Cap. 35: No siempre la historia se repite

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 Christine Brooks se encontraba sentada frente a la ventana leyendo uno de sus libros favoritos: "Orgullo y Prejuicio" una historia del siglo XIX acerca de cinco hermanas con diferentes personalidades. Su padre las amaba a todas por igual e intentaba darles todo lo que podía pero al verse frente a una crisis económica la madre intenta casar a todas sus hijas en edad de matrimonio para seguir en la élite de la sociedad. A pesar de que sus hijas encuentran el amor con hombres ricos, ellas se alejan de su madre por su avaricia y la dejan en la bancarrota.

Christine había estado nerviosa desde el día de la boda de su hija, la manera en la que Ron le había dicho que no y la manera en la que la había mandado a buscar a Harry la tenía preocupada. Ella quería mucho a su hija, por lo tanto no quería que cometiera errores de los que se podría arrepentir. Había pensado que Ron era la elección perfecta para su hija, pero después se dio cuenta de lo frágil que era y que a pesar de que amaba a su hija no se casaría con ella por culpa de Harry.

Suspiro pesadamente, no podía concentrase en su lectura mientras tenía la mente tan revuelta así que cerro su libro y lo dejo en la mesita alado del sillón donde estaba sentada y se encamino a la cocina para hacer un poco de té. Pero junto cuando pasaba por la puerta el timbre de esta sonó dejándola confundida, pues no esperaba a nadie.

Abrió la puerta y se encontró con una joven mujer castaña, sus ojos que normalmente eran de un color avellana verdoso parecían mas verdes de lo normal por lo rojos que estaban de tanto llorar y las ojeras que los enmarcaban, su cabello que normalmente estaba agarrado en un perfecto chongo ingles estaba suelto y enredado, su perfecto estilo pulcro y refinado había cambiado a una simple blusa sin tirantes con sudadera, pantalones holgados y deportivas viejas. De no ser porque era su hija, no la hubiese reconocido.

-¿Jessica? ¿Qué haces aquí a estas horas y en esas fachas?- pregunto su madre frunciendo el ceño. En el pasado esa mueca hubiese alarmado a Jessica pues cada que esas pequeñas arrugas se formaban en su frente, justo sobre su nariz, y una de sus cejas se levantaba solo auguraba cosas malas. Pero estaba tan enojada que ningún gesto podía alarmarla. Su madre se percató de aquello y relajo el rostro mirándola preocupada.

-¿Estás bien cariño?- pregunto su madre mientras ella se limitaba a negar con la cabeza. El nudo en su garganta era tan grande que temía ponerse a llorar si hablaba. Sin esperar una invitación por parte de su madre paso al departamento que antes compartía con sus padres -preparare té ¿gustas?- pregunto su madre mientras Jessica asentía con la cabeza aun incapaz de hablar.

Después de esperar un rato a que el té estuviera listo, su madre puso la tetera en una bandeja junto a dos tazas con cucharas y platos y una pequeña caja llena de sobre de diferentes sabores de té y varios sobres de azúcar. Christine tomo la bandeja y la puso en la mesita de café de la sala frente a Jessica y se sentó en una silla paralela a la de Jessica

-No esperaba tu visita, normalmente llamas antes de venir- contesto su madre con ese porte perfecto de bailarina, a pesar de que ya no bailaba, su madre conservaba el porte y la figura de una bailarina profesional. Además de que su aspecto frío y su comportamiento estricto ayudaban a la imagen de una bailarina perfectamente disciplinada.

-No vengo en modo amistoso precisamente- arrastro las palabras Jessica, quería gritarle a su madre, pero hacía su mayor esfuerzo por contenerse.

-¿Sucede algo cariño?- pregunto su madre.

-Deja de ser tan cínica mama- grito Jessica –vengo a hablar sobre las cartas- su madre se puso pálida, su mayor temor estaba personificándose frente a ella.

-¿D-de q-que cartas e-estás hablando hija?- intento parecer tranquila Christine.

-No me mientas más, odio que me mientan cuando se la verdad- su madre se rio internamente, era exactamente lo mismo que ella le decía a Jessica cuando intentaba mentir. Y ahora ella venía a arrojarle sus palabras.

-Y yo odio que balbucees- contesto su madre nerviosa pero fría –explícate- inquirió seria. Rezaba al cielo que su hija se refiriera a otra cosa.

-Me refiero a las 365 cartas que Harry me envió el primer año que estuvimos separados- contesto Jessica mientras su madre abría los ojos como platos– ¿Acaso estoy balbuceando ahora madre?- pregunto Jessica inyectando veneno en sus palabras.

-Hija- susurro Christine –yo...- suspiro. No tenía manera de justificarse –lo siento- fue lo único que dijo.

-¡¿Lo sientes?!- grito Jessica –me viste llorar un año entero por Harry y jamás me dijiste nada sobre las cartas- las lágrimas emperezaban a anegarse en sus ojos -¿Cómo pudiste?- pregunto rompiendo en llanto -¿Cómo pudiste verme llorar por un año, sufrir por una mentira y cultivar la esperanza cuando esperaba una señal de parte de Harry y jamás decirme nada sobre las cartas?- pregunto en un susurro roto que termino de romper, no solo su corazón, sino el de Christine.

-Hija...- intento justificarse Christine.

-¡Hija nada!- grito Jessica -¡Me mentiste!- la regaño frustrada.

-Ocultarte la verdad no es lo mismo que mentir- contesto su madre intentando no perder la calma.

-Es aun peor- replico Jessica con la voz cargada de ira pero sin gritar –pudiste ahorrarme todo ese sufrimiento y preferiste verme llorar- Jessica negó con la cabeza –si no puedo confiar en mi madre ¿en quién puedo confiar?- pregunto completamente rota Jessica.

-¡Cállate!- grito su madre perdiendo su auto-control. Jessica jamás la había visto así –si te lo oculte fue por tu propio bien- Jessica la miro con una ceja elevada animándola a proseguir con la explicación –yo solo quería lo mejor para ti, Ron era lo mejor para ti... Harry era solo un músico que no podría acerté feliz- termino su madre.

-¿Así que es por eso? ¿Por qué Harry no es heredero de una súper empresa no puede hacerme feliz?- pregunto Jessica dolida –Papa tampoco tenía millones en cuentas bancarias y eso nunca te importo.

-¡No es por el dinero!- grito frustrada Christine –Harry te hubiese abandonado después un tiempo, igual que...- la voz se le corto a Christine haciéndole imposible continuar y Jessica no la dejo acabar la frase.

-¿Igual a quién?- su madre la miro con reproche -¿Igual a mi padre?- pregunto ella entre dolida y fúrica -¿Debo recordarte que mi padre regreso por ti?- Jessica negó con la cabeza –no solo regreso por ti, ¡Te ama!- su madre se quebró en llanto.

-Tu padre me ama y yo lo amo a él, pero a pesar de eso el ya no es el mismo que era cuando nos casamos- su madre se mordió el labio nerviosa. Cualquiera que la hubiese visto en ese estado podría decir que era idéntica a Jessica con el doble de edad –ahora es distante y frío. No quiero que tu pases por lo mismo- dijo su madre, sus palabras parecían mas una súplica de perdón que una explicación.

-Tengo que cometer mis propios errores- le contesto neutra Jessica –no todos son iguales y Harry es un claro ejemplo- sin esperar una respuesta por parte de su madre se levantó del sofá en donde estaba sentada y se dirigió a la puerta –no te odio- susurro Jessica mientras su madre la veía esperanzada- todo lo contrario, te quiero muchísimo- suspiro –pero lo que hiciste podría haber arruinado mi vida por completo- y sin decir más cerró la puerta y salió del edificio lo más rápido que pudo en dirección a su apartamento. Al fin y al cabo, no hay dolor que el tiempo no cure ni pena que no pase. Jamás olvidaría la lección que aprendió ese día: Amar es un error solo cuando no se hace con locura.

Encontrándonos Otra Vez ~ H.S ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora