Capítulo Diez

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El sonido de las espadas chocando entre sí alarmó a Cristal. Lo más cerca que ella había estado nunca de una pelea, habían sido las veces que su vecino, Jeremy Blackthorn, después de perder una apuesta con su hermana Victoria, se había visto obligado a pasarse todas las tardes del verano enseñándole esgrima.

Y ahora allí se hallaba, temblando de miedo agarrada de la mano de su criada, maldiciéndote una y otra vez por no haberle pedido a su hermana que le enseñara a pelear y por no ser lo suficientemente valiente como para salir y hacer algo, cualquier cosa.

Sabía que Harding manejaba bien la espada, había estado en la guerra después de todo. Pero ¿Sería suficiente ?

Cristal miró por la ventana hacia el exterior, contemplando la posibilidad de salir huyendo hacia el bosque, pero su criada se adelantó y sin miramientos abrió la puerta y corrió dejándola sola.

¿Qué por qué no se apresuró a seguirla? Muchos podrán pensar que es una tontería, puesto que ella nada podía hacer, pero la idea de dejar a Harding solo la horrorizaba.

De repente se hizo el silencio, y antes de que tuviera tiempo de volver a respirar, una de las puertas se abrió y un alto y corpulento hombre que sobrepasaba col 45 años la sacó del carruaje a la fuerza arrastrándola por lo pelos.

-Vaya, vaya ¿Quién tiene ahora la ventaja?-dijo aquel hombre mirando hacia Harding, quien los contemplaba con horror. Y la escena no era para menos, ya que aquel hombre tenía a Cristal atrapada en sus brazos y con un puñal en la garganta- Es una preciosidad ¿No crees?-siguió hablando mientras cambiaba de posición y agarraba el cuello de la chica con la mano mientras pasaba la hoja de cuchillo cerca de su mejilla.- Lástima que la belleza no dure para siempre.

-No te atrevas a tocarla.- le dijo  en un seco y duro tono de voz que denotaba autoridad el duque.

Aquel hombre lo miró serio unos instantes a los ojos y después, sonrió y le hizo una herida con el cuchillo a Cristal en la mejilla haciendo que está gritara de dolor.

-Vamos a dejar las cosas claras principito.Quien nada aquí soy yo, y a no ser que quieras  que el siguiente corte que le haga a tu querida mujercita sea en el cuello vas a seguir mis órdenes.- dijo mientras volvía a poner el cuchillo en el cuello de Cristal haciendo que el duque se tensara aún más .-aléjate.-le dijo que hiciera al duque, quien lo hizo a regañadientes y sin bajar su ensangrentada espada. Momentos después, Cristal sintió como aquel desconocido le quitaba con la mano el sombrero-y tú-dijo refiriéndose a ella- pon aquí tus zapatos,tu chal y todas tus joyas . Al principio Cristal tardó en reaccionar, pero al sentir como acercaba más el cuchillo a su garganta, se apresuró.Primero fue quitando uno por uno todos los pasadores de plata y diamantes que llevaba en su cabello hasta que este quedó totalmente suelto, y después continuó con su collar, sus pendientes, su pulsera, sus tacones y su chal y antes de que se pudiera dar cuenta el desconocido la empujó contra el suelo y salió huyendo con todas sus pertenencias.

Harding corrió hacia ella con una desesperación que le sorprendió.

-Cristal.-la llamó cuando se agachó a su lado.-Cristal. ¿Estás bien?-volvió a preguntar él mientras le levantaba la barbilla encontrándose así con su perdida mirada.-No, por supuesto que no lo estás.-afirmó más para sí mismo que para ella, quien dudaba que le oyera.

Harding miró hacia los dos lados de la carretera. Tenía que actuar rápido si no quería que lo vieran, de lo contrario se vería obligado a casarse con ella y eso era lo que menos quería.

En un abrir y cerrar de ojos la cogió entre sus brazos y la sentó en el carruaje, donde la dejó unos instantes mientras le sacaba los zapatos a uno de los hombres que acababa de ensartar con su espada.

-Se que no son los zapatos más bonitos que ha tenido, pero me temo que va a tener que conformarse Lady Adams.- le dijo mientras le colocaba los zapatos. Posteriormente se quitó su propia capa y se la puso a ella. Le quedaba excesivamente grande, casi ni se le veía la cara con ella, por lo que era perfecta. Harding se quitó su chaqueta y se puso una de las que tenían sus agresores.

-Lo lamento. No está en mi estilo robar, pero no es como si la fueras a necesitar. ¿Verdad?-le dijo al cadáver al mismo tiempo que le cogía su vieja capa y su desgastado sombrero.

Bien. Todo estaba saliendo perfecto. Solo necesitaba coger el caballo y listo, así que se giró y... ¿ Dónde estaba el caballo ?

-¿ Es enserio? Le gritó enfurecido al cielo, y este como respuesta hizo que comenzará a llover.

Harding se cubrió las cara con las manos en un gesto claro de desesperación antes de centrarse de nuevo en intentar resolver la situación. Los caballo y los criados había huido. Solo quedaban ellos, los cuales se encontraban a ocho horas andando de la mansión y a cuatro del mercado. Una situación, desde luego, nada favorecedora.

Su desesperación aumentaba por segundos hasta que la solución vino a él . Su amigo y compañero de guerra. Aleksander Korsakov, príncipe ruso con propiedades en Inglaterra y una hermosa e inteligente e mujer como esposa vivía en una mansión que no podía estar a más de media hora de allí.

Suspiró aliviado y se agachó al lado de Cristal quien seguía sin reaccionar.

Al ver como la herida de su pómulo seguía sangrando, sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo pasó delicadamente por su herida, y una vez está quedó limpia la cogió en volandas y comenzó a caminar. Sin duda sería un largo camino, pensó el duque. Y como si Dios quiera corroborárselo, sonó un trueno y comenzaron a verse relámpagos haciendo que el duque soltara un par de improperios que harían ruborizar a cualquier dama .

Lady Habladora Adams (Saga héroes de guerra 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora