Harding observó con aires de suficiencia la cara de incredulidad que tanto se estaba intentando esforzar por ocultar Cristal.
Su plan había resultado tal y como el había esperado, no para nada se había pasado hurdiéndolo durante dos meses.
O más viendo durante los pasados dos años.
La vida de Harding no había sido para nada fácil. Su madres no era ni nunca había sido la duquesa de Norfolk. Principalmente porque nunca había habido duquesa de Norfolk.
Su padre, el señor de la casa, un depravado irresponsable, había decidido que era más divertido abusar de las indefensas sirvientas que casarse, así que en lugar de engendrar herederos había engendrado un cantidad innumerable de bastardos. Claro que, ninguno de estos había llegado siquiera a su tercer mes de vida cuando él se enteraba de su existencia y los mataba.
Su madre no había sido más que una niña cuando el duque se cruzó en su camino. Una joven y dulce niña de tan solo quince años que no había tenido reparos en arrodillarse suplicante ante su violador para que este le permitiera dar a luz a la hija que esperaba. Y posteriormente al hijo.
Nadie sabía con exactitud por qué, a diferencia de las otras veces que esa situación había sucedido, el duque accedió, pero el caso es que lo hizo.
Primero fue Lirio, su hermosa hermana mayor a la que tanto quería y cinco años más tarde él. Durante todo el tiempo que vivieron bajo ese techo, su vida había sido un infierno.
Golpe tras golpe su padre se llevó cualquier mínimo ápice de felicidad que encontraban, llegando incluso a acabar con la vida de su madre.
Harding estaba desesperado por huir de allí llevándose a su hermana con él lo más lejos que pudiera, por lo que cuando el otro muchacho que trabajaba con el en la cuadra le había hablado de lo fácil que era ganar dinero alistándose, no lo dudó.
Su hermana había llorado, pero había comprendido que era la única solución posible.
Su padre le había gritado desde la ventana de su cuarto el día en que había partido que había apostado con sus amigos que moriría en menos de una semana.
Per no fue él el que murió, si no su padre.
Y no pudo ser mayor su sorpresa cuando al regresar dos años después se había encontrada con su padre muerto y un testamento en el que lo reconocía como hijo y heredero.
Los siguientes meses habían sido los mejores de su vida. Había colmado a su hermana con todo lo que siempre había deseado darle y más, había arreglado todos los asuntos de los criados y los arrendatarios que tan de primera mano había vivido, había asistido a sesiones en la cámara de lores donde sus opiniones políticas habían sido escuchadas. ¡Las de él! Un simple sirviente que había aprendido a leer a los 16 años.
Pero por desgracia la guerra volvió a llamarlo. Claro que esta vez partió tranquilo sabiendo que su hermana estaba a salvo.
O al menos eso pensó hasta que el mismo día en que volvía a casa tan solo unos meses después había visto como esta se había arrojado desde el balcón de su habitación.
Sus última palabra fue breve y concisa "Adams".
Harding no derramó ni una sola lágrima por su hermana. Las personas creen que cuando alguien experimente ese tipo de dolor llora desconsoladamente, pero no es cierto. Hay un grado de dolor tan elevado, que solo se alcanza con tragedias tales como la de Harding o la de aquellos que experimentan la pérdida de un hijo, donde el dolor es tan fuerte que te deja seco y arroyado hasta tal punto, hasta tal grado, que ni si quiera eres capaz de llorar. No das respirado sin sentir que ahogas. No das parpadeado sin verte inmerso en una infinita oscuridad.
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Lady Habladora Adams (Saga héroes de guerra 1)
Historical FictionLady Cristal Adams, más conocida entre la sociedad como Lady Habladora, es la pequeña de una familia formada por un conde sin condesa, un despistado heredero y cuatro hermanas cada cual más diferente que la anterior. Cristal, que acaba de salir de l...