo logras, te dejaré volver a ver a tu madre"

-Mamá, por ti lo hare, enserio, enserio lo hare... aaah!... es mucha presión, mucha, mucha -las lágrimas rodaban por sus mejillas; su corazón latía fuertemente, su cabeza daba vueltas, su respiración se aceleraba.

-Sólo necesito, tranquilizarme, ellos no me harán nada, no pueden, yo, yo... yo puedo, yo llegaré -se levantó y vio frente a él el camino, y volvió a correr.

"Nada me detendrá, nada me detendrá" se repetía una y otra vez esa frase para si mismo.

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El aire que respiraba era realmente caliente, sentía su piel arder, no era precisamente fan de ese clima, pero no tenía de otra, órdenes eran órdenes, lo que más le molestaba era el hecho de que lo hacían esperar. Ya tenía un día de retraso, y sólo porque el Capitán Marsh puso la excusa de arreglar antes algo.

-Esto es una real mierda, ya entiendo porque Cartman lo odia -dijo con burla para sí mismo.

Se encontraba sentado en la habitación que se le fue prestada para pasar la noche. Esperaba con impaciencia al capitán; hasta había planeado mandar todo al diablo y regresar con la excusa de que Marsh no había aceptado.

-Señor McCormick, permiso -dijo una joven al entrar a la habitación, el rubio sonrió.

-Tranquila cariño, dime... ¿qué trae una hermosa dama como tú a mi habitación? -dijo de manera coqueta, sonrió con burla al notar el potente sonrojo en la joven.

-Amm... disculpe, pero el Capitán Marsh solicita su presencia -hablo algo tímida.

El rubio agradeció y salió rápidamente, tenía las ganas que le dijeran que por fin se iría de ese infierno.

Camino por los pasillos de la mansión, hasta llegar a la sala donde se encontraba el Capitán.

-Capitán -mencionó como saludo

-McCormick, perdona la demora, ya he reunido a mis hombres y podemos retirarnos -dijo aquel hombre parado con su impecable traje.

Ese hombre era Stan Marsh, hombre alto de pelo negro y ojos azules, un capitán de alto rango, hijo de un famoso comerciante. Su apellido era bien conocido, su familia tenía dinero, fama y prestigio.

-Claro capitán, yo estaré preparado esperando sus ordenes -

-No hay nada que esperar, partiremos ahora mismo-

El príncipe herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora