Capítulo Cinco

21.7K 2.4K 146
                                    

No le importaba en lo más mínimo. ¿Por qué habría de hacerlo?

Después de todo, sólo habían estado dos horas justos y, por muy agradables que estas hubieran sido, estas no le daban derecho a esperar nada de él.

¿Por qué tendría que haberse detenido esa mañana a saludarla con mayor detenimiento que a sus hermanas? ¿Por qué tendría que haberse dirigido a ella en particular durante la conversación que se llevó acabo en el desayuno?

Al fin y al cabo, ella era la cuarta de sus hermanas. Era normal que le dedicara el mismo tiempo y atención que a las demás.

Lo entendía. De verdad que lo hacía. Y sin embargo...

¿Por qué sentía entonces aquella profunda decepción?

Victoria era mucho más inteligente que ella y, como ya tenía veintiún años, sus rasgos distaban mucho de los aniñados de Cristal. Era mucho más alta y tenía un precioso pelo largo, negro y ondulado que contrastaba a la perfección con sus helados y particulares ojos, uno azul y otro verde, que provocaban que su belleza fuera singular, etérea y encantadora.

Seguro que conversar se tornaría algo mucho más agradable con su hermana que, al menos, lo dejaría hablar, no como ella.

Cristal Adams. Una belleza del montón. De ojos azules, rubia, bajita, menuda y con una caballera tan lisa que hacía desistir a sus criadas en todos sus laboriosos intentos por rizarlo o hacerle apretados moños pues estos no duraban más de unos minutos.

Era por lo tanto normal que el duque intentara hablar con la alocada de Amberly o con la tímida de Marlene en lugar que con ella, las dos eran encantadoras. La primera de pelo negro y la segunda pelirroja, pero ambas esbeltas, de sonrisa fácil, conversación ágil y mirada sincera.

En comparación, ella era un ser completamente insignificante. Despreciada por su padre, reemplazable para sus hermanas, insignificante para Geric, demasiado habladora para todo el mundo, muy inocente, muy despistada, muy insegura... muy... muy....

Pero...Pero.. ¿Qué demonios? Se reprendió de pronto a sí misma Cristal. ¿Cómo era posible que hubiera llegado a pensar todo aquello?
Ella era perfecta tal y como era, con todos sus defectos y virtudes y a la única persona que tenía que importarle si le gustaba o no era a sí misma.

Él se había enfadado con ella, pues muy bien, que lo hiciera, le daba igual que no le volviera a dirigir la mirada ni la palabra.

Después de todo... ¿Qué razones tenía para enfadarse con ella? ¿Un tropiezo en un pasillo? ¿Un comentario indiscreto hecho a sus hermanas cuando se suponía que nadie más que ellas lo oirían?

¡Pues que se fastidiara! Nadie le había mandado escuchar conversaciones ajenas. De hecho, y pensándolo mejor, la que debería enfadarse era ella. ¿Quién se creía que era ese hombre tan arrogante para hablarle de la forma en la que lo había hecho y para sostenerla entre sus brazos de aquella forma que...?

Ya estaba decidido. No volvería a dirigirle la palabra a no ser que fuera estrictamente necesario y si se veía obligada a hacerlo lo haría de la manera más cortante posible. Sí, eso haría. Lo ignoraría todo lo que las reglas de cortesía le permitieran hacerlo. Y también podía...

-Lord Norfolk, quizá no lo sepa, pero Surrey tiene un mercado maravilloso. -comentó despreocupadamente su padre interrumpiendo así sus pensamientos.- Y he pensado que, ya que va a pasar lo que resta de verano aquí, debería conocerlo.- continuó explicando con entusiasmo al ver como el duque asentía.- Por desgracia, la espalda me sigue doliendo y no puedo acompañarlo. No me quejo, pues son cosas de la edad y no debe preocuparse- afirmó ganándose una mirada de incredulidad e incomprensión por parte de sus hijas. Su padre acababa de cumplir los cuarenta y dos.- estoy seguro de que alguna de mis hijas estará encantada de acompañarlo.- Cristal vio a Amberly rodar los ojos y sonrió divertida.

Ahora ya lo entendían.

-Por supuesto.- afirmó el duque. Cristal se revolvió en su silla, nerviosa cuando, de pronto, él la miró fijamente. El duque sonrió y Cristal también hasta que lo vio girar la cabeza hacia Amberly.- Lady Amberly. ¿Me concedería el placer de acompañarme a dar un paseo por las calles de Surrey?- Cristal no supo decir, ni nunca sabrá hacerlo, cual de las dos se mostró más sorprendidas.

-Por..por supuesto.- tartamudeó esta.

Toda la rabia que se había disipado por unos segundos volvió a resurgir y de una manera más potente.

-Disculpadme, no me siento del todo bien.- dijo esta mientras se levantaba y se marchaba del comedor sin esperar una respuesta. Poco le importaba que no fuera correcto hacerlo en aquellos momentos donde tanta rabia tenía.

Con los puños cerrados y apretados caminó de manera apresurada hacia el jardín. Aire fresco, si, aquello era lo que necesitaba, estaba tan enfadada . Pero cuando llegó al lago que se encontraba en el límite de su territorio,y se sentó en el árbol que había junto a él, lo único que sintió fue abatimiento.

Desde la muerte de su madre se había sentido muy sola. Ella era la única que la comprendía, y una vez que se fue todo se había desmoronado. Su hermano, lo más cercano que había tenido nunca a un amigo, se había ido a la universidad y posteriormente a dirigir negocios. El tiempo en el internado la había distanciado tanto de sus hermanas que ya casi era como desconocidas para ella.

Y Harding... se había sentido tan a gusto con él el día anterior. Era tan fácil hablar con él. Era la única persona que no le había dicho nada por hablar tanto y con la que no había tenido que contenerse. Ella solo quería un amigo. Una persona con la que hablar,y estaba tan desesperada por encontrarlo que unos minutos hablando con un desconocido ya le habían bastado para convencerse de que sería el idóneo y  para hacerse ideas absurdas en la cabeza.

-¿Pensando en mi? Vaya, si que debo de ser tan apuesto como las mujeres dicen para que después de una sola tarde juntos ya no puedas olvidarme.- dijo una voz grave a sus espaldas. Cristal lo miró mal mientras se incorporaba.

-Parece que el que no da vivido sin mí es usted. Donde quiera que vaya aparece . ¿Un poco extraño, no cree? Parece que me persigue.

-No gracias, no tengo intención de hacerlo, no vaya a ser que mi cara seria y mi extrema caballerosidad la aburran más que la última vez- dijo él citando las palabras que ella había pronunciado aquella mañana haciendo que Cristal se irritara.

-Oh, por favor, solo era un comentario. Acéptelo de una vez.- dijo ella tanjante.

-Decirlo es muy fácil cuadno no ha sido a ti a quien ha insultado.- le respondió indignado.

-Ya entiendo. Lo que le ha molestado es que le he dado un golpe a su ego.- afirmó ella.

-¿ Mi ego?-dijo incrédulo el duque.

-Si su ego. Y lo lamento, no era mi intención herirlo en su orgullo. ¿Pero era necesario ignorarme y hacer lo que hizo?

-¿Lo que hice?- dijo él con una sonrisa burlona mientras se acercaba peligrosamente a ella.

-Si ya sabe...- afirmó esta mientras retrocedía, pero era inútil, en pocos pasos estaría delante suya. De echo ya la estaba, o al menos lo estuvo hasta que Cristal se tropezó con su propio pie y en vista de que se caía, el duque le tendió la mano provocando que ambos se precipitarán hacia el suelo. Bueno, o al menos el suelo era el lugar donde creían que acabarían, pero lo que ninguno de los dos había tenido en cuenta era que habían retrocedido demasiado, y antes de que lo hicieran ya se habían caído los dos dentro del lago.

Lady Habladora Adams (Saga héroes de guerra 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora